El porqu¨¦ de un reformismo liberal
El mapa pol¨ªtico espa?ol, aunque se ha clarificado en sus l¨ªneas b¨¢sicas, sufre la artificialidad que se deriva de la desaparici¨®n excepcional e irrepetible de UCD, que ha originado transferencias de votos a derecha y a izquierda que tienen todo el car¨¢cter de provisionales. Coalici¨®n Popular y PSOE son conscientes de que su incremento de esca?os no se debe en su totalidad a m¨¦ritos propios, y asimismo de que la divisi¨®n de los ciudadanos espa?oles en conservadores y socialistas es una simplificaci¨®n burda y grosera. Por todo ello, Fraga ha reaccionado diciendo que en pol¨ªtica s¨®lo cuentan las realidades; Alfonso Guerra nos ha calificado de operaci¨®n publicitaria donde se refugian ambiciones personales, y ?scar Alzaga nos ha advertido que nuestro futuro depende ¨²nica y exclusivamente de una integraci¨®n en Coalici¨®n Popular.Esto es s¨®lo el comienzo. Seg¨²n vayamos avanzando, es m¨¢s que previsible que se establezca un acuerdo entre las dos potencias, ya sea creando o favoreciendo otras fuerzas pol¨ªticas menos inquietantes o m¨¢s manejables, ya sea utilizando a fondo las discriminaciones de la televisi¨®n p¨²blica en favor de los partidos parlamentarios, ya sea dificultando los apoyos financieros o incluso pidiendo un boicoteo econ¨®mico, ya sea descalificando a personas del nuevo proyecto o buscando la divisi¨®n entre ellas, y en general utilizando cualquiera otros m¨¦todos que en pol¨ªtica, nadie sabe a ciencia cierta por qu¨¦, suelen considerarse como v¨¢lidos, honestos y consecuentes.
Estamos preparados para ello. Tenemos muy pocas dudas en cuanto al ¨¦xito de la operaci¨®n, notamos su dinamismo natural, y de cuando en cuando recordamos el mensaje b¨ªblico de que "lo que nos amenaza tambi¨¦n est¨¢ en peligro". El PSOE empieza a notar lo que significa el desgaste del poder, y Coalici¨®n Popular tiene todas las apariencias de una reencarnaci¨®n de UCD. Hagan lo que hagan, sus esfuerzos ser¨¢n vanos y est¨¦riles. El liberalismo aut¨¦ntico tiene que influir en la sociedad espa?ola al igual que est¨¢ influyendo en la sociedad europea con sus 20 millones de votos, seis partidos liberales en -el Gobierno -a veces en coalici¨®n con la democracia cristiana y a veces con la socialdemocracia- y otros cuatro en una oposici¨®n parlamentaria significativa, como es el caso del Partido Liberal ingl¨¦s, que a pesar de obtener, en coalici¨®n con los socialdem¨®cratas, un 25% del voto popular, se ha visto retribuido con una representaci¨®n parlamentaria simb¨®lica gracias a una ley electoral radicalmente injusta.
El liberalismo no es una fuerza intermedia entre el socialismo y el conservadurismo, sino una fuerza claramente distinta. El pensamiento conservador tiende a ser est¨¢tico, a aceptar ¨¦l cambio s¨®lo cuando la realidad lo hace evidente, a llevar lo tradicional -muchas veces anecd¨®tico- a categor¨ªas absolutas, a caer en un misticismo autoritario y a respetar privilegios de todo orden aun cuando sean una causa importante de las desigualdades sociales. Los socialistas marxistas y los no marxistas en sus muchas variantes coinciden, de hecho, en poner la sociedad como un valor superior al individuo y la igualdad como un principio que, consciente o inconscientemente, prima sobre la libertad. El socialismo termina desarrollando un fetichismo de Estado, una veneraci¨®n perniciosa del Estado, una aut¨¦ntica estadolatr¨ªa que afecta tambi¨¦n a los conservadores. El socialismo acaba siendo un poder absoluto, minucioso, previsor y bondadoso que mantiene a la sociedad en una infancia perpetua. Conservadores y socialistas podr¨¢n intentar ponerse todas las sedas liberales que les parezcan oportunas, pero al final seguir¨¢n siendo conservadores y socialistas.
Contra el estancamiento
La operaci¨®n liberal reformista no es un lujo, sino una aut¨¦ntica necesidad para enriquecer la vida pol¨ªtica espa?ola en una serie de ¨¢reas en donde se ha producido un estancamiento, grave:?
- Es necesario reavivar y positivar el debate auton¨®mico. En el mundo occidental, la inmensa mayor¨ªa de las naciones tiene un sistema federal de Estado, y las excepciones suelen referirse a pa¨ªses con democracia poco avanzada. Ese es el caso del sur de Europa, en donde los procesos auton¨®micos encuentran siempre enormes dificultades para desarrollarse como consecuencia de actitudes que tienden a dramatizar y a radicalizar el proceso con alusiones a los reinos de taifas o a la balcanizaci¨®n de Espa?a. Habr¨¢ que precaverse frente a estas actitudes, que aunque son m¨¢s frecuentes en la derecha cl¨¢sica, con sus inevitables recelos frente a todo cambio, se extienden tambi¨¦n con facilidad a la izquierda, con sus tendencias naturales a la burocratizaci¨®n y a la planificaci¨®n. Estamos llenos de falsos profetas de las autonom¨ªas y de centralistas emboscados que no est¨¢n dispuestos a ceder privilegios ni posiciones favorables al caciquismo. Es muy dif¨ªcil que un centralista deje de serlo radicalmente y llegue a interesarse de verdad en entender estos procesos de descentralizaci¨®n profunda como una clave esencial del proceso democr¨¢trico. Despu¨¦s de muchos siglos de centralismo, las querencias Y los comportamientos pueden ocultarse con mayor o menor, habilidad pero cualquier investigaci¨®n, por superficial que sea, pone de manifiesto los planteamientos aut¨¦nticos. Es un sentimiento muy parecido al machismo de la sociedad espa?ola, y plantea problemas similares en su erradicaci¨®n.
