Un honesto retrato
Pablo Iglesias es una obra did¨¢ctica, de recuperaci¨®n hist¨®rica de una figura que ha oscilado desde su vida hasta hace muy poco tiempo entre la hagiograf¨ªa laica de sus continuadores y la maldici¨®n absoluta de sus enemigos. Lauro Olmo la aborda desde una pulcra seriedad. Es un escritor honesto y limpio que no ha empleado en la vida trucos ni maniobras. Tampoco los emplea en el teatro, ni siquiera los legales; acude a la teatralizaci¨®n con sobriedad y, dentro de lo que el g¨¦nero permite, escapa de la an¨¦cdota, del efecto, del contraste. No tiene, en cambio, temor de la acumulaci¨®n de datos y fechas, de la cita de discursos y art¨ªculos, de la discusi¨®n te¨®rica. Se sabe hasta d¨®nde este sistema puede ahogar una obra de teatro, sobre todo de una cierta longitud -unas tres horas-, y cu¨¢l es el riesgo de que las alusiones poco m¨¢s que eronol¨®gicas a acontecimientos y personas pasen por encima de un p¨²blico insuficientemente informado -la historia reciente se ha ense?ado mal, deliberadamente mal; se ha hecho parcial en dos acepciones de esa palabra, en la de tendenciosidad y en la de s¨®lo una parte- y el de que, por no querer traicionar personajes y situaciones reales, falte el br¨ªo dram¨¢tico.El sistema que ha seguido Lauro Olmo para su composici¨®n es el de la simultaneidad. Pablo Iglesias, a la edad en que fue elegido diputado -el primer diputado socialista de la historia de Espa?a-, va relatando su vida y la va reviviendo, injert¨¢ndose ¨¦l mismo -siempre con su edad y su caracterizaci¨®n- en las escenas pasadas que van y vienen, sin una preocupaci¨®n realista de secuencia de tiempos, hasta llegar finalmente casi al mismo instante en que comenz¨®: a su figura en el esca?o del Congreso, en el momento de su primer discurso. El director de escena Luis Balaguer trabaja especialmente esas escenas que dan m¨¢s posibilidad de espect¨¢culo con el sentido de que no son realmente vividas, sino recortadas, y ayudado por unos elementos m¨®viles de escenografia -de Enrique Aguirre- de un verde mohoso y de formas derretidas como para subrayar que la acci¨®n se desarrolla en el recuerdo, y que la realidad est¨¢ tratada. Un enjambre de personajes forman el retablo de la ¨¦poca, a veces como un coro que comenta entre s¨ª mismo los acontecimientos que transcurren en Espa?a y en el mundo: esas referencias m¨¢s bien fr¨ªas son continuas en la acci¨®n. Hay a veces injertos, que son como las ilustraciones de un libro: una larga cita del nocturno de La verbena de la Paloma, un poema de Machado, otro de Rosal¨ªa de Castro.
Pablo Iglesias, de Lauro Olmo
Int¨¦rpretes: Luis Prendes, Lina Canalejas, F¨¦lix Navarro, Mercedes Borque, Ram¨®n Dur¨¢n, Mario Mart¨ªn, Alejandro Sol¨®rzono, ?lvaro Camps, Juan Antonio Mar¨ªn, Carlos Marcet, Francisco Balaguer, Mauricio Lape?a, Avelino C¨¢novas, Migue Mateo, Isa Escart¨ªn, Juan Antonio Lebrero, Manuel Andrade, Jos¨¦ Salvador, Germ¨¢n Algora, Alberto Querol, Jos¨¦ Moreno, Paco Torres, Fernando Ransanz, J. M. Vara, Esteban Carmona, Valent¨ªn Gasc¨®n, Mariano Francisco Plaza, Maruja Recio, Carlos Iglesias, Mariano P¨®rez, Saturnino Garc¨ªa, Enrique Borja, Susana Maceras, Alicia Viejo, Susana de la Cruz, Ana Garral¨®n, Mireya Camps, Narisa Naya, J. L. Galiardo. Escenograf¨ªa de Enrique Aguirre. Figurines de Emilio Torrego. Direcci¨®n: Luis Balaguer. Estreno: teatro Maravillas, Madrid, 25 de febrero de 1984.
Naturalmente, el peso de la representaci¨®n recae sobre el personaje de Pablo Iglesias, es decir, sobre el actor Luis Prendes, al que tambi¨¦n el sentido del texto y el trabajo de la direcci¨®n, m¨¢s el respeto al personaje evocado, privan de recursos de teatralidad, y colabora tambi¨¦n honesta y pulcramente al retrato. Tiene especial peso la figura de la madre, interpretada con m¨¢s emoci¨®n -y recipiendaria, tambi¨¦n, de la mayor emoci¨®n del texto- por Lina Canalejas. El grupo general de la interpretaci¨®n presenta todos los problemas l¨®gicos en una multitud, y Luis Balaguer lo mueve dentro de un espacio ancho con facilidad.
El retrato que ha hecho Lauro Olmo y sus colaboradores en esta obra es, queda dicho, honesto. Su exaltaci¨®n se hace con sobriedad, dentro de un esp¨ªritu ¨¦tico que ser¨ªa el de Pablo Iglesias mismo; y con sobriedad, tambi¨¦n, se ha negado a cargar las tintas sobre sus enemigos y sobre los responsables de la desastrosa ¨¦poca espa?ola en la que en torno a Pablo Iglesias se vislumbraban algunas primeras esperanzas. Podr¨ªa haber sido un vibrante mitin, o una pieza de teatro militante, o un ejercicio teatral con brillantez y pasi¨®n: el autor ha elegido el camino ¨¢rido y gris.
Tuvo, sin embargo, ¨¦xito en la noche del estreno. El p¨²blico en glob¨¦ a t odos con la figura y el re cuerdo de Pablo Iglesias; ovacion¨® y vitore¨®, y llev¨® a Lauro Olmo, y luego al director Balaguer, a pro nunciar las palabras de gratitud finales.
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