Cuando la copia se convierte en un original
CHRISTIAN RIGALLa fascinaci¨®n del arte de la fotocopia reside en su simplicidad, rapidez y bajo coste
La electrograf¨ªa, o arte de la fotocopia, no es precisamente un invento reciente, pero en el curso de los ¨²ltimos a?os est¨¢ adquiriendo cada vez importancia mayor.La misma Gioconda estuvo a punto de perder su sonrisa y de fruncir el ce?o: ?una obra de vanguardia en el Louvre! Se trataba de la mayor fotocopia del mundo (144 metros de longitud en una sola pieza), realizada con una m¨¢quina Xerox 2080, que representaba el metro de una modista. En desplegarlo sacrilegamente en la gran galer¨ªa de ese sancta sanct¨®rum del arte no se tard¨® m¨¢s que una tarde de un d¨ªa de cierre del museo, el a?o pasado. Aunque sin llegar al nivel de una consagraci¨®n, tal acontecimiento revisti¨®, al menos, un valor simb¨®lico: con ¨¦l un nuevo arte adquir¨ªa carta de naturaleza en el panorama art¨ªstico franc¨¦s.
Conocido con el nombre de copy art en Estados Unidos, donde naci¨® all¨¢ por los a?os sesenta, su fundamento consiste en desviar a la fotocopiadora de su funci¨®n primordial, sirvi¨¦ndose de ella para crear obras originales. En 1980 acu?amos el neologismo electrograf¨ªa para denominar ese arte surgido de un procedimiento electrost¨¢tico (v¨¦ase Le Monde Dimanche del 5 de julio de 1981). Las t¨¦cnicas de base utilizadas por los electr¨®grafos son sencillas e instant¨¢neas: la toma directa permite realizar electrograf¨ªas de objetos o de partes de cuerpos, coloc¨¢ndolos directamente sobre el vidrio de exposici¨®n; el boug¨¦, o movimiento, produce deformaciones cuando se desplaza el original en el momento de captar la imagen; la pintura a la luz es la creaci¨®n de efectos de colores mediante un juego de luces y sombras sobre la placa de la copiadora; la pintura al dedo se consigue interrumpiendo el ciclo de electrocopia antes de la fijaci¨®n del pigmento sobre el papel y manipul¨¢ndolo; la degeneraci¨®n resulta de repetir el proceso consistente en fotocopiar la ¨²ltima copia realizada hasta que la imagen se rompa en l¨ªneas o puntos; por ¨²ltimo, lo que llamamos descomposici¨®n es el desplazamiento del original antes de cada una de las tres tomas de la imagen del ciclo de electrocopia en color, para separar los colores primarios. Las obras creadas de este modo pueden transferirse en caliente sobre soportes tan diversos como los textiles o la madera.
F¨¢cil y econ¨®mico
Las ciencias aplicadas han abierto otras v¨ªas a la creaci¨®n art¨ªstica (arte en v¨ªdeo, arte polaroid, arte por ordenador), pero ninguna de ellas aventaja en simplicidad, rapidez y bajo coste a la electrograf¨ªa. Es esa misma facilidad lo que la torna sospechosa a los ojos de cierto sector de la cr¨ªtica, y no sin algo de raz¨®n, por lo dem¨¢s, pues el estilo, con harta frecuencia, es m¨¢s fruto, de la m¨¢quina que del artista. As¨ª lo atestigua el mon¨®tono parecido entre tantas obras electrogr¨¢ficas. La fotocopiadora, en efecto, ofrece la trampa de una virtuosidad t¨¦cnica f¨¢cil y gratuita, tentadora para numerosos artistas faltos de inspiraci¨®n. Su facilidad resulta, pues, un arma de doble filo: al artista ansioso por imponerse le obliga a compensarla mediante la val¨ªa de sus conceptos, las cualidades formales de su obra o el vigor de un estilo propio. Por eso, la electrograf¨ªa (en la que algunos ven la estampa del futuro) no supone la democratizaci¨®n del arte, como pudiera creerse, por m¨¢s que haya puesto, como se?al¨® Marshall McLuhan, la autoedici¨®n de arte al alcance de todos los bolsillos.
