Catalu?a y Espa?a
Quiero corresponder a la invitaci¨®n al di¨¢logo que hizo Cebri¨¢n al final de su conferencia en el Ateneo para decir que, en principio, en Catalu?a sus opiniones causan el mismo efecto que produjo el acercamiento que intent¨® en 1965 Juli¨¢n Mar¨ªas: "agradecimiento sincero y rechazo de los planteamientos hechos". Su toque de atenci¨®n sobre los "peligros del nacionalismo" puede ajustarse a otros casos, pero es enormemente injusto relacionarlo con el nacionalismo catal¨¢n, que no ha sido ni lacra de la sociedad ni cuna de m¨ªlitarismos. No hay por qu¨¦ negar que existe alg¨²n peque?o grupo radical en Catalu?a, pero confundirlo con el nacionalismo catal¨¢n mayoritario es lo mismo que identificar el nacionalismo espa?ol del PSOE o de AP con el de la vieja Falange.En cuanto al sectarismo y a la tendencia a producir enfrentamientos con otras comunidades, deseo subrayar que los catalanes no queremos ni buscamos enfrentamientos con las restantes comunidades aut¨®nomas. Experimentamos sentimientos de solidaridad hacia ellas. ?C¨®mo no sentirlos hacia Castilla, partida en tres comunidades, o Andaluc¨ªa, que reclama competencias sobre sus cuencas hidrogr¨¢ficas con el mismo derecho con que Catalu?a reclama las suyas? Otra cosa es la posici¨®n ante los Gobiernos de Madrid, porque muchas veces cuando se dice que se habla desde Espa?a o desde la meseta, realmente se habla desde el Madrid pol¨ªticamente centralista y burocr¨¢ticamente desmesurado que no se resigna a abdicar de su poder. Y el civilizado enfrentamiento que existe entre la Administraci¨®n central y los nacionalistas catalanes tiene su ra¨ªz en que Catalu?a no se contenta con recibir solamente respeto, ni desea producir temor o envidia -como dice Cebri¨¢n que ocurr¨ªa en los desdichados a?os sesenta-, sino que desea cierto nivel de poder pol¨ªtico que le es continuamente regateado. / Diputado por Converg¨¦ncia i Uni¨® en el Parlament.
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