El combate contra la guerrilla de la UNITA y ?frica del Sur impide la reconstrucci¨®n
Muchos ni?os negros de Luanda tienen mechones casta?os en el pelo. No son mestizos: el pelo descolorido es, simplemente, un s¨ªntoma de mala nutrici¨®n. Una gran parte de la poblaci¨®n angole?a, en Luanda como en otras ciudades del interior, emplea pr¨¢cticamente todas sus energ¨ªas en conseguir d¨ªa a d¨ªa el alimento necesario para sobrevivir."Si el Gobierno detuviera a los camagistas (estraperlistas), cientos de personas morir¨ªan de hambre". El dicho, muy extendido en Luanda, es rigurosamente cierto. Las tiendas del pueblo (lojas), en las que se distribuye la comida por cartilla de racionamiento est¨¢n pr¨¢cticamente vac¨ªas la mayor parte de los d¨ªas. La ¨²nica soluci¨®n es acudir al mercado negro en busca de un pu?ado de tomates o de un poco de harina de mandioca, aunque los precios est¨¦n por las nubes. En la capital se paga 250 kwanzas por 200 gramos de jud¨ªas, 100 por 200 gramos de harina, 800 por una camiseta de ni?o fabricada en Hong Kong y vendida ilegalmente por alguno de los marineros que ha tocado puerto en Luanda o en Lobito. Un kwanza equivale a 3,70 pesetas al cambio oficial y a 23 c¨¦ntimos en el mercado negro.
Luanda ofrece el aspecto de una ciudad superrealista ocho a?os despu¨¦s de la independencia. A las cinco de la ma?ana, cuando acaba el toque de queda -regularmente quebrado por r¨¢fagas de ametralladora y disparos de pistola-, sus habitantes se echan a la calle. Unos van a sus trabajos a pie porque han desaparecido pr¨¢cticamente todos los transportes p¨²blicos y porque no existe un solo taxi. Otros se encaminan a la loja donde seg¨²n rumores se va a vender alg¨²n producto. Sobre sus cabezas, colgando de los edificios m¨¢s altos, siguen flotando los anuncios publicitarios de la ¨¦poca colonial: "Cola Cola es alegr¨ªa", "Sony, el mejor", "Compre Mercedes Benz". Nadie se ha acordado de descolgarlos.
Luanda ten¨ªa cerca de 400.000 habitantes cuando los portugueses abandonaron la ciudad en desbandada. Hoy tiene algo m¨¢s de un mill¨®n. Miles de ellos se hacinan en museques (barrios de arena), en espantosas condiciones de abandono. El Gobierno, bienintencionado pero falto de organizaci¨®n, cuadros y dinero, es incapaz de abastecer regularmente la capital ni de poner en marcha un programa de construcci¨®n de viviendas que erradique el chabolismo.
Luanda conserva, pese a todo, una belleza indescriptible. "Los portugueses fueron malos colonizadores pero buenos arquitectos", afirman los angole?os. Tras la suciedad, los cristales rotos y las fachadas leprosas, hay cientos de casas de l¨ªneas perfectas, modernistas o coloniales, con azulejos, frisos de estatuas de porcelana y ventanas guardadas por delicadas celos¨ªas. La ciudad se beneficia, adem¨¢s, de un emplazamiento ¨²nico, volcada sobre una de las bah¨ªas m¨¢s hermosas de ?frica. Hace algunos a?os, Luanda era el puerto favorito de los marineros europeos que hac¨ªan la traves¨ªa hasta el cabo de Buena Esperanza. Hoy no ex:?ste un solo caf¨¦, bar o restaurante en toda Luanda.
"La guerra exige que dediquemos todos nuestros recursos a la defensa. No es justo, pero no podemos hacer otra cosa. Lo primero es echar a los surafricanos de nuestro pa¨ªs y liquidar a los rebeldes de UNITA" ("fantoches", en el lenguaje oficial). La opini¨®n de Walter Luis Alves, ingeniero angole?o, es la oficial del partido en el poder, MPLA. El 80% del presupuesto nacional se invierte en la guerra. El resto se dedica a importar alimentos y a pagar cooperantes extranjeros, es decir, t¨¦cnicos que ayuden a paliar la angustiosa falta de cuadros del pa¨ªs.
Empezar desde cero
Los portugueses dejaron, cuando se fueron de Angola, una poblaci¨®n pr¨¢cticamente analfabeta, incapaz de explotar las tierras cultivables, de mantener la producci¨®n de las f¨¢bricas o de asegurar el funcionamiento de la Administraci¨®n. El MPLA tuvo que empezar la reconstrucci¨®n pr¨¢cticamente desde cero, al mismo tiempo que combat¨ªa para recuperar el control, palmo a palmo, gracias a la ayuda de cubanos y sovi¨¦ticos, de su territorio.
El esfuerzo ha sido grande, pero los resultados no son satisfactorios y los dirigentes del MPLA son los primeros en reconocerlo. A los da?os que produce la guerra y la guerrilla hay que a?adir, adem¨¢s, una complicada burocracia, corrupci¨®n y desorganizaci¨®n interna y, por si fuera poco, la hostilidad permanente de Estados Unidos, que no reconoce todav¨ªa hoy diplom¨¢ticamente al r¨¦gimen de Luanda y que ver¨ªa con agrado el derrocamiento de un r¨¦gimen marxista-leninista a las puertas de ?frica del Sur y en una regi¨®n del mundo que algunos califican ya como el segundo golfo P¨¦rsico por sus enormes riquezas. naturales.
