El ministro island¨¦s de Finanzas conservar¨¢ su perro
David Odsson, alcalde de Reikiavik, capital de Islandia; anunci¨® que pr¨®ximamente ser¨¢ derogada la ley que proh¨ªbe la tenencia de perros en dicha ciudad. Sin embargo, se mantendr¨¢n estrictas delimitaciones sobre las ¨¢reas en las que la medida no tenga vigencia. El alcalde aclar¨® que la medida no tiene ninguna relaci¨®n con el anuncio realizado d¨ªas atr¨¢s por el ministro de Finanzas, Albert Gudmundsson, que amenaz¨® con abandonar el pa¨ªs, y por supuesto su cargo de ministro, antes que separarse de su perro.El ministro hizo su tajante de elaraci¨®n tras haber sido denun ciado por tenencia ilegal de un perro, hecho que reconoci¨®. La violaci¨®n de dicha ley es penada en Islandia con una multa de 2.000 coronas (40.000 pesetas, aproximadamente) o, en su defecto, c¨¢rcel de hasta una semana. El alcalde dijo'que el ministro, en raz¨®n de la inmunidad derivada de su cargo, no puede ir preso, pero s¨ª deber¨¢ pagar la multa como cualquier vecino.
El tema, sin embargo, no ha quedado limitado a la lejana Islandia, sino que ha repercutido en algunos pa¨ªses n¨®rdicos, donde los perros suelen tener mejor acogida que los ni?os, a juzgar por algunas estad¨ªsticas.
As¨ª, en Estocolmo, una asociaci¨®n de amigos de los perros public¨® un anuncio en la Prensa exhortando a firmar una nota de protesta que se har¨¢ llegar a las autoridades islandesas. La prohibici¨®n en Islandia data de 1924, y tuvo su origen en una proliferaci¨®n de quistes hidat¨ªdicos, una enfermedad transmitida por la tenia equinococus, que los perros adquieren al ingerir v¨ªsceras de animales infestados. Puede localizarse en cualquier parte del organismo humano y en algunos casos provoca la muerte del paciente.
la ley se "acataba, pero no se cumpl¨ªa", con la impl¨ªcita vista gorda de las autoridades, hasta que la Sociedad de Amigos de los Perros de Islandia inici¨® una campa?a para su derogaci¨®n, que tuvo efectos contrarios a los buscados, ya que puso sobre el tapete elincumplin¨²ento de la ley y despert¨® el celo de las autoridades.
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