Normalizaci¨®n entre EE UU y el Vaticano
SE ACABA de hacer p¨²blica la decisi¨®n de EE UU y del Vaticano de restablecer entre s¨ª relaciones diplom¨¢ticas normales. ?stas hab¨ªan sido rotas en 1867 (cuando a¨²n exist¨ªan los Estados Pontificios) por una decisi¨®n del Congreso de EE UU suprimiendo los cr¨¦ditos para sostener una Embajada en el Vaticano. Desde entonces, el paso m¨¢s importante para abrir un canal de comunicaci¨®n entre el Vaticano y Washington lo dio el presidente Roosevelt en diciembre de 1939, a los pocos meses del estallido de la segunda guerra mundial; envi¨® una carta al Papa subrayando la necesidad de aunar esfuerzos para restablecer la paz en el mundo (EE UU entr¨® en la guerra dos a?os despu¨¦s) y proponiendo enviar un delegado personal suyo. El Papa acept¨® y recibi¨® poco despu¨¦s al se?or Myron Taylor en unas condiciones bastante parecidas a las de un embajador. Con algunas excepciones, los presidentes norteamericanos han tenido un enviado en la Santa Sede. Pero estos antecedentes no disminuyen la significaci¨®n pol¨ªtica de la decisi¨®n que ha tomado la Administraci¨®n Reagan, convirtiendo una situaci¨®n at¨ªpica en unas relaciones diplom¨¢ticas normales. El Vaticano tiene ya relaciones con m¨¢s de 100 pa¨ªses y siempre ha deseado ampliarlas incluso a los pa¨ªses en los cuales la Iglesia Cat¨®lica es minoritaria. En 1982, el Reino Unido abri¨® su Embajada cerca de la Santa Sede despu¨¦s de una interrupci¨®n de 400 a?os. Ahora lo hace EE UU. Ello eleva indiscutiblemente las posibilidades del Papa de desempe?ar cierto papel en la vida internacional.Esta normalizaci¨®n se produce en una coyuntura internacional particularmente tensa. El problema del armamento nuclear y de los peligros de guerra provoca enorme inquietud en todos los pa¨ªses, sobre todo en Europa. El Papa est¨¢ mostrando una sensibilidad particular ante estos problemas angustiosos. Quiz¨¢ el documento m¨¢s significativo en este orden haya sido su mensaje a los hombres de ciencia, en el que les invita, con una claridad mayor que en otras ocasiones, a no contribuir a la creaci¨®n de instrumentos de muerte cada vez m¨¢s destructivos. Por su parte, monse?or Casaroli, quiz¨¢ uno de los hombres m¨¢s finos de la diplomacia vaticana desde hace mucho tiempo, ha realizado algunos viajes, en concreto a Estados Unidos, insistiendo en la necesidad ineludible de avanzar hacia el control de los armamentos y de restablecer los puentes hoy cortados de la negociaci¨®n con Mosc¨². Si el peso del Vaticano se hace sentir en favor de un proceso negociador que lleve a la limitaci¨®n y control de las armas nucleares, ser¨¢ indiscutiblemente un hecho importante y positivo.
La decisi¨®n de la Administraci¨®n Reagan responde, sin duda, en gran medida, a consideraciones de pol¨ªtica interior norteamericana, concretamente a los proyectos del actual presidente de presentarse a un segundo mandato presidencial en las elecciones de noviembre de 1984. La poblaci¨®n cat¨®lica representa ya una cuarta parte, aproximadamente, del electorado, y su peso tiende a aumentar; se ha inclinado m¨¢s bien hacia los dem¨®cratas y, por lo tanto, modificar algo esa tendencia puede ser electoralmente muy eficaz. Reagan ha tenido situaciones conflictivas con la Iglesia cat¨®lica norteamericana, sobre todo como consecuencia del documento publicado por ¨¦sta contra el armamento nuclear; hoy este tema es motivo de discusi¨®n en los c¨ªrculos cat¨®licos y da lugar a opiniones muy diversas. Es natural que Reagan considere que, al restablecer las relaciones con el Vaticano, puede ganar simpat¨ªas en el electorado cat¨®lico. Al mismo tiempo, tiene la preocupaci¨®n de presentar una imagen equilibrada de su pol¨ªtica exterior, exaltando por un lado la prepotencia dura de EE UU, pero a la vez indicando una voluntad de negociaci¨®n y de paz. La campa?a de determinadas iglesias protestantes contra las relaciones con el Vaticano se apoya en un argumento que, dentro de la tradici¨®n norteamericana, tiene sin duda peso: se otorga una situaci¨®n privilegiada a una Iglesia; no cabe tener relaciones diplom¨¢ticas con otras Iglesias. Algunos comentarios especulan con la posibilidad de que Reagan, en las futuras elecciones, pierda m¨¢s votos no cat¨®licos que los que pueda ganar. Sin embargo, lo m¨¢s probable es que, en un plazo corto, las relaciones con el Vaticano se conviertan en algo asumido y normal, poco explotable contra el casi seguro candidato Reagan el pr¨®ximo noviembre.
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