Civiles y militares
En los pa¨ªses del Cono Sur de Am¨¦rica Latina nunca hubo una buena relaci¨®n entre el poder pol¨ªtico y el poder militar. En los primeros sesenta a?os de este siglo los pol¨ªticos sab¨ªan que siempre exist¨ªa la posibilidad de ser reemplazados en el Gobierno por los militares. Y los militares, cuando asum¨ªan el poder, sab¨ªan positivamente que en alg¨²n momento su Administraci¨®n entrar¨ªa en crisis y deber¨ªa convocar a elecciones para transferir el Gobierno a los pol¨ªticos.Este juego pendular, conocido por todos, tuvo una violenta interrupci¨®n a principios de la d¨¦cada de los setenta. Entre los a?os 1971 a 1973, en Uruguay; en 1973 en Chile; en 1976 en Argentina, una nueva ideolog¨ªa militar fue desplegada. Mezclando en forma confusa teor¨ªas sobre seguridad nacional, guerra permanente, conspiraci¨®n internacional marxista, inminencia de una tercera guerra mundial, los militares se vieron a s¨ª mismos en una funci¨®n mesi¨¢nica y se prepararon a gobernar sin l¨ªmite de tiempo.
Durante los tiempos del juego pendular los militares matuvieron siempre fluidas relaciones privadas con los pol¨ªticos. Se esforzaban en preparar algo que sab¨ªan que alg¨²n d¨ªa deber¨ªa tener lugar: su retorno a los cuarteles. Trataban de que ese retorno se realizara pac¨ªficamente, sin enfrentamientos con los civiles y sin tribunales.
Quemar los puentes
Pero en la d¨¦cada de los setenta asumieron el poder quemando todos los puentes que los un¨ªan a la sociedad civil. No pensaron en preparar una retirada t¨¢ctica; estaban convencidos de que ten¨ªan por delante varias generaciones de poder militar.
La primera ense?anza que deja el proceso democr¨¢tico hoy en Argentina es que en el principal pa¨ªs del Cono Sur ha fracasado la metodolog¨ªa militar extremista. Los militares argentinos, a pesar del enorme poder que acumularon, a pesar del silencio que lograron imponer sobre el pa¨ªs, no pudieron mantenerse en el Gobierno m¨¢s de siete a?os. A pesar de la teor¨ªa de la seguridad nacional no lograron ahogar los anhelos democr¨¢ticos del pueblo. A pesar de querer presentarse como modelos de orden y disciplina hundieron en el caos a Argentina y destruyeron la econom¨ªa del m¨¢s rico pa¨ªs de Am¨¦rica Latina.
Ahora Latinoam¨¦rica sabe que, por m¨¢s ilimitado que sea el poder acumulado por los militares, inevitablemente llega la hora de los civiles. Sabe tambi¨¦n que esta vez la llegada de los civiles al Gobierno no implica una retirada pac¨ªfica de los militares a los cuarteles. En Argentina hay tribunales militares y civiles que est¨¢n juzgando a muchos de los culpables de asesinatos y de diferentes violaciones de los derechos humanos.
Como consecuencia de esta situaci¨®n se puede prever que los Gobiernos civiles en Am¨¦rica Latina lograr¨¢n establecer una mayor autoridad sobre sus fuerzas armadas. La decisi¨®n de dar un golpe de Estado deber¨¢ contemplar la posibilidad de que despu¨¦s de varios a?os tendr¨¢ que enfrentarse ante un tribunal que juzgue los actos cometidos durante el Gobierno militar. Esto fortalece especialmente a reg¨ªmenes civiles como los de Venezuela, Colombia, Per¨² y Ecuador, donde las fuerzas armadas tienen que desarrollar todav¨ªa una funci¨®n en la represi¨®n del terrorismo de izquierda. Las tentaciones de crear una ideolog¨ªa de la guerra permanente y el poder militar ilimitado son muy grandes, es cierto. Pero el fantasma de los militares enjuiciados en Argentina puede neutralizar esas tentaciones.
Chile y Uruguay
?sta es la consecuencia m¨¢s importante de lo ocurrido en Argentina con el surgimiento del Gobierno democr¨¢tico. Por otra parte, una consecuencia secundaria ha tenido lugar en dos pa¨ªses que tienen ahora Gobiernos militares: Chile y Uruguay. Dirigentes pol¨ªticos opositores, que mantienen fluidas relaciones con los nuevos gobernantes argentinos, han hecho saber que los militares de sus pa¨ªses han endurecido sus posiciones como consecuencia del enjuiciamiento de militares argentinos por hechos cometidos cuando estaban en el poder.
En Uruguay el Gobierno militar mantiene las fechas prometidas de la normalizaci¨®n, que incluye elecciones y traspaso de la Administraci¨®n a los civiles en el t¨¦rmino de un a?o. Pero l¨ªderes pol¨ªticos uruguayos han apreciado que ha surgido un ala dura en las Fuerzas Armadas. Este sector militar duro insiste en que las promesas de impunidad hechas por los pol¨ªticos uruguayos en conversaciones privadas podr¨ªan no ser posibles a la luz de lo que han logrado en Argentina las organizaciones de derechos humanos. En c¨ªrculos responsables de Buenos Aires se ha podido saber que algunos pol¨ªticos uruguayos han preguntado al Gobierno argentino si ser¨ªa posible disminuir el ritmo en los juicios que se inician a militares responsables de violaciones. El hecho es que muchos de los juicios son directamente iniciados ante tribunales civiles o militares por ciudadanos privados y que el Gobierno poco puede hacer para impedirlo.
En menor escala, lo mismo ocurre en Chile, si bien la situaci¨®n del general Augusto Pinochet entre las fuerzas armadas es mucho m¨¢s s¨®lida. Algunos militares chilenos, que se aproximaron a l¨ªderes pol¨ªticos de la Democracia Cristiana, preocupados por la crisis econ¨®mica y sus consecuencias, han preferido suspender por ahora esas relaciones, en espera de que se vea m¨¢s claro en todo lo que se refiere al trato que recibir¨¢n los militares en Argentina.
En ocho semanas de Gobierno, el presidente Alfons¨ªn ha mantenido reuniones pol¨ªticas en Caracas y Bogot¨¢ con los presidentes de Venezuela y Colombia. Dentro de unas semanas, en marzo, el presidente de M¨¦xico visitar¨¢ Buenos Aires. Hay un deseo evidente en las cuatro naciones de establecer un frente com¨²n respecto de algunos problemas b¨¢sicos: la deuda exterior, que alcanza en Am¨¦rica Latina a 350.000 millones de d¨®lares, no puede ser pagada sin el desarrollo econ¨®mico de los deudores; la violaci¨®n de derechos humanos debe ser considerada un crimen por todos los pa¨ªses de Am¨¦rica, incluido Estados Unidos; las tropas extranjeras deben retirarse de Am¨¦rica Central; los golpes militares deben ser eliminados de Am¨¦rica Latina.
Si bien M¨¦xico, Venezuela y Colombia, a trav¨¦s del grupo de Contadora, que incluye tambi¨¦n a Panam¨¢, hab¨ªan expresado en varias ocasiones la defensa de esos principios, ahora pueden contar con un pa¨ªs en el Cono Sur que sostiene las mismas tesis. Ahora pueden hablar en nombre de Am¨¦rica Latina y no solamente de los pa¨ªses del Caribe. Consecuencia tambi¨¦n de la democratizaci¨®n argentina.
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