En cuanto al debate sobre la deshumanizaci¨®n de ese arte basado en pulsar botones que constituye la electrograf¨ªa, nos parece algo desprovisto de sentido. El semi¨®logo italiano Umberto Eco se pregunta, con fundada extra?eza, por qu¨¦ ahora que "ya nadie cuestiona el aspecto puramente mec¨¢nico de la fotograf¨ªa... todo el mundo est¨¢ dispuesto a debatir el aspecto puramente mec¨¢nico de la fotocopiadora" (Gianni Castegnoli, 80's xerochromes; pr¨®logo de Umberto Eco; ediciones Franco Maria Ricci, 1979). La copiadora es s¨®lo un instrumento al servicio de la mente creadora del artista y, en ¨²ltima instancia, una creaci¨®n del hombre. Una obra electr¨®nica es, por consiguiente, humana por partida doble.
Los prejuicios que pesan todav¨ªa sobre la electrograf¨ªa y la presentan, sin raz¨®n, como el pariente pobre de la fotograf¨ªa no favorecen precisamente las transacciones en su mercado. Dado el estancamiento que se registra actualmente en Francia en el campo de la fotograf¨ªa, no es de extra?ar que la electrograf¨ªa no se venda. La excepci¨®n que confirma la regla es el caso del italiano Gianni Castagnoli, cuyos xerocromos de prendas de vestir antiguas en gran formato encoladas sobre tela, se venden sin problemas a 720.000 francos. (En la casa de Bernard Picasso, nieto del c¨¦lebre pintor, poseedor de muchas de estas obras, hay que admitir que no desmerecen demasiado si se comparan con las obras del maestro).
Los electr¨®grafos franceses se enfrentan con otros problemas inexistentes para sus colegas norteamericanos: el precio de la copia en color (de 10 a 20 francos, seg¨²n el formato) es m¨¢s elevado aqu¨ª que al otro lado del Atl¨¢ntico, ya que en Francia el n¨²mero de copiadoras en color es todav¨ªa muy reducido (apenas una veintena de modelos Xerox 6500 y Canon NP Color, la mitad de las cuales aproximadamente se encuentra en Par¨ªs) a causa de la pol¨ªtica de no comercializaci¨®n que se sigue con ellas, por considerar que apenas tienen demanda; la aplicaci¨®n de un r¨ªgido control frente a quienes desean conocer su funcionamiento, posiblemente para fusilar el aparato, no facilita precisamente el acceso directo a esas copiadoras; adem¨¢s, los artistas son una clientela poco rentable y, por tanto, no siempre bien acogida en los establecimientos de copias de Par¨ªs, en los que no existen todav¨ªa talleres de electrograf¨ªa como en Estados Unidos.
Un an¨¢lisis dif¨ªcil
Sin embargo, entre los artista que han explorado los aspectos fundamentales de la especificidad de la electrograf¨ªa y de la electrocopia predominan los europeos, mientras ¨¦ste es un terreno apenas cultivado en Estados Unidos. Los norteamericanos, en cambio, dan la preferencia a las investigaciones electrogr¨¢ficas formales y parecen tener cierta predilecci¨®n por los collages de inspiraci¨®n pop, superrealista o dada¨ªsta, a los que la electrocopia les aporta unidad de textura.
Las obras espec¨ªficas de la electrograf¨ªa son dificiles de analizar si se prescinde de sus puras caracter¨ªsticas t¨¦cnicas, pues relegan las consideraciones est¨¦ticas a un segundo plano y son esencialmente conceptuales. El alem¨¢n J¨¹rgen O. Olbrich husmea en las papeleras de las oficinas, disfrazado de empleado de la limpieza, en busca de fotocopias rechazadas, llevando as¨ª a sus ¨²ltimas consecuencias la l¨®gica del arte aleatorio, propia de la electrograf¨ªa. El franc¨¦s Miguel Egana se sirve de la ubicuidad de las copiadoras: al fijar sobre el ocultador la leyenda "arte par¨¢sito", para que aparezca misteriosamente sobre las copias reducidas, transforma a los desconocidos usuarios en creadores de arte sociol¨®gico sin que lo sepan.