La situaci¨®n econ¨®mica de Angola era tal, a los pocos a?os de la independencia, que el Gobierno, pese a su definici¨®n ideol¨®gica, se vio obligado a confiar la explotaci¨®n de sus campos de petr¨®leo, que constituyen casi su ¨²nica fuente de divisas, a la sociedad norteamericana Gulf, y la comercializaci¨®n de sus diamantes a la odiada multinacional surafricana De Beers. Se da as¨ª la curiosa contradicci¨®n de que Washington reclama la salida de las tropas cubanas, cuando una parte de las mismas est¨¢ encargada de proteger, precisarriente, los pozos de petr¨®leo que explotan los norteamericanos. La Administraci¨®n Reagan ha aumentado aun m¨¢s la presi¨®n que ejercieron todos sus predecedores, pero el Chase Manhattan Bank y el Bankers Trust han pagado de su bolsillo un proyecto de ampliaci¨®n de los yacimientos de Cabinda.
Aun as¨ª la econom¨ªa angole?a, potencialmente muy rica, atraviesa una dificil situaci¨®n. La producci¨®n de petr¨®leo baj¨® en 15.000 barriles-d¨ªa en 1982 y la de diamantes en un 27%, aunque en este caso la culpa sea de un grupo de especuladores (camagistas, en el lenguaje popular angole?o) que desv¨ªan las piedras hacia el mercado negro en su propio beneficio. Las autoridades han iniciado una t¨ªmida investigaci¨®n, pero por el momento no han podido llegar hasta las ra¨ªces de este comercio ilegal.
El caf¨¦, otra de las producciones tradicionales de Angola, ha corrido aun peor suerte. De ser el quinto productor mundial, con 250.000 toneladas, el caf¨¦ se ha convertido en un producto de lujo para los propios angole?os y hasta la ginja (sabroso caf¨¦ en polvo, de calidad muy superior al que se vende en Europa) est¨¢ reservada a los privilegiados, que pueden comprarlo en alguna de las tiendas del partido. El Gobierno intenta revitalizar el sector con la creaci¨®n de cooperativistas, pero hoy por hoy se ve obligado a exportar el caf¨¦ de gran calidad que constituye su reserva de emergencia.
Faltos de t¨¦cnicos y de cuadros, el Gobierno se lanz¨® a un ambicioso plan para contratar a cooperantes extranjeros: muchos proceden de pa¨ªses socialistas (Vietnam incluido), pero otros son contratados en pa¨ªses occidentales, entre ellos Espa?a. Angola paga religiosamente a sus cooperantes 1.500 d¨®lares al mes (unas 240.000 pesetas) y todos, sin excluir a los sovi¨¦ticos o los b¨²lgaros, exigen su pago en divisa extranjera. S¨®lo los cubanos, los amigos m¨¢s antiguos, se conforman con una modesta cifra de unos 100 d¨®lares mensuales.
Falta de alimentos
Remediar la falta de alimentos es un objetivo prioritario para el MPLA, pero el problema -afirman- es pr¨¢cticamente insoluble mientras contin¨²e la guerra. En Angola, un pa¨ªs m¨¢s grande que Espa?a, es imposible el transporte por carretera: los guerrilleros de UNITA se han especializado en los atentados y sabotajes contra las v¨ªas de comunicaci¨®n, y, actualmente, la ¨²nica forma de viajar de una capital de provincia a otra es el avi¨®n. Una regular flota se encarga del transp rte de viajeros y de mercanc¨ªas, pliro no es infrecuente que algunas ciudades queden incomunicadas durante tres o m¨¢s d¨ªas porque los aviones han tropezado con problemas t¨¦cnicos o porque han tenido que ser desviados con toda urgencia hacia otra zona del pa¨ªs, donde el atasco era ya insufrible.
En estas condiciones, los campesinos se han refugiado en una agricultura de autoabastecimiento que ha situado los ¨ªndices de producci¨®n a un nivel baj¨ªsimo. En muchas partes del pa¨ªs ha florecido una econom¨ªa de trueque, en la que los productos no se venden, sino que se cambian por otros.
"El objetivo de la UNITA y de ?frica del Sur es destruimos econ¨®micamente", aflirma Alves, .pero no lo van a conseguir". Poco a poco, el MPLA va logrando algunos objetivos: dos millones de ni?os van a la escuela, m¨¢s de medio mill¨®n de adultos ha sido alfabetizado y la medicina, aunque precaria, es completamente gratuita. Cerca de Luanda se ha puesto en marcha un complejo agrario experimental, Kwanza-Benzo, en el que un grupo de vietnamitas -que ha viajado a Angola incluso con sus tradicionales sombreros de paja y blusones negros- ense?a a los angole?os a plantar arroz. La cosecha ha sido s¨®lo de 400 toneladas, pero la pr¨®xima superar¨¢ las 700. T¨¦cnicos cubanos y b¨²lgaros han conseguido reparar y poner en funcionamiento los tractores que envi¨® hace cuatro a?os la URSS y que hab¨ªan permanecido desde entonces parados.
Los esfuerzos son insuficientes y dispersos, pero los angole?os dan pruebas de paciencia y sobreviven, aunque en privado y entre amigos algunos de ellos den muestras de des¨¢nimo. "No hay que desanimarse", asegura el capit¨¢n Mat¨ªas Lima Coelho, alias Nzumbi, considerado como un h¨¦roe nacional y comandante de las tropas angole?as que aseguran la defensa contra los surafricanos en el frente sur. "Todas las revoluciones han exigido tiempo: Cuba, la Uni¨®n Sovi¨¦tica... Nosotros, adem¨¢s, tenemos que hacer la guerra".
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