Las dos estrategias de la oposici¨®n chilena
A finales de 1982 la quiebra financiera y el brutal aumento del paro parec¨ªan anunciar una crisis pol¨ªtica importante en Chile. Todo el mundo esperaba problemas tan graves que los dirigentes del pa¨ªs estimaron necesario tomar iniciativas y conjurar el peligro haciendo concesiones a la clase media.Y sin embargo ha pasado un a?o y Pinochet est¨¢ a¨²n en su puesto. ?C¨®mo se explica esta situaci¨®n? ?La fuerza del r¨¦gimen y la debilidad de la oposici¨®n?
Las dictaduras mueren, por lo general, a causa de una crisis exterior o de disensiones internas. Aunque la argentina haya ca¨ªdo, como le sucedi¨® anteriormente a la de los coroneles griegos, es casi imposible que el caso se repita en Chile. Nada nos indica la existencia de luchas internas entre los mandos militares. Pinochet ejerce la autoridad absoluta y las fuerzas armadas le renuevan peri¨®dicamente sus juramentos de lealtad. La tradici¨®n profesional y de verticalidad del Ej¨¦rcito chileno es un importante factor de refuerzo de este poder personal.
Miedo y manipulaci¨®n
El r¨¦gimen se apoya ante todo en el miedo y en la manipulaci¨®n directa de la opini¨®n. Los programas de ayuda de los trabajadores en paro crean una situaci¨®n de dependencia a centenares de miles de personas. En las poblaciones, la polic¨ªa lleva a cabo acciones represivas, secundadas por agentes provocadores. La clase media, cuya importancia ha aumentado sin cesar en estos ¨²ltimos 10 a?os (mientras que la obrera ha disminuido del 24% al 19% de la poblaci¨®n activa), est¨¢ atemorizada.
Chile ha estado marcado durante mucho tiempo por el enfrentamiento entre una burgues¨ªa reforzada por las clases medias en expansi¨®n y una clase obrera mezclada con la masa urbana marginal. Hoy en d¨ªa se percibe una separaci¨®n m¨¢s clara entre ricos y pobres, entre los acomodados y las clases peligrosas. La clase media tiene miedo al caos y a la revoluci¨®n. Incluso los m¨¢s liberales contemplan con escalofr¨ªos la escalada de violencia en los barrios. Lo cual explica por qu¨¦ la primera gran encuesta de la opini¨®n p¨²blica (realizada por la revista Hoy) revela que un tercio de la poblaci¨®n es favorable a¨²n al r¨¦gimen. Esta proporci¨®n no disminuye en los niveles m¨¢s bajos de la escala social chilena, en los que los fen¨®menos de dependencia tienen car¨¢cter masivo.
El r¨¦gimen se afirma en su determinaci¨®n y explota la crisis, que muchos temen que desemboque en caos, mientras la oposici¨®n se encuentra debilitada por la divisi¨®n entre oposici¨®n pol¨ªtica, hasta ahora de car¨¢cter patricio, y una oposici¨®n social reflejo de la miseria. La creaci¨®n de la Alianza Democr¨¢tica fue saludada por muchos como un gran ¨¦xito y, sobre todo, como el fruto de las primeras protestas, que tuvieron un origen sindical en sus comienzos. Las reivindicaciones sociales conduc¨ªan a la protesta pol¨ªtica, que encontraba as¨ª un medio de expresi¨®n. La Alianza se defin¨ªa como proyecto de gobierno y, con gran osad¨ªa, reun¨ªa a cristiano-dem¨®cratas, socialistas y republicanos de derechas contra la dictadura. A pesar de la debilidad y la dispersi¨®n de los socialistas, la gran mayor¨ªa de ellos han adoptado una estrategia en profunda oposici¨®n con la que siguieron a ra¨ªz de la creaci¨®n del partido socialista.
Pero en agosto, la brecha abierta en el r¨¦gimen con la llegada del se?or Jarpa al Ministerio del Interior incit¨® a la Alianza, fuertemente impulsada por el nuevo arzobispo, monse?or Fresno, a dar prioridad a la t¨¢ctica con preferencia a la movilizaci¨®n pol¨ªtica y a aceptar las negociaciones y la apertura. No tard¨® en hacerse patente, especialmente hacia mediados de septiembre, que esta t¨¢ctica era doblemente negativa.
Contradicciones
Por un lado, Pinochet demostr¨® que manten¨ªa el control de la situaci¨®n; por otro, las negociaciones en la cumbre sin resultados acentuaron a¨²n m¨¢s la divisi¨®n entre oposici¨®n pol¨ªtica y oposici¨®n social. La manifestaci¨®n del 8 de septiembre fue un fracaso y, por ¨²ltimo, la Alianza demostr¨® su incapacidad para organizar grandes manifestaciones. Los hombres de la Alianza carecen de ra¨ªces populares. Y la ciudadan¨ªa, hostil al r¨¦gimen y v¨ªctima del paro, tiene una capacidad ofensiva tan d¨¦bil como fuerte es su capacidad defensiva.