En 1974, Wolman, otro franc¨¦s, aprovech¨® el automatismo de la electrocopia para pedir a los visitantes de la primera FIAC que vaciar¨¢n sus bolsillos sobre el vidrio de una copiadora y obtuvieran ellos mismos su retrato de bolsillo (a veces tan revelador como el rostro). Amal Abdenour, palestina residente en Francia, utiliza desde 1970 la propia fuente luminosa de la copiadora para crear abstracciones de sutiles modulaciones. Daniel Cabanis pone el acento en la instantaneidad del proceso electrogr¨¢fico, al utilizar como motivo esferas de reloj.
Para el franc¨¦s Wilfrid Rouff la electrocopia es lo m¨²ltiple por excelencia, y sus instalaciones comprenden gruesos fajos de copias, algunas de las cuales representan muy a prop¨®sito hojas de ¨¢rbol. Por su parte, la brasile?a Margareth Maciel considera con raz¨®n a
Cuando la copia se convierte en original
la electrocopia como el soporte m¨¢s adecuado para el arte burocr¨¢tico y, por ejemplo, despersonaliza su documento de identidad multiplicando progresivamente, a lo largo de una serie de copias, las fotograf¨ªas que figuran en aqu¨¦l, hasta obtener una multitud.Todos estos artistas est¨¢n entre el centenar de participantes en las exposiciones de electrograf¨ªa celebradas en Par¨ªs desde 1980, los cuales han dado a conocer esta forma de arte, reservado hasta entonces a unos reducidos c¨ªrculos de iniciados. Este a?o se ha dado un nuevo paso en Francia con la inauguraci¨®n de los cursos de electrograf¨ªa de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Dijon, por iniciativa de Jean Mathiaut. Gracias a las subvenciones del Ministerio de Asuntos Culturales y de la Direcci¨®n Regional de Asuntos Culturales de Borgo?a, Jean Mathiaut ha llevado a sus alumnos a Par¨ªs, donde en las sesiones de pr¨¢cticas han podido utilizar las electrocopiadoras y telecopiadoras m¨¢s perfeccionadas. En Estados Unidos las escuelas que ofrecen estos cursos son ya innumerables. Sonia Landy Sheridan, el gran precursor de la electrograf¨ªa, junto con el italiano Bruno Munari, fund¨® en 1971 la secci¨®n de sistemas generadores del Instituto de Arte de Chicago, que imparte un programa de estudios al final del cual se expide un diploma de maestro en copy art.
La electrograf¨ªa es el arte tecnol¨®gico m¨¢s pr¨¢ctico del mundo despu¨¦s de la fotograf¨ªa y el cine, y deja muy atr¨¢s al arte en v¨ªdeo y al arte por ordenador. Si bien su futuro, ligado a la evoluci¨®n de la tecnolog¨ªa de las copiadoras, resulta incierto a largo plazo, la verdad es que en Francia la electrograf¨ªa, de reciente introducci¨®n, experimentar¨¢ en los a?os venideros una expansi¨®n r¨¢pida y considerable. Actualmente no s¨®lo ejerce un atractivo muy intenso sobre la juventud, como todo lo relacionado con la tecnolog¨ªa moderna, sino que adem¨¢s, y sobre todo, a principios del presente a?o comenz¨® a instalarse en provincias un parque de copiadoras en color. Al finalizar el primer semestre de 1984, el instrumento principal de la electrograf¨ªa estar¨¢ presente en 12 localidades francesas (Burdeos, Dijon, Lille, Limoges, Lyon, Marsella, Nantes, Niza, Ruan, Estrasburgo, Toulouse y Tours), mientras su implantaci¨®n ha estado limitada hasta ahora a la capital. En adelante, muchos artistas podr¨¢n descubrir su rico potencial sin necesidad de desplazarse centenares de kil¨®metros, como los estudiantes de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Dijon.
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