Cruce de caminos entre la banca oficial
Entre las cr¨ªticas com¨²nmente formuladas, muchas hay que se asientan con firmeza sobre argumentos de dif¨ªcil contestaci¨®n. As¨ª, cuando se se?ala que la actuaci¨®n de la banca p¨²blica comporta un elevado grado de ineficiencia, o que sus procedimientos de decisi¨®n, gesti¨®n y control abundan en defectos y anomal¨ªas de todo g¨¦nero, se est¨¢ poniendo al descubierto una realidad tan innegable como grave.Procediendo de una forma mas precisa, es obligado mencionar, entre todas las zonas de sombra que se extienden sobre la marcha de las Entidades Oficiales de Cr¨¦dito (EOC), aquellas cuya soluci¨®n no admite demora: sus m¨¦todos de captaci¨®n de pasivo son anacr¨®nicos, enrevesados y gravosos para la econom¨ªa en su conjunto, mientras los tipos de inter¨¦s activos -todos y cada uno de ellos- son fijados administrativamente, sin que se haga expl¨ªcita la subvenci¨®n que con toda evidencia acarrean. El comportamiento de las entidades ha distado mucho de mostrarse como verdaderamente bancario, para lo que hubiera sido necesaria una mayor autonom¨ªa operativa. Por su parte, los procedimientos para la selecci¨®n de los proyectos y sectores a financiar no parecen basarse en s¨®lidos criterios t¨¦cnicos y, lo que es peor, nada tienen de transparentes; en relaci¨®n con ello, sorprende que hayan sido siempre tan superficiales e inactivos los mecanismos de publicidad y control de unas operaciones de cr¨¦dito a cuyos sujetos prestatarios -pues que gozan de una doble ventaja: el bajo coste de los recursos recibidos y un plazo de amortizaci¨®n m¨¢s alargado- cabe calificar de privilegiados. En tales condiciones resulta f¨¢cil comprender que la asignaci¨®n de sus fondos quedase marcada por la continua sumisi¨®n a las presiones ejercidas por agentes econ¨®micos y sociales muy diversos.
Ahora bien, ?alcanzan tales argumentos reprobatorios para descalificar globalmente al sistema que nos ocupa? Decididamente no. Aunque es obvio que los p¨¢rrafos anteriores no agotan las posibilidades de cr¨ªtica -muchos otros aspectos de la vida de las entidades, referidos a su especializaci¨®n, coordinaci¨®n o capacidad t¨¦cnica, exigen tambi¨¦n una profunda transformaci¨®n-, no todo es negativo en la banca p¨²blica, tal y como se pretende desde algunas posiciones interesadas. Para separar convenientemente el trigo de la paja quiz¨¢ no sobren los comentarios, que siguen.
Soporte instrumental
La existencia de esquem¨¢s p¨²blicos de cr¨¦dito especial encuentra su justificaci¨®n en la evidencia de que ciertas actividades economicas requieren, para su normal desarrollo, el acceso a fuentes de financiaci¨®n peculiares. As¨ª acontece con la edificaci¨®n de viviendas (las sociales, de forma destacada), la construcci¨®n naval, la exportaci¨®n, la inversi¨®n de los entes p¨²blicos locales o la agricultura. En casi todos los pa¨ªses europeos occidentales, incluidos aquellos en que es menor la presencia del Estado en el sistema financiero, hay instituciones dedicadas a conceder recursos cred¨ªticios en condiciones especiales a los sectores citados. En muchos casos, la dimensi¨®n de esas instituciones, por lo general de propiedad p¨²blica, es incomparablemente mayor que l¨¢ de nuestros bancos oficiales. No estar¨¢ de m¨¢s se?alar que en la Espa?a de los setenta la evoluci¨®n de los cuatro primeros sectores que se acaban de mencionar se mostr¨® muy sensible a las fluctuaciones del cr¨¦dito oficial, sobre todo en lo que respecta a la cobertura financiera de sus procesos inversores; lo mismo ocurri¨® con la siderurgia y otros subsectores de la industria b¨¢sica. Y al margen de las valoraciones que de ellas se hagan, es seguro que intervenciones gubernamentales tan decisivas como las acciones concertadas o los sucesivos planes de viviendas protegidas se habr¨ªan dibujado con unos semblantes muy distintos de no haberse contado con ese medio para su instrumentaci¨®n.
Con el estallido de la crisis econ¨®mica general, el estatuto de la pol¨ªtica crediticia oficial experiment¨® una modificaci¨®n de notable alcance, pasando a integrarse plenamente en el arsenal de la estrategia anticrisis del Gobierno. Ante el desmesurado aumento de las demandas de financiaci¨®n cursadas desde empresas y sectores en dificultad, la operatividad de las EOC creci¨® con vigor; ¨¦se es el principal motivo de que la aton¨ªa y decaimiento en que se hab¨ªan visto sumidas las entidades durante la fase precedente mudasen a partir de 1974 en una intensa expansi¨®n que no habr¨ªa de cesar en todos los a?os que siguieron; evidentemente, la coincidencia temporal de esa reactivaci¨®n con el grave estancamiento de la actividad productiva no fue resultado de una casualidad. El indicador m¨¢s expresivo de esa nueva orientaci¨®n fue el incremento que sufrieron algunas operaciones no ajustadas al cumplimiento de las funciones b¨¢sicas del sistema, como los cr¨¦ditos excepcionales o los concedidos para la liquidaci¨®n de deudas de las corporaciones locales.
