?Era o interregno?
Tres eras y tres interregnos ha habido hasta la fecha en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Las eras han correspondido a los dilatados per¨ªodos de gobierno de Stalin, Jruschov y Breznev; los interregnos han sido el momento fundacional de Lenin, el visto y no visto de Malenkov, y la transici¨®n a tres de Breznev, Podgorny y Kosiguin.La pregunta de la kremlinolog¨ªa contempor¨¢nea es la de si Andropov, sexto en la sucesi¨®n de los l¨ªderes sovi¨¦ticos, pasar¨¢ de simple dispensador de. un interregno a protagonista de una era.
A la muerte de Stalin, la brev¨ªsima aparici¨®n de Malenkov hizo creer a Isaac Deutscher que la oportunidad perdida con la prematura desaparici¨®n de Lenin volv¨ªa a presentarse para reformar la dictadura sovi¨¦tica. En vez de la oportunidad, se present¨® Jruschov, que, si no alter¨® el curso de lo que ya estaba consolidado, como la cristalizaci¨®n de la nomenklatura, s¨ª hizo un barrido de los peores modos del estalinismo. Una cierta reforma desde arriba, con muchas menos de cien flores, daba paso a un largo respiro campesino que consolidaba una primera etapa de relativa prosperidad econ¨®mica.,
A la eliminaci¨®n de Jruschov seguir¨ªa un prolongado momento de fluidez hasta el apartamiento de Podgorny y de Kosiguin y el triunfo indiscutible de Breznev. A diferencia de sus predecesores, que eran hombres relativamente j¨®venes cuando se alzaron con el mando supremo, Leonid Breznev lleg¨® a la cima claramente instalado en la tercera edad. Su per¨ªodo de gobierno ser¨ªa, tras la extenuante aunque no sangrienta acrobacia de a?os anteriores, el de la madurez conservadora, en la que la reforma consistir¨ªa en parar toda reforma. La URSS supuestamente progresaba a una estimable velocidad crucero y no hab¨ªa lugar a experimentos.
Si hay que dar valor de ejemplo a tan breve cielo, Andropov se mueve en la provisionalidad de una nueva transici¨®n y su mala salud de cristal hace poco probable que trabaje para su propia posteridad indivisa. Como la de Malenkov, su aparici¨®n suscita esperanzas y temores, desde su presunta y pintoresca adicci¨®n al jazz hasta su pasi¨®n, muy mal correspondida, de poner el pa¨ªs a trabajar.
Si Andropov lograra sucederse a s¨ª mismo, habr¨ªa llegado, quiz¨¢, el tiempo de una nueva reforma. Si no, la tarea quedar¨ªa para lo que pudiera ser la generaci¨®n de los que no hicieron la segunda guerra mundial. Posiblemente habr¨ªa que apostar por esto ¨²ltimo.
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