Mittterrand, Espa?a y el terrorismo
LAS RETICENCIAS de algunos sectores del nacionalismo vasco democr¨¢tico -desde el PNV hasta Euskadiko Ezkerra- respecto a las medidas adoptadas por el Gobierno de Mitterrand en el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s contra dirigentes y militantes de ETA s¨®lo pueden ser explicadas por el clima preelectoral que vive la comunidad aut¨®noma. Mientras las actividades criminales -disfrazadas con el eufemismo de guerra sucia- contra ciudadanos con pasaporte espa?ol residentes en Francia, sean cuales sean sus antecedentes policiales, merecen la condena inequ¨ªvoca y el pleno rechazo, la decisi¨®n de la Administraci¨®n francesa de asignar residencia obligatoria lejos de nuestra frontera a un grupo de personas sospechosas de actividades terroristas no s¨®lo se mueve dentro del marco de la legalidad, sino que, adem¨¢s, cumple con un deber de solidaridad entre sistemas que defienden las libertades y descansan sobre principios democr¨¢ticos. Ning¨²n Gobierno comprometido con los valores pluralistas debe tolerar que su territorio sirva de santuario a bandas terroristas que operan en otros pa¨ªses tambi¨¦n democr¨¢ticos. Existen sobradas evidencias de que buena parte de los militantes y simpatizantes de ETA domiciliados en Francia no s¨®lo huyen de la acci¨®n de la justicia espa?ola, sino que utilizan el suelo del pa¨ªs vecino para preparar nuevas acciones criminales, adquirir armamento y recaudar el dinero procedente de las extorsiones contra industriales y profesionales que viven y trabajan en Espa?a.Al a?o de su investidura, Felipe Gonz¨¢lez est¨¢ recogiendo los frutos de su sostenida batalla para conseguir del Gobierno franc¨¦s una colaboraci¨®n m¨¢s activa en la lucha contra la amenaza terrorista. Las relaciones internacionales rara vez pueden ser explicadas exclusivamente en t¨¦rminos de nexos bilaterales. La diplomacia personal del presidente -sus conversaciones con las personalidades que hoy dirigen la pol¨ªtica de Estados Unidos, Europa y Latinoam¨¦rica- ha contribuido a disipar las dudas de los responsables de la Rep¨²blica Francesa sobre la urgente necesidad de colaborar con la Espa?a democr¨¢tica en su combate contra las bandas armadas. Aunque los episodios de guerra sucia en suelo franc¨¦s y las acciones de Iparretarrak admitan ser presentados en una relaci¨®n de causa y efecto con la decisi¨®n adoptada por el Gobierno de la naci¨®n vecina, el presidente Mitterrand merece el agradecimiento de la opini¨®n p¨²blica espa?ola. La irritaci¨®n contra Francia registrada en nuestro pa¨ªs durante los ¨²ltimos tiempos, que amenazaba con degenerar en una francofobia galopante, puede invertir su signo si el Gobierno de Mitterrand presta su apoyo en la lucha antiterrorista y si -como algunos s¨ªntomas parecen anunciar- transforma su parroquialismo en la pol¨ªtica europea en un abierto respaldo al ingreso de Espa?a y Portugal en la CEE, como s¨ªntoma de un nuevo relanzamiento de la idea y el sue?o de la unidad de Europa.
Si para conseguir la erradicaci¨®n del terrorismo la colaboraci¨®n de Francia es una condici¨®n necesaria, lo que implica la continuidad y la intensificaci¨®n de la acci¨®n de su Gobierno en la b¨²squeda de ese objetivo, no constituye, sin embargo, una condici¨®n suficiente. La violencia en el Pa¨ªs Vasco tiene antiguos or¨ªgenes -no en vano algunos ide¨®logos de Herri Batasuna se proclaman herederos de los carlistas del general Zumalac¨¢rregui y del cura Santa Cruz- y hunde sus ra¨ªces en complejos conflictos sociales e ideol¨®gicos nacidos de un acelerado y traum¨¢tico proceso de aculturaci¨®n, agravado ahora por la crisis econ¨®mica y el fracaso de las fuerzas pol¨ªticas vascas para conseguir un grado m¨ªnimo de consenso. La contraposici¨®n entre las medidas policiales y las medidas pol¨ªticas pone de relieve ahora toda su falsedad de planteamiento. Las medidas adoptadas por el Gobierno franc¨¦s tienen car¨¢cter policial o administrativo, pero son consecuencia de las medidas pol¨ªticas -de pol¨ªtica exterior, en este caso- ensayadas por el Gobierno espa?ol, en combinaci¨®n con Gobiernos aliados que miran en el apoyo a Espa?a un eventual giro del PSOE en cuestiones como la OTAN o el reconocimiento de Israel.
En cualquier caso, el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez no debe olvidar que la violencia terrorista, cuyo brutal despliegue ha hecho posible la tolerancia francesa, naci¨® a este lado de la frontera con apoyos sociales que s¨®lo la acci¨®n pol¨ªtica puede suprimir o reducir a niveles insignificantes. La amnist¨ªa de 1977, la aprobaci¨®n del Estatuto de Guernica, la plena entrada en la legalidad del PNV y de Euskadiko Ezkerra, la autodisoluci¨®n de ETA-VII Asamblea y el funcionamiento de las instituciones vascas de autogobierno han contribuido a que la violencia de las ramas de ETA -cuyos efectos criminales contin¨²an ensangrentando nuestro suelo- haya degenerado en una mera forma de bandidaje pol¨ªtico y haya perdido buena parte del respaldo popular del que se benefici¨®. Pero por razones diversas, lamentables quiz¨¢, e incomprensibles, aunque en todo caso existentes, este apoyo social permanece y es rid¨ªculo suponer que la lucha contra ETA, policial y pol¨ªticamente, no necesite todav¨ªa mucho tiempo, mucha paciencia y mucha habilidad antes, de ser positivamente resuelta. La prosecuci¨®n de esa l¨ªnea pol¨ªtica, que incluye, seg¨²n parece, un conjunto de medidas para lograr la reinserci¨®n social a medio o largo plazo de quienes renuncien sincera y definitivamente a la violencia, no s¨®lo no es contradictoria con una adecuada estrategia policial, sino que constituye la base indispensable para su desenvolvimiento. Porque si era c¨ªnica la postura francesa de decir que el problema vasco era exclusivamente espa?ol y que no se le pod¨ªa pedir a Par¨ªs que lo resolviera, ser¨ªa ahora c¨ªnico decir por parte de Madrid que con la colaboraci¨®n gala est¨¢ todo, o lo principal, resuelto.
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