Para no temer a la muerte...
Porque desde hace casi ocho a?os tengo una leucemia como imprevista y no deseada compa?era, amo con pasi¨®n la vida y el vivir.No quisiera que alguien, si cont¨ªn¨²a leyendo, me catalogue como una especie de necr¨®filo hist¨¦rico y masoquista. Me aferro cada d¨ªa a todo lo bello que me rodea. Lo persigo obstinadamente: desde la verde belleza de mis prados y
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Viene de la p¨¢gina 11 monta?as o del fiero mar hasta el calor de una conversaci¨®n de amigos junto a una jarra de vino o la suavidad de una mano cari?osa entre las m¨ªas...
He de confesar, adem¨¢s, que he tenido mucha suerte, porque de la gama de trastornos hematol¨®gicos me ha tocado uno que por ahora camina quedo y sin empujar demasiado. Tambi¨¦n considero otra suerte el no haber sido enga?ado como un ni?o o un tonto en tema tan fundamental. Por ¨²ltimo, el equipo m¨¦dico que coiltrola el proceso leuc¨¦mico est¨¢ compuesto por unos magn¨ªficos profesionales tan competentes como cercanos. Esta vez el personaje-m¨¦dico no se ha tragado a la persona. Ello hace que pueda sentirles pr¨®ximos y con respuestas a todas mis preguntas, y no encaramados en el Olimpo de su ciencia m¨¦dica arcana e incomunicable a los profanos.
De un tiempo a esta parte comienza a salir a la plaza p¨²blica el tema de los derechos del enfermo o el de las asociaciones por una muerte digna.
Hay y siempre habr¨¢ personas que, con todo el derecho del mundo, se aferrar¨¢n a la vida y pedir¨¢n -ellos deber¨ªan ser los peticionarios y no sus familiares, en los casos en que puedan hacerlo- que se empleen todas las t¨¦cnicas posibles para sobrevivir. Y as¨ª debe hacerse. Pero, ?y los otros? Los que no tienen ese inter¨¦s, los que quieren elegir ellos mismos, los que no ceden ese derecho indeclinable ni a familiares ni a m¨¦dicos, los que ya han elegido. ?Nadie les va a ayudar? ?Depender¨¢ algo tan importante de la suerte de encontrarse con un equipo m¨¦dico sensibilizado ante el problema? Yo -y perd¨®n si suena a pretencioso me niego a correr ese riesgo. Ten go buenos amigos entre m¨¦dicos y enfermeras que est¨¢n en mi misma onda, y me parece sentirme un poco m¨¢s a salvo por ello. Pero no se trata de esto: no quiero que cualquiera de ellos, cuando llegue el momento, se sienta urgido por la amistad y amenazado por la ley; y tampoco me parece justo quedarme tranquilo porque mi problema personal est¨¦ bien enfocado y con bastantes posibilidades de una buena salida. Quiero hablar en nombre de otros enfermos que piensan como yo, en nombre de los que con el tiempo llegar¨¢n a pensar as¨ª, de los ahora sanos que se plantean estas cosas sin miedos hist¨¦ricos, de los que ya han tenido experiencias desagradables si no en s¨ª mismos, en sus familiares.
Es preciso que vayan surgiendo m¨¢s, muchas m¨¢s voces que posibiliten, que fuercen la creaci¨®n de una asociaci¨®n por una muerte digna en Espa?a, que ser¨ªa el modo de institucionalizar la idea y de moverse por una legislaci¨®n pertinente sobre el caso. Los interesados pueden dirigirse a Miguel A. Lerma. Apartado 60.044, Madrid. / licenciado en Filosof¨ªa y Letras.
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