Hogar, dulce hogar
En ninguna parte como en casa, dijo el cura al borde del final, cuando sus allegados lo consolaban -en arreglo a los m¨¦ritos y a la fe- con el anuncio de una m¨¢s que probable vida eterna. He aqu¨ª que la eximia Caball¨¦, prima donna indiscutible del bel canto universal desde que callaron la diosa Callas, la sibila Flagstad o la sat¨¢nica Nilson, cumple con su promesa y canta para su p¨²blico de Barcelona, para sus conciudadanos.Fall¨® en Madrid en abril de 198 1, a causa de una flebitis, cuando se dispon¨ªa a interpretar Tosca. No apareci¨® en el Carnegie Hall de Nueva York para encarnar a la Salom¨¦ de Herodiade. Por poco derrumba el Scala milan¨¦s -y no por v¨ªa plausible- cuando, cinco minutos antes de una representaci¨®n de Anna Bolena, mand¨® noticia de que no estaba para trotes. El pasado verano, en Puerto Rico, no pudo ofrecer un recital de arias para el que hab¨ªan reservado entradas las dos Am¨¦ricas, media Europa y cuatro ind¨ªgenas. Por fin, hace apenas tres semanas dej¨® plantados a vieneses, estirios y tiroleses en el tercer acto de Andrea Ch¨¦nier, aquejada -se dijo- de una mezcla de irritaci¨®n y subida pasajera de la presi¨®n sangu¨ªnea.
Pero acudi¨® puntualmente a la cita con los suyos: el pasado viernes se levant¨® el tel¨®n del Gran Teatro del Liceo y la diva llen¨® el escenario y colm¨® unos corazones palpitantes por inquietos: %Cantar¨¢? ?No cantar¨¢?", se hab¨ªan preguntado los de Barcelona desde el d¨ªa del incidente de Viena, como se interrogar¨ªa, ansioso y v¨ªctima del azar, un Werther cualquiera de Idassenet deshojando margaritas: "?Me quiere? ?No me quiere.. .?".
Lo universal y lo particular
Pues ¨¦ste es el secreto de la voluntad art¨ªstica de la magn¨ªfica Caball¨¦. Canta all¨ª donde es querida, y le molesta, a sus a?os y despu¨¦s de tanta gloria, tener que dar la cara ante un p¨²blico que la acosa y se apresta con furia leonina a comparar su. versi¨®n de tal o cual hero¨ªna con lo verdaderamente incomparable por formar parte de otro mundo.
In¨²til comparaci¨®n, ?oh, diosa' Una cosa es la fuerza tel¨²rica de la naturaleza y, otra la fuerza de la voluntad y del trabajo humanos. La griega era algo as¨ª como la supervivencia de un mito arcaico: poderosa en lo universal, y en lo particular tremenda; mezcla de lo sobrehumano y lo casi divino tanto en la escena como en su privacidad; tr¨¢gica Medea o Luc¨ªa en la escena, pero tambi¨¦n son¨¢mbula y ser enloquecido en la vida misma; Tosca apasionada en el teatro y amante tosca, por muy enamorada, en el registro de una intimidad plenamente confundida con su arte y con su p¨²blico: los mitos de la tradici¨®n no tienen secreto ni misterio.
Voz familiar
La catalana, por el contrario, no quiere ni debe ser lo mismo: es un mito viviente en lo universal art¨ªstico, pero en lo particular es enfermiza, casera,, mani¨¢tica, entra?able, suspicaz y al fin humana, demasiado humana.
Aqu¨¦lla ten¨ªa lo tr¨¢gico hincado en su carne, y lo llevaba, sin diferencias, a la escena del arte y de la vida. Nuestra gran Caball¨¦, se?ora de caballeros m¨¢s tard¨ªos y de costumbres algo m¨¢s relajadas, asume el arte de la escena musical con una perfecci¨®n posiblemente insuperable -?d¨¦jame, Carreras generoso, que hoy me refiera solamente a tu madrina.'-, pero se rinde ante lo cotidiano con la misma fragilidad que cualquiera de sus admiradores an¨®nimos. Curiosa manera de ser universal de muchos artistas catalanes: lo son en su dimensi¨®n p¨²blica, espectacular o est¨¦tica, pero cuando est¨¢n en su casa conservan una indomable tendencia a lo dom¨¦stico, lo familiar, lo intrascendente y lo profano.
La Caball¨¦, genial y laboriosa no respira hondo y con total satisfacci¨®n hasta que lanza las amarras en su casa, hasta el momento en que todo -susurros, aplausos, rosas y enhorabuenas- le suena al o¨ªdo como reconocible y amorosa voz de lo familiar. Aqu¨ª se venera su arte hasta la adoraci¨®n, pero se respeta su humanidad hasta la discreci¨®n m¨¢s impecable.
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