Teor¨ªa del travestido
Uno de los travestidos que aparecen en la pel¨ªcula explica que la diferencia existente entre ¨¦l y una prostituta radica en el arte. La teor¨ªa es que el travestido, por el simple hecho de interpretar y ser otro sexo, es un artista, y, por consiguiente, quien decide encamarse con ¨¦l est¨¢ disfrutando de una asequible muestra de body art.Vestida de azul comparte, puede que involuntariamente, esa formulaci¨®n al optar por un punto de vista acr¨ªtico, cercano al del espectador de cabar¨¦ o al del mir¨®n que contempla el espect¨¢culo del desfile de coches, buscando los senos m¨¢s exuberantes de entre los que muestran, previo hormonamiento o rellenado de silicona, los travestidos callejeros.
Vestida de azul
Gui¨®n y direcci¨®n: Antonio Gim¨¦nez-Rico. Int¨¦rpretes: Lorenzo Arana, Ren¨¦ Amor, Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez, Francisco P¨¦rez, Juan Mu?oz, Jos¨¦ Ruiz. Fotograf¨ªa: Teo Escamilla.Estreno en los cines Pompeya, Gayarre, S¨¢inz de Baranda. Madrid.
Lo malo de esta actitud es que no es asumida. Antonio Gim¨¦nez-Rico no se conforma con organizar una sucesi¨®n de im¨¢genes bellas de cuerpos tambi¨¦n bellos, cuerpos que gozan del morbo suplementario de haber sido reconstruidos de acuerdo con un modelo de femineidad, hasta el punto de convertirse en r¨¦plicas de Soria Loren, Sara Montiel o Raquel Welch, pero nunca de Jane Birkin. Lo que el cineasta quiere es mostrarnos lo que hay detr¨¢s de esa obsesi¨®n por ser el prototipo de mujer, y ah¨ª se queda en la superficie de las cosas.
La biograf¨ªa familiar de cada uno de los travestidos no es distinta a la de una prostituta o a la de un muchacho dedicado a esos menesteres del amor de pago. Es m¨¢s, tampoco lo es de una buena parte de la poblaci¨®n espa?ola empe?ada en trabajos socialmente mejor considerados. La biograf¨ªa miserabilista no explica nada, porque sirve para explicarlo todo. El deseo de ser mujer es, en Vestida de azul, algo respetado, pero misterioso; un deseo que se contempla desde la barrera, evitando cualquier contaminaci¨®n.
Los travestidos no tienen nada que decir -las entrevistas, exceptuados contados chispazos, son anodinas, mera retah¨ªla de estupideces que ni tan s¨®lo llegan a ser pat¨¦ticas-, porque todo lo dicen con su presencia, con su ropa o sus movimientos.
Si el espectador, hombre o mujer, no se siente atra¨ªdo por ese personaje, sino que vacila algo en su interior al ver hasta qu¨¦ punto el sue?o de ser otro puede cumplirse literalmente, es porque la pel¨ªcula no funciona como debiera, porque no se explora lo que hay de cotidiano y compartido en el travestismo.
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