Poco cambio en Dinamarca
LA DECISI?N del primer ministro dan¨¦s, Poul Schl¨¹ter, de convocar elecciones anticipadas para asentarse en un poder que ten¨ªa de forma muy precaria le ha dado parte de raz¨®n, pero no toda: el avance de su Partido Conservador ha sido considerable, pero menor de lo que esperaba, de forma que no va a salir de la peque?a prisi¨®n de los partidos menores con los que formaba coalici¨®n. Con una peque?a p¨¦rdida de sus aliados centristas y un min¨²sculo avance de los radicales liberales, seguir¨¢n formando pr¨¢cticamente el mismo grupo de poder y seguir¨¢n siendo desafiados por una oposici¨®n que no ha perdido toda su fuerza.Los socialdem¨®cratas contin¨²an siendo el primer partido dan¨¦s, y su retroceso -que probablemente no ir¨¢ m¨¢s all¨¢ de dos esca?os cuando se conozcan los resultados definitivos- no les quita esa posici¨®n. Superan, al menos en 15 diputados, a los conservadores. Unidos a las otras izquierdas, siguen constituyendo una oposici¨®n musculosa cuya fuerza consiste precisamente en la fragmentaci¨®n de la coalici¨®n que va a seguir gobernando y, por tanto, en las dificultades del primer ministro reelegido para llevar adelante un plan duro de austeridad econ¨®mica:. sus aliados, m¨¢s al centro, no le dejan. La fragmentaci¨®n es uno de los problemas generales de pol¨ªtica en Dinamarca: hay 13 partidos con posibilidades parlamentarias. Y una vez m¨¢s se presenta el gran enigma de la democracia contempor¨¢nea, que es el de saber s¨ª conviene m¨¢s una opini¨®n p¨²blica que al estar fragmentada permite una aplicaci¨®n mejor de las afinidades de cada ciudadano y termina buscando soluciones medias o el sistema bipartidista izquierda-derecha, que a su vez se recompone de fragmentos internos y que, si suele tener m¨¢s eficacia gobernante, en cambio se presenta a los electores como un sistema de mal menor, de resignaci¨®n, en el que los descontentos terminan por cristalizarse y ocasionar cambios rotundos en algunos momentos.
No ha habido cambio rotundo en Dinamarca. La coalici¨®n socialdem¨®crata gobern¨® hasta septiembre de 1982 y vivi¨® esa vida dificil del gobernante expuesto siempre a la censura y a quedarse con los planes a medio hacer. Al socialdem¨®crata Anker J¨²rgensen le sustituy¨® entonces el conservador Poul Schl¨¹ter con su coalici¨®n minoritaria, y probablemente el recuento definitivo de votos muestre que esta coalici¨®n sigue siendo minoritaria aunque est¨¦ m¨¢s asentada y la tendencia de voto haya sido m¨¢s conservadora que en las elecciones anteriores. En el hecho de que el resultado no haya sido tan brillante como esperaba y no haya significado el verdadero cambio, tendr¨¢ que ver el primer ministro renovada una desconfianza relativa por su plan de austeridad, que parece haber conseguido unos menores n¨²meros en las estad¨ªsticas econ¨®micas -inflaci¨®n, balanza de pagos, aumento de inversiones-, pero no ha mejorado el nivel de vida ni ha conseguido detener el crecimiento del paro obrero. Est¨¢n, por otra parte, los elementos morales de la pol¨ªtica, como la nueva fuerza del pacifismo, la insistencia ecol¨®gica y la tradici¨®n socialista escandinava, que se han mantenido en buena parte a favor de los socialdem¨®cratas. Es muy probable que, si los conservadores, y la derecha en general, hubieran dispuesto de un dirigente menos absolutista, menos duro que Schl¨¹ter, sus posiciones hubieran mejorado bastante.
Por lo que parece ahora, estas elecciones anticipadas no han resuelto el verdadero problema de la gobernaci¨®n precaria y quiz¨¢ pueden precipitar algunos conflictos mayores para el futuro inmediato: Schl¨¹ter va a tener que llevar adelante sus planes econ¨®micos prometidos, y cuanto m¨¢s los quiera apurar m¨¢s dificultades tendr¨¢ para llevarlos a cabo.
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