Jean Claude Killy, el segundo y ¨²ltimo 'triple hombre de oro'
JUAN JOS? FERN?NDEZ, Los ecos de la haza?a de Toni Sailer, ganador de las tres medallas de oro del esqu¨ª alpino en Cortina d'Ampezzo cuatro a?os antes, a¨²n no se hab¨ªan apagado cuando se entr¨® en la d¨¦cada ol¨ªmpica de los sesenta. La primera cita volvi¨® a ser en Estados Unidos, y las dos siguientes, en Europa. En los terceros Juegos disputados en este plazo de tiempo, otro esquiador, el franc¨¦s Jean Claude Killy, iba a pasar a la historia como el segundo y, muy posiblemente, ¨²ltimo ganador triple de los t¨ªtulos alpinos. El escenario fue la estaci¨®n francesa de Grenoble, en 1968. Killy fue, sin duda, la gran figura invernal de la d¨¦cada. Domin¨® absolutamente el esqu¨ª alpino entre 1966 y 1968 y gan¨® las dos primeras Copas del Mundo, en 1967 y 1968.
La designaci¨®n de la estaci¨®n norteamericana de Squaw Valley como sede de los Juegos Ol¨ªmpicos de Invierno de 1960 fue una de las grandes sorpresas de la historia ol¨ªmpica. Mientras Lake Placid, por poco que tuviera, resultaba una estaci¨®n frecuentada, Squaw Valley era, simplemente, un refugio de monta?a situado en la Sierra Nevada de California, a 200 kil¨®metros de San Francisco. Inesperadamente, super¨® a la contrastada ciudad austriaca de Innsbruck, que organizar¨ªa los Juegos siguientes de 1964.Como casi todas las ocasiones en que Estados Unidos ha organizado los Juegos Ol¨ªmpicos (y es obvio se?alar que los pr¨®ximos de verano en Los ?ngeles alcanzar¨¢n las m¨¢ximas cotas), el negocio estaba detr¨¢s, y un empresario, Alexander Cushing, lo organiz¨® todo como una aut¨¦ntica operaci¨®n comercial. Para empezar, la inauguraci¨®n, al m¨¢s puro estilo de Hollywood, fue un espect¨¢culo creado por Walt Disney. La confraternizaci¨®n entre los participantes del Este y del Oeste, en la mejor l¨ªnea ol¨ªmpica, gracias a la peque?ez del escenario, fue muy positiva. Deportivamente, el esqu¨ª alpino franc¨¦s comenz¨® su racha triunfal que concluir¨ªa con Killy ocho a?os m¨¢s tarde. Jean Vuarnet, ganador del descenso, fue el inventor de la conocida posici¨®n de huevo, la m¨¢s aerodin¨¢mica, flexionadas las piernas y el tronco. El fondo apenas mejor¨®, pues los 1.900 metros de altitud de Squaw Valley eran casi prohibitivos para los grandes esfuerzos.
Austria, al fin
Los IX Juegos se celebraron, en 1964, al fin en Austria, pa¨ªs con sobrados merecimientos para haberlos recibido mucho antes. El esfuerzo austriaco tuvo que ser enorme para el buen desarrollo de las pruebas de nieve, pues, al igual que en otras citas ol¨ªmpicas, el tremendo problema de la falta de nieve, por unas temperaturas bonancibles, oblig¨® a llevar a los organizadores 20.000 metros c¨²bicos de nieve y 35.000 bloques de hielo para asentar las pistas. La nieve artificial, o nuevos m¨¦todos para producirla in situ, se hac¨ªa estrictamente necesaria por el enorme gasto que el transporte efectuado en ese caso supon¨ªa como ejemplo. Para compensar a los organizadores, la televisi¨®n, como despu¨¦s en los Juegos de Verano, en Tokio les resarci¨® econ¨®micamente.
La gran atracci¨®n de los Juegos fue la patinadora sovi¨¦tica Lidia Skoblikova, ganadora de las cuatro medallas de oro en el patinaje de velocidad, en 500, 1.000, 1.500 y 3.000 metros, que sum¨® as¨ª a las dos logradas en Squaw Valley en las dos distancias m¨¢s largas. En el esqu¨ª alpino -mientras en el n¨®rdico a¨²n ganaba los 50 kil¨®metros el legendario sueco Sixten Jernberg, y en 15 y 30 otra gran figura, el finland¨¦s Mantyranta-, la lucha Austria-Francia quedaba en tablas, con tres medallas de oro para cada pa¨ªs, con m¨¢s dominio austriaco en hombres y franc¨¦s en mujeres. En ¨¦stas surg¨ªan ya a la fama las hermanas Goitschel: Marielle, ganadora del gigante, y Christine, del eslalon, en ambos casos una por delante de la otra. Marielle, la mejor esquiadora mundial hasta aquel momento, repetir¨ªa ¨¦xito en el gigante en los Juegos siguientes, ya en casa.
En el patinaje art¨ªstico por parejas los sovi¨¦ticos Ludmila Belousova y Oleg Protopopov, que a?os m¨¢s tarde huir¨ªan a Occidente, empezaron a superar a otra pareja cinematogr¨¢fica, los alemanes Marika Kilius y Hans Bauniler.
Innsbruck hab¨ªa recibido ya a 36 pa¨ªses, con 1.186 atletas, 986 hombres y 200 mujeres. Grenoble, en 1968 (con desastre econ¨®mico, pues hasta 1995 no acabar¨¢ de pagar sus deudas, estilo Montreal-76) acogi¨® a 37, con 1.293 participantes, 1.065 hombres y 228 mujeres. Era ya la explosi¨®n de los Juegos Invernales, como Grenoble, fueron los Juegos de Jean Claude Killy. Especialista en gigante y descenso, tuvo el enorme m¨¦rito, cuando la especializaci¨®n llegaba al esqu¨ª alpino, de ganar el eslalon especial, aun con la enorme ayuda de que su gran rival, el desafortunado austr¨ªaco Karl Schranz, se saltara una puerta y fuera descalificado.
Killy, con suerte o sin ella, fue un grand¨ªsimo campe¨®n, estilo Anquetil, muy regular, favorito por su calidad, pero que rara vez fallaba. Lograba lo que se propon¨ªa. Incluso a finales de 1983, a¨²n en forma, baj¨® de las cuatro horas en la marat¨®n atl¨¦tica de Nueva York, donde hizo 3 horas 58 minutos y 8 segundos. Tampoco ha fallado en los negocios, donde ha prosperado, especialmente en la industria del esqu¨ª. El perro, como cari?osamente le llamaban sus compa?eros, o el James Dean del esqu¨ª, seg¨²n le apodaron los americanos, hizo el m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa tras Toni Sailer. De modesto aduanero de Saint Cloud, a multimillonario.
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