Un lugar en la ordenaci¨®n crediticia
Mucho tiene de censurable la utilizaci¨®n del cr¨¦dito oficial en tal contexto, pues en la mayor¨ªa de las ocasiones estuvo destinada a sustituir otras medidas m¨¢s rigurosas y adecuadas para la soluci¨®n real de los problemas, pero portadoras tambi¨¦n de mayores tensiones sociales o pol¨ªticas. En cualquier caso, ser¨ªa incorrecto achacar esos errores de planteamiento a las propias EOC, cuando fueron ¨¦stas obligadas a inscribir su acci¨®n en una pol¨ªtica de combate a la crisis -parcial, defensiva, incoherente y meramente coyunturalista- cuya responsabilidad estaba situada muy lejos de sus centros de decisi¨®n.
Se afirma con demasiada frecuencia, que el cr¨¦dito oficial es algo as¨ª como un cuerpo extra?o, en nuestro sistema financiero, una permanente distorsi¨®n de su l¨®gica interna, que no un factor integrador y de armon¨ªa. Olvidan quienes as¨ª piensan que, a fin de cuentas, el papel fundamental que a este intermediario financiero le corresponde desempe?ar en nuestra econom¨ªa no es otro que el de suplir algunas de las m¨²ltiples deficiencias de la actividad crediticia privada, sobre todo en lo que se refle,re a la satisfacci¨®n de las necesidades financieras del sector real. Y es que una importante brecha estructural se abre entre la oferta de fondos prestables realizada de forma voluntaria y aut¨®noma por los establecimientos de intermediaci¨®n y los requerimientos financieros de una buena parte del aparato productivo espa?ol, al que el reducido peso de su autofinanciaci¨®n ha dado,en configurar como excesivamente dependiente del cr¨¦dito. Los desajustes a que aludimos tienen que ver principalmente con los plazos y el coste del cr¨¦dito canalizado por el sistema bancario.
La financiaci¨®n a medio y largo plazo, de tan vital trascendencia sobre la din¨¢mica de los procesos de inversi¨®n, posee en nuestro pa¨ªs una expresi¨®n cuantitativa realmente baja. Ello es consecuencia, desde luego, del escaso desarrollo y diversidad alcanzados por los mercados de valores, pero tambi¨¦n de la r¨¢pida amortizaci¨®n en que se resuelve la gran mayor¨ªa de las operaciones de cr¨¦dito realizadas de motu propio por la banca ordinaria. Es ¨¦sta una deficiencia muy grave del sistema financiero por cuanto condiciona, en sentido negativo, la evoluci¨®n de la formaci¨®n de capital.
En cuanto al coste de los pr¨¦stamos, son de sobra conocidas las altas cotas a que se han encaramado las tasas de inter¨¦s en los ¨²ltimos a?os, muy superiores sin duda a las que pueden ser satisfechas sin quebranto por un buen n¨²mero de sectores de actividad.
El proceso de progresiva liberalizaci¨®n del sistema financiero, tan beneficioso para los establecimientos de cr¨¦dito afectados, ha provocado, sin embargo, un agravamiento de los dos problemas mencionados, produci¨¦ndose incluso un claro desabastecimiento financiero de algunos sectores. Es por esa raz¨®n que en los ¨²ltimos tiempos se ha afianzado la financiaci¨®n p¨²blica de car¨¢cter directamente sustitutivo.
Pues bien, ante tales defectos e inadecuaciones de las estructuras crediticias, la acci¨®n de la banca oficial se configura como una suerte de v¨¢lvula de escape -m¨¢s que inevitable, insuficiente- a traves de la cual se hace posible el acceso a los circuitos financieros de un segmento de la econom¨ªa productiva espa?ola desatendida por las instituciones privadas.
Entidades financieras ¨ªntegras
Como consecuencia de todo ello, pretender reducir la presencia de las EOC en la realidad econ¨®mica espa?ola parece una temeridad. Porque no se trata ¨²nicamente de que desempe?an, guste o no, unas funciones de dif¨ªcil sustituci¨®n. Es que, adem¨¢s, los esquemas de cr¨¦dito especial p¨²blico pueden llegar a ser muy positivos en s¨ª mismos, como ponen de manifiesto numerosas experiencias europeas y algunos destellos de la espa?ola. Para que tal acontezca, la reforma que se lleve a efecto tendr¨¢ que ser radical, verdaderamente estructural. Ser¨¢ preciso considerar y poner remedio a las deficiencias m¨¢s arriba mencionadas; pero, sobre todo, deber¨¢ conseguirse un s¨®lido equilibrio de las dos dimensiones que enmarcan la dial¨¦ctica b¨¢sica del sistema: formar parte del tejido financiero y constituir un instrumento de la pol¨ªtica econ¨®mica del Estado.
S¨®lo hay un modo de afrontar con ¨¦xito esa tarea: dotar al sistema de capacidad de iniciativa, procediendo a una estricta separaci¨®n entre la definici¨®n de la pol¨ªtica crediticia oficial -que corresponder¨ªa a la autoridad econ¨®mica, y cuyos criterios debieran hacerse cristalinos y abrirse hacia una real maximizaci¨®n de la rentabilidad social- y la responsabilidad de la toma de decisiones acerca del comportamiento espec¨ªfico de los bancos, que tendr¨ªa que ser asumida por ellos mismos; si as¨ª sucediera, su autonom¨ªa operacional se ver¨ªa muy reforzada y se dar¨ªa un paso de gigante hacia su cabal profesionalizaci¨®n. El camino se habr¨ªa entonces despejado y, en esas nuevas condiciones, la ampliaci¨®n de los circuitos de la banca p¨²blica ser¨ªa de cierto bienvenida.
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