- Es necesario incrementar el ¨ªndice. de internacionalismo de una sociedad que ha vivido encerrada en s¨ª misma durante un largo per¨ªodo de tiempo y que sigue manteniendo frente a lo exterior un profundo complejo de inferioridad que a veces se manifiesta en provincianismo y otras en agresividades y desprecios est¨¦riles que en nada favorecen ni nuestro desarrollo cultural ni econ¨®mico. Sin llegar a las actitudes de Ortega cuando afirma que "Espa?a no es nada, es una antigua raza berberisca, donde hubo algunas mujeres hermosas, algunos hombres bravos y algunos pintores de retina genial", y, sin tener que decir con ¨¦l que "me importa m¨¢s Europa que Espa?a, y Espa?a s¨®lo me importa si se integra espiritualmente en Europa", es preciso reconocer que habr¨¢ que salir de este aislamiento y poner en marcha una din¨¢mica modesta y pragm¨¢tica de incorporaci¨®n al mundo occidental que permita a nuestros. pol¨ªticos, a nuestros intelectuales, a nuestros empresarios, a nuestros militares, a nuestros trabajadores y a nuestra Iglesia una visi¨®n m¨¢savanzada del funcionamiento de la sociedad, una moderaci¨®n global de actitudes y sobre todo aumento de los niveles de exigencia y de responsabilidad. Siguen existiendo en Espa?a frenos, recelos y reservas en cuanto a este proceso de modernizaci¨®n de la sociedad espa?ola que s¨®lo favorecen a los inseguros, a los temerosos y a los que conocen su incapacidad para adaptarse a nuevos estilos y a nuevas jerarqu¨ªas de valores.
- Es necesario, al fin, recuperar el optimismo econ¨®mico, devolviendo al sector privado una primac¨ªa aut¨¦ntica sobre la acci¨®n del Estado. Existe un miedo pro fundo a arriesgarse en el trata miento de los problemas econ¨®micos, y ello se debe en gran parte a los pudores y a las reservas con los que el PSOE tiene que operar para combinar su pragmatismo y su ideolog¨ªa y a la querencia fan¨¢tica de la derecha hist¨®rica a jugar al catastrofismo, tema al que en alguna manera se refiri¨® el Rey de Espa?a en su mensaje navide?o al decir que "no resulta admisible, ni eficaz, ni patri¨®tico dar la sensaci¨®n de que nos congratulamos de las desgracias que a Espa?a perjudican por el hecho de que concurran bajo el mandato pol¨ªtico de aquellos con cuyas ideas no se coincide en un momento dado".
Por el momento, es cierto que el PSOE no tiene otro remedio que continuar una pol¨ªtica clara de centro-derecha, salvo que quiera asumir el riesgo cierto d¨¦ perder entre un 30% y un 50% de su electorado. Tendr¨¢ que efectuar de tiempo en tiempo algunas concesiones simb¨®licas al izquierdismo cl¨¢sico, pero en su conjunto seguir¨¢ siendo, como ya han se?alado tantos observadores extranjeros, el partido socialista m¨¢s moderado de la Europa occidental. Ni Soares, rii Craxi, ni Mitterrand, ni Papandreu podr¨¢n igualarle en este proceso de derechizaci¨®n, salvo en el caso de una profundizaci¨®n aguda de la crisis econ¨®mica que le obligar¨ªa a una cierta huida hacia adelante.
El miedo a la libertad
En todo caso, el temor a una socializaci¨®n irreversible es v¨¢lida por cuanto el miedo a la libertad, el apego a lo convencional y a lo f¨¢cil, los oportunismos pol¨ªticos y ciertas ignorancias van a lograr la existencia de Estados sobre los que el individuo pierda toda capacidad de control y se conviertan en instrumentos "intr¨ªnsecamente superiores" que, bajo el pretexto de asegurarnos la felicidad y la seguridad colectivas, destruyan los impulsos creadores y la capacidad de reacci¨®n contra la mara?a burocr¨¢tica kafkiana. El individuo y la sociedad civil tendr¨¢n que empezar a reaccionar. Una vez que el Estado controla la actividad econ¨®mica, las dem¨¢s libertades, incluida, desde luego, la cultural, pero tambi¨¦n la pol¨ªtica, empiezan a verse afectadas gravemente. La presencia de la operaci¨®n liberal reformista ser¨ªa aut¨¦nticamente necesaria para alimentar una conciencia cr¨ªtica frente a la prepotencia del Estado y para impulsar el sentimiento de responsabilidad y de iniciativa del sector privado.
En las pr¨®ximas elecciones generales no tenemos otro remedio que ganar para afrontar de un lado, todos esos objetivos, y para evitar, de otro, el intento de perpetuaci¨®n de un bipartidismo paquid¨¦rmico, est¨¦ril, torpe, agrio, inconsistente, radicalizador y artificial.
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