Las elecciones vascas
Con una participaci¨®n notablemente superior a la de las auton¨®micas de 1980, el pueblo vasco ha celebrado sus elecciones en un clima de normalidad. Dado por supuesto que Herri Batasuna no acudir¨¢ al Parlamento, el primer dato que resulta rese?able es que el PNV -que ha ascendido dos puntos y medio, siempre con relaci¨®n a los referidos comicios de 1980- ha obtenido el mismo n¨²mero de esca?os (32), que todos los dem¨¢s partidos, con la excepci¨®n mencionada. Garaikoetxea ya no tendr¨¢, pues, mayor¨ªa absoluta: el empate cambia la perspectiva anterior y sugiere de entrada la idea de futuros pactos.Herri Batasuna, por su parte, contin¨²a su marcha descendente: pierde dos puntos y medio, y pese al incremento de votantes, ha de registrar la fuga de hasta 7.000 votos. Con todo, ser¨ªa ingenuo deducir de estas cifras un declive a corto plazo. El PSOE, por su parte, obtiene un ¨¦xito singular, al que quiz¨¢ haya contribuido el ignominioso asesinato de Enrique Casas: gana m¨¢s de un 10% y se convierte en la segunda fuerza pol¨ªtica de Euskadi.
Euskadiko Ezkerra mantiene de hecho su electorado, y el Grupo Popular roza el 10% de los votos, porcentaje que, sin embargo, no consigue englobar la clientela de centro derecha: la extinta UCD y Afianza Popular consiguieron conjuntamente el 14% en 1980. La constataci¨®n de que entre los llamados espa?olistas la bipolarizaci¨®n no es una evidencia contrastable queda demostrada por la terquedad de las cifras. En todo caso, la derecha fraguista queda relegada a la cuarta fuerza de Euskadi, por muchos equilibrios argumentales que realicen sus l¨ªderes.
Hecha esta ponderaci¨®n de resultados, resta examinar la f¨®rmula de gobierno. El PNV tiene ante s¨ª una posibilidad que utilizada en su d¨ªa por UCD condujo a este partido a la cat¨¢strofe: nos referimos a pactar cada una de las decisiones legislativas con la fuerza id¨®nea; por ejemplo, lo concerniente al ¨¢mbito nacionalista, con Euskadiko Ezkerra, y lo tocante al modelo de sociedad, con Coalici¨®n Popular. Es claro que semejante procedimiento esp¨²reo fomentar¨ªa esta peligrosa ambig¨¹edad que tanto ha caracterizado ya la pol¨ªtica de Ajuria Enea, con resultados desestabilizadores que bien a la vista est¨¢n.
A nuestro entender, la ocasi¨®n es ¨®ptima para establecer un clima de consenso lo m¨¢s profundo posible entre todas las fuerzas democr¨¢ticas de Euskadi. Aun sin olvidar que, de los 75 esca?os, 49 han sido cubiertos por candidaturas ? nacionalistas, y s¨®lo 26 por fuerzas espa?olistas, el empate mencionado entre el PNV y el resto de la C¨¢mara deber¨ªa solucionarse mediante un trueque: el PSOE contribuir¨ªa a sostener a un Gobierno monocolor del PNV, a cambio de un pacto pacificador que pasase, tambi¨¦n, por unas fluidas relaciones entre Vitoria y Madrid, encaminadas a la profundizaci¨®n estatutaria y a encauzar la participaci¨®n real de Euskadi en el Estado.
Obviamente, el PNV tendr¨¢ que apoyarse, a corto plazo y de cara a la investidura, en