Estados Unidos frente a la Unesco
ESTADOS UNIDOS ha realizado el tr¨¢mite formal para su retirada de la Unesco; ¨¦sta ser¨¢ efectiva, seg¨²n los estatutos de la organizaci¨®n, el d¨ªa 1 de enero de 1985. Esta medida de la Administraci¨®n Reagan reviste una gravedad extraordinaria, independientemente de lo que vaya a ocurrir al final del plazo indicado; en la pr¨¢ctica, se ha abierto ya una especie de pulso, mediante el cual se va a intentar obligar a la Unesco a aceptar determinadas demandas norteamericanas. Es un procedimiento que no puede desembocar en nada positivo ni para la Unesco ni para Estados Unidos. No cabe duda de que EE UU tiene en el asunto una carta maestra: su cuota cubre el 25% del presupuesto de la citada organizaci¨®n, y su retirada plantear¨ªa, l¨®gicamente, problemas financieros de dif¨ªcil soluci¨®n.El disgusto de EE UU con respecto a la Unesco no es de ayer; alcanz¨® una cota muy alta en 1974, a resultas de la expulsi¨®n de Israel de su grupo europeo, medida anulada a los dos a?os. Otros motivos fueron las votaciones sobre temas excesivamente pol¨ªticos, seg¨²n el criterio de los delegados norteamericanos, principalmente sobre temas referentes al Tercer Mundo, y en las que quedaron frecuentemente aislados. Por otro lado, la idea de crear un nuevo orden mundial de la informaci¨®n fue criticada por EE UU como atentatoria a los principios b¨¢sicos de la libertad de Prensa y de informaci¨®n. No cabe duda de que cualquier intento de reglamentar, mediante acuerdos entre Gobiernos, los problemas de la informaci¨®n es extraordinariamente peligroso, porque puede servir de pretexto o justificaci¨®n para incrementar las injerencias del Estado en terrenos en los que la libertad necesita ser m¨¢xima, y normalmente estas iniciativas de los Gobiernos tienden siempre a controlar la libertad de informaci¨®n m¨¢s que a permitir su libre circulaci¨®n. Que pa¨ªses como la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que practican dentro de sus fronteras una censura total, participen en tales proyectos constituye sin duda un esc¨¢ndalo. Pero EE UU utiliza este argumento, en el que puede tener raz¨®n, para un objetivo totalmente diferente: oponerse al deseo leg¨ªtimo, sobre todo de los pa¨ªses del Tercer Mundo, de disponer de una mayor pluralidad de las fuentes de informaci¨®n.
El problema de fondo, que aflora en esta actitud de EE UU contra la Unesco, no afecta solamente a ¨¦sta; coincide con otras manifestaciones despectivas de miembros de la Administraci¨®n Reagan frente a algunas de las grandes organizaciones internacionales nacidas despu¨¦s de la segunda guerra mundial. La embajadora Kirkpatrick, delegada norteamericana ante la ONU, declar¨® el pasado mes de octubre: "Los pa¨ªses que tienen votos no pagan la cuenta, y los que la pagan no tienen votos". Sin duda, la situaci¨®n que existi¨® hasta los a?os sesenta, y que permit¨ªa a Washington disponer de una mayor¨ªa casi asegurada, ha desaparecido. Pero ello es consecuencia de una transformaci¨®n hist¨®rica que ha convertido extensas zonas, ayer colonias, en pa¨ªses independientes; hoy el Tercer Mundo tiene, indiscutiblemente, el mayor porcentaje de los votos en la ONU y en la Unesco. Y la pol¨ªtica norteamericana choca de forma cada vez m¨¢s directa con el no alineamiento que caracteriza la pol¨ªtica de los Estados que han accedido recientemente a la independencia. En la ONU, sin embargo, EE UU Gunto con la URSS, China, Francia y el Reino Unido) dispone del derecho de veto en el ¨®rgano ejecutivo, el Consejo de Seguridad. En la Unesco no existe ese derecho. Peto si EE UU no sabe funcionar en entidades internacionales sin derecho de veto, si anhela que los que pagan tengan situaciones privilegiadas, va a chocar con una evoluci¨®n objetiva de las estructuras internacionales que, a pesar de muchos obst¨¢culos, se est¨¢ abriendo camino.
El conflicto de EE UU con la Unesco no se puede ligar a la contradicci¨®n Este-Oeste: sus directores generales han sido de nacionalidad brit¨¢nica, mexicana, norteamericana, italiana, francesa, pero nunca de un pa¨ªs socialista. Desde-1974 desempe?a ese cargo el senegal¨¦s M'Bwo, y es evidente que los problemas del Tercer Mundo desempe?an en sus trabajos un papel quiz¨¢ preponderante, rasgo que eleva la necesidad de la Unesco en la actual coyuntura mundial. ?sta ha puesto en marcha no ya discusiones te¨®ricas o ideol¨®gicas, sino sobre todo un entramado de proyectos concretos: algunos para la protecci¨®n de patrimonios hist¨®ricos, y sobre todo, en numerosos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, planes tendentes a elevar los niveles de educaci¨®n, la disfusi¨®n de la cultura, el mejor conocimiento mutuo de las diversas civilizaciones. La retirada de EE UU ser¨ªa un golpe no ya a determinadas concepciones ideol¨®gicas, sino a una actividad internacional pr¨¢ctica para disminuir, en el aspecto cultural, las terribles desigualdades del planeta. Por su parte, Espa?a participa resueltamente en los trabajos de la Unesco, y se orienta a elevar tal participaci¨®n. Lo reafirm¨® el rey Juan Carlos en su discurso ante la Asamblea de la Unesco en Par¨ªs, en noviembre pasado. Es seguro que numerosos pa¨ªses europeos piensan lo mismo.
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