Claustrofilia
Me gustar¨ªa saber si esta pasi¨®n desmedida por los espacios herm¨¦ticamente cerrados, si esta asfixiante atm¨®sfera claustral en la que nuestra cultura se desenvuelve como pez en la pecera es influencia directa de cierto cine trascendental espa?ol o es que nuestros directores organizan sus historias en esas c¨¦lebres escenograf¨ªas irrespirables, altamente interiorizadas y oclusivas, porque intentan reflejar en la pantalla el singular ambiente de encerramiento en el que estamos confortablemente recluidos.En cualquier caso, esas pel¨ªculas intrauterinas con mansiones aisladas del mundo, simb¨®licamente selladas contra la exterioridad, constituyen una met¨¢fora excelente de lo que por aqu¨ª est¨¢ ocurriendo. Y lo que ocurre tiene un nombre que es todo un diagn¨®stico: claustrofilia aguda. Desde que los espa?oles somos seres hist¨®ricamente normales, dotados con los mismos atributos c¨ªvicos que un tipo del Benelux, nos ha entrado el furor por el recogimiento y la clausura.
De rodillas, ostentosamente. de espaldas a todo cuanto sucede en el mundo exterior, nos hemos puesto a adorar el ombligo. A esta obscena postura piadosa le suelen decir nacionalismo cultural, y se quedan tan tranquilos con el exorcismo de la complejidad. Los m¨¢s astutos le colocan a la ceremonia de autofagia el sambenito de moda, ese pos que no cesa, y a otra cosa.
Seguramente esta inc¨®moda postura claustral -fetal- tiene que ver con un ap¨®crifo principio de la termodin¨¢mica: a medida que aumenta la complejidad del ambiente exterior se intensifican los simplismos caseros. Que basta asomarse a la cultura espa?ola del momento para comprobar que esas simplezas son consecuencia directa de lo poco que ¨²ltimamente nos asomamos al exterior.
La claustrofilia es el conjuro infantil contra lo desconocido. Es tambi¨¦n la fuga del presente, el rechazo del futuro, la b¨²squeda de lo archiconocido para enceldarse en sus muros protectores. Como esas huidas suelen dar mucho apuro, pues a modo de consuelo nacional-modernista nos hemos inventado eso tan rid¨ªculo de que somos el mism¨ªsimo futuro. Y si alguien pregunta por nuestras obras perturbadoras, le ense?amos con orgullo los claustros propiamente dichos, reconstruidos, relucientes como una funeraria, llenos de olor a historia.
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