Del subsuelo a la pintura
Recordaba, viendo la escultura Grandeur plus que nature de la Anarcoma de Nazario, que presid¨ªa la excelente exposici¨®n de El V¨ªbora, celebrada recientemente en el mism¨ªsimo C¨ªrculo de Bellas Artes, aquel a?o en que corri¨® el rumor, cierto a todas luces e indicios, de que hab¨ªa llegado a Barcelona una brigada especial dispuesta a la caza y captura de un joven dibujante sevillano que hab¨ªa tenido la osad¨ªa de editar clandestinamente un tebeo de obscenas y divinas pira?as. Ah¨ª es nada lo que ha pasado con el tiempo, lo que ha cambiado desde entonces a ahora el destino y la suerte de una cierta cultura urbana y marginal.En aquel entonces el Onliy¨², el Nazario y el Mariscal se embarcaban estoicamente en tebeos que nunca pasaban -?y a¨²n gracias! del primer n¨²mero, y hoy el primero firma editorial tras editorial y los dem¨¢s se descuelgan como si se tratase de estrellas invitadas en un V¨ªbora que tira tropecientos mil ejemplares y que cada a?o goza de un mejor estado de salud editorial.
En fin, que el tiempo pasa erre que erre y que reparte todo tipo de dones, aunque se trate de dulces envenenados, para hacernos olvidar su infatigable usura sobre las cosas y sobre su sentido.
Cambio de tercio
En ese cambio de tercio respecto a la suerte de una cierta cultura urbana hemos de situar tambi¨¦n la evoluci¨®n y el paso de ciertos personajes, como Mariscal, Ceesepe, o el propio Hortelano a los terrenos que se considera espec¨ªficos de la pintura. Del Hortelano comentamos ya, hace un par de temporadas, la traducci¨®n de su universo dibuj¨ªstico a unos planteamientos m¨¢s ambiciosos en su forma y en su impacto. Como dijimos entonces, no se trataba, en rigor, y como a ¨¦l le gusta entender, de un salto desde el lenguaje del comic a los planteamientos estrictamente pict¨®ricos, por cuanto su trabajo anterior apenas nunca se hab¨ªa ajustado a las convenciones m¨ªnimas establecidas para el comic.Habr¨ªa de entenderse, m¨¢s bien, como una evoluci¨®n de la propia labor dibuj¨ªstica, sobre todo en t¨¦rminos de color y de formato, as¨ª como el paso a un segundo t¨¦rmino del papel habitualmente destinado a la edici¨®n. Pues bien, en esta nueva exposici¨®n de El Hortelano, que se muestra en la galer¨ªa madrile?a Moriarty, y que se prolongar¨¢ hasta el pr¨®ximo martes d¨ªa 10, asistimos a un nuevo deslizamiento, esta vez claramente visible a trav¨¦s de los dos per¨ªodos en que se sit¨²an las obras expuestas, unas procedentes de 1982 y
otras elaboradas en el a?o que concluy¨® hace unos d¨ªas
Universo imaginario
Las primeras pertenecen a¨²n, en t¨¦rminos generales, a la esfera de los trabajos que ya vimos en su anterior muestra madrile?a, a esa incursi¨®n en el gran formato, que se ve¨ªa favorecida por la energ¨ªa liberada por la fuerza centr¨ªfuga inherente a su tradicional universo imaginario y dibuj¨ªstico. No se cambiaba all¨ª de medio, sino de grado, en lo que se aparec¨ªa -o se pod¨ªa leer- como una exigencia planteada por el propio lenguaje del autor. Eso sigue siendo estrictamente cierto para aquellas piezas, aqu¨ª presentes, fechadas en 1982 y que, como Nosotros somos el hijo del mundo, nos devuelven de nuevo la imagen y el humor del Hortelano mejor conocido.El cambio sutil hay que situarlo en otro lugar, concretamente en el 1)aso del papel al lienzo. Ah¨ª s¨ª parece como si un medio nuevo hubiese impuesto ciertas coordenadas al artista en su lenguaje, o, como en los uroboros, una evoluci¨®n de las intenciones expresivas del artista le condujera a la necesidad de resolverlas mediante el empleo de nuevos materiales.
Pero el hecho es ese: asistimos, en los lienzos de 1983, a un descenso intermitente del componente explosivo, a una cierta contenci¨®n de las distorsiones compositivas y tem¨¢ticas, que igualmente apaga los registros de color y sit¨²a la iron¨ªa en una esfera no menor en su alcance, pero s¨ª con el empleo de recursos menos estridentes.
El propio Hortelano dice en el cat¨¢logo de la exposici¨®n que el motivo fundamental que le excit¨® para hacer la serie de dibujos sobre la estatua del Jard¨ªn Bot¨¢nico es que la canci¨®n nunca a ha llegado a aburrirle. El, que pinta siempre con m¨²sica a?ade que "tanto la m¨²sica como la letra, me producen un terremoto furioso de im¨¢genes en la cabeza y las ten¨ªa que sacar fuera, tarde o temprano".
Entonces vi¨® los ambientes en blanco y negro, "con much¨ªsimos grises de aguada, hasta llegar a un blanco puro, dosificado con cuentagotas", a?ade. "Todo son espacios abiertos, cielos palpitantes como corazones, el metal, un personaje resumen del hombre como filtro del mundo, la soledad, la zoolog¨ªa, el fulgor y la gloria de las cositas muy peque?as, esa ansiedad espa?ola, que empieza a arder en alegr¨ªa en nuestras habitaciones..." Y todo eso est¨¢ dentro de su pintura.
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