Las contradicciones entre la burgues¨ªa liberal y el pueblo m¨ªsero se traducen pol¨ªticamente por la oposici¨®n entre dos estrategias. Por una parte, la estrategia a la brasile?a, es decir, la aceptaci¨®n de compromisos, de una democratizaci¨®n que permita las elecciones, aunque sean limitadas, y que facilite la libertad de expresi¨®n y la reactivaci¨®n de la acci¨®n popular. La otra estrategia consiste en la movilizaci¨®n de las masas, en la reivindicaci¨®n activa, no desde una perspectiva revolucionaria, en la que pocos piensan en Chile, sino con la esperanza de que una agitaci¨®n social masiva pueda incitar a la Junta a desembarazarse de Pinochet y a buscar un compromiso con el centro pol¨ªtico y social.
Hoy en d¨ªa, la cuesti¨®n central es la siguiente: ?aceptan los partidos pol¨ªticos actuales participar en. elecciones limitadas, de las que quedar¨¢n excluidos los comunistas y que quiz¨¢ s¨®lo fueran parciales, reserv¨¢ndose el Gobierno el derecho, conforme a la Constituci¨®n, de nombrar a una parte de los diputados? Muchos miembros de la democracia cristiana, del partido socialista y, m¨¢s a¨²n, de los peque?os partidos del centro y la derecha se sienten tentados de aceptar esta soluci¨®n bastarda. Frente a este peligro, el partido comunista, debilitado durante mucho tiempo por la adopci¨®n de una l¨ªnea dura, relacionada con la pol¨ªtica sovi¨¦tica en Am¨¦rica Central, ha conseguido, con otras fuerzas de oposici¨®n (PRODEN), la primera gran manifestaci¨®n callejera. Su capacidad de movilizaci¨®n es muy significativa.
Pero la oposici¨®n moderada declara sin rodeos que este programa de frente popular impulsa a la clase media hacia el poder, porque la base de la democracia cristiana es sin duda m¨¢s moderada que Gabriel Vald¨¦s, que controla con dificultad la maquinaria de su partido, a pesar de propugnar la ¨²nica pol¨ªtica posible en la hora actual.
Sindicatos de estudiantes
Se trata de restablecer los nexos entre oposici¨®n pol¨ªtica y movilizaci¨®n social. Son dos los elementos que pueden intervenir. En primer lugar, los sindicatos. En la actualidad son organizaciones muy d¨¦biles a causa del paro y de la postura de los ofic¨ªalistas. Los esfuerzos de coordinaci¨®n a escala nacional no se han visto coronados por el ¨¦xito. Pero del sindicalismo han surgido personalidades de primer plano: Seguel, en primer lugar, y luego Bustos. Por otra parte, los sindicatos tratan, en contraposici¨®n a la tradici¨®n chilena, de reforzar su autonom¨ªa frente a los partidos pol¨ªticos. El segundo elemento son los c¨ªrculos universitarios. Los estudiantes han vuelto a recurrir a la agitaci¨®n, que adquiere un car¨¢cter m¨¢s virulento en el sector m¨¢s moderno, que es la Escuela de Ingenieros de la Universidad Nacional de Chile; tambi¨¦n es muy considerable en la Escuela de Periodismo y en el antiguo Instituto de Pedagog¨ªa. Existen tambi¨¦n centros de agitaci¨®n en las universidades cat¨®licas. Los c¨ªrculos intelectuales, que han conservado en Chile un gran vigor, se alinean masivamente en la oposici¨®n.El r¨¦gimen ha propuesto un programa de reformas: reconocimiento de ciertos partidos pol¨ªticos, modificaci¨®n por refe ' r¨¦ndum de la Constituci¨®n, establecimiento del censo electoral y organizaci¨®n de elecciones dentro de un per¨ªodo de tiempo que podr¨ªa ser de 18 meses o de dos a?os. Este programa puede colocar a la oposici¨®n en situaci¨®n dificil porque, por un lado, una parte importante del electorado dem¨®crata-cristiano es favorable a una soluci¨®n limitada, y, por otro lado, los socialistas se enfrentan a una disensi¨®n inevitable, ya que no pueden escoger entre la uni¨®n con la oposici¨®n popular y la participaci¨®n en una Alianza dispuesta a aceptar una soluci¨®n legal limitada.
Pol¨ªticamente no hay otra soluci¨®n hoy en d¨ªa m¨¢s que la definida por Gabriel Vald¨¦s, pero constitucionalmente la oposici¨®n se ve obligada a exigir democracia para todos. Si los partidos de la oposici¨®n aceptan participar en unas elecciones de las que se haya excluido a los comunistas corren el riesgo de meterse en la boca del lobo. As¨ª pues, la afirmaci¨®n de un pacto constitucional y electoral y la elaboraci¨®n de una soluci¨®n pol¨ªtica deben producirse simult¨¢neamente.
Si la oposici¨®n es demasiado d¨¦bil para sacar adelante estas dos tareas, en el momento actual debe concederse prioridad a la movilizaci¨®n popular, es decir, al pacto democr¨¢tico. El pacto con el Gobierno deber¨¢ dejarse para una etapa posterior. El ¨¦xito de la gran manifestaci¨®n del 18 de noviembre ha demostrado la posibilidad y la necesidad de una movilizaci¨®n masiva. S¨®lo el aumento de las presiones populares puede provocar la crisis en el interior del r¨¦gimen.
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