Los 'siete magn¨ªficos'
Con el correr de los a?os se desdibujan, se difuminan recuerdos importantes de la actuaci¨®n de las gentes, que van quedando en un segundo o lejano plano, mientras pasan al primero otros menos significativos o de actualidad; ello cuando no se borran por olvido. Esto ocurre hasta con los hechos de las m¨¢s violentas guerras, y sucedi¨® a todos los espa?oles (afortunadamente) despu¨¦s de la guerra civil 1936-1939. Unas veces, porque se procura y se logra olvidar, y otras, porque la bondad innata impide el rencor y perdona el mal. Pero la remembranza depende de muchos factores, y sobre todo, de la educaci¨®n social y de la formaci¨®n espiritual de los hombres. Paz, piedad y perd¨®n (con may¨²sculas en el texto escrito) pidi¨® a los espa?oles como consigna para cuando la guerra terminara el presidente Aza?a, aunque en su pensamiento quiz¨¢ lo considerase irrealizable, y no lo hizo al final de ella, cuando la Rep¨²blica, a se hab¨ªa perdido, sino cuando estaba caliente y bien mediada. En el bando vencedor se preconiz¨® lo contrario, como se lee en los discursos de Franco: recordar agravios, conservar el rencor como pauta precautoria para castigar a los vencidos, que as¨ª "purgar¨ªan sus errores".En otras situaciones morales y materiales nos ver¨ªamos los espa?oles si desde 1939 se hubiera puesto en pr¨¢ctica ese tric¨ªpete consejo del presidente de la Rep¨²blica. Pudieron cultivarlo algunos que supieron mantener amistades honestas al margen de las ideolog¨ªas. Esto fue lo que uni¨® a los siete hombres de la fotograf¨ªa que acompa?a estas l¨ªneas, todos en el campo franquista y cada uno con sus propias ideas, que nunca usaron para enfrentarlas con las del otro.
En aquella parte de la Espa?a d¨²plex que despu¨¦s result¨® triunfante (Salamanca, Pamplona, Burgos, etc¨¦tera), los acopl¨® un denominador com¨²n de honestidad y hermandad, como reuni¨® a otros grupos similares en la zona opuesta. No hab¨ªa entre ellos antecedentes de conocimiento, pero se hicieron amigos a trav¨¦s de sentires y pensares comunes que descubr¨ªan en la convivencia, en equivalentes aconteceres de la realidad, en una ausencia de doblez entre el pensamiento y la conducta y en una condescendencia para las diferencias de opini¨®n.
El encuentro de los siete
De esa juvenil septarqu¨ªa de la amistad compartida formaban parte tres poetas, un joven aficionado al teatro, un hombre de leyes, un m¨¦dico psiquiatra con madera de fil¨®sofo y de historiador y un fil¨®logo ya entonces maestro en estudios cl¨¢sicos. Uno de los poetas, granadino, hab¨ªa sido testigo de lo sucedido a otro inmortal amigo, al que no pudo salvar porque el odio ambiental no admit¨ªa ni siquiera la compasi¨®n. Otro, madrile?o, se adentr¨® en la poes¨ªa por el camino de la arquitectura, tembl¨¢ndole el alma por lo que ve¨ªa. El tercero, burgu¨¦s de Burgo de Osma, sinti¨® verg¨¹enza ante la mala sangre de sus mandos y espanto por el porvenir de su patria. Los dem¨¢s eran un asturiano de estirpe liberal atenazado por el car¨¢cter antijur¨ªdico de las acciones que le rodeaban; un ferrolano con ilusiones de ser escritor desde su infancia, que se lanz¨® a la literatura para aislarse de los denigrantes alrededores, y dos hombres nacidos para el m¨¢s refinado cultivo de la inteligencia, que comprendieron pronto la imposibilidad de realizar en aquel cl¨ªmax la obra que sus proyectos vocacionales les ped¨ªan.
Dos de los poetas han muerto, el soriano (en quien la espl¨¦ndida salud de conciencia har¨ªa contraste con la poca salud de su coraz¨®n) falleci¨® cuando m¨¢s le hubiera necesitado su pa¨ªs, tras padecer persecuci¨®n por la injusticia. Este hombre de buen ser, de bien hacer y de bello decir fue algo as¨ª como el abanderado del grupo, y empez¨® por los a?os cincuenta a organizar una agrupaci¨®n antifranquista, no revanchista -era incapaz para la venganza-, amalgama de los seres honrados de uno y otro lado (se le llam¨® el hombre de la mano tendida), que hubiera podido ser el verdadero fiel de la balanza de nuestros vaivenes. Ninguno de los pol¨ªticos que despu¨¦s de su muerte intervinieron en la transici¨®n posdictatorial le llegaba a la suela de los talones en instinto pol¨ªtico, en temperamento equilibrado, en tolerancia, en capacidad de comprensi¨®n para el rival y en af¨¢n de entrega para la salvaci¨®n de Espa?a. S¨®lo el rey Juan Carlos I. ?Y qu¨¦ insuperable colaborador perdi¨® ¨¦ste en aquellos dif¨ªciles momentos! Dios se lo llev¨® a los luceros que ¨¦l inconscientemente hab¨ªa cantado para evitarle desenga?os inmerecidos. Pero esos siete fueron los primeros en desligarse del contubernio.
Todav¨ªa recordamos la sa?a con que un ministro de Franco, hoy impulsivo dirigente de la oposici¨®n, pretendi¨® poner en dificultades y desprestigiar a varios de los retratados, con la grotesca y mal intencionada publicaci¨®n de un libelo, del que supongo estar¨¢ avergonzado si de verdad es dem¨®crata. Y a su lado se est¨¢n moviendo algunos de los que participaron en las filas de aquel n¨²cleo neodemocr¨¢tico.
En las posturas y los gestos que recoge esa magn¨ªfica instant¨¢nea de Nicol¨¢s M¨¹ller parece palparse la calidad moral de cada uno de los siete, y la sincera y sana amistad que los enlaz¨®. Dos emigraron al cielo de los justos antes de haber alcanzado la cumbre de sus posibilidades de acci¨®n humana; otros han llegado a las m¨¢s altas cimas de la cultura. Salvo uno de los primeros, que despu¨¦s se retract¨® con creces y le cost¨® la vida, ninguno se sinti¨® ligado a la pol¨ªtica del franquismo; actuaron en funci¨®n de sus respectivos saberes y profesiones. Con buena intenci¨®n sem¨¢ntica podr¨ªa conced¨¦rseles la pertenencia a una Espa?a nacional, dignificando el adjetivo calificativo, es decir, sin exclusiones-persecutorias. ?Qu¨¦ mejor ejemplo de paz que el sustentado en la concordia?
He considerado conveniente recordarlos en grupo, aprovechando el hallazgo de este insuperable documento gr¨¢fico, para que sus actitudes no se desdibujen en el espacio, ni su ejemplaridad humana se difumine en la memoria, ni su esp¨ªritu constructor se borre en el olvido; porque, pese a quien pese, esos siete magn¨ªficos han sido los pioneros en la gestaci¨®n de la democracia que ya vivimos. Ninguno de los supervivientes es pol¨ªtico en activo ni aspira a serlo. Son hombres entregados a la tarea de lograr que la Espa?a que durante muchos a?os no pudo ser, sea. Es hora tambi¨¦n de que quienes hubimos de militar en el campo opuesto en aquella malhadada guerra civil y que de ellos recibimos alientos, ayudas y atenciones en los m¨¢s cr¨ªticos per¨ªodos de nuestras existencias, demostremos p¨²blicamente nuestras gratitudes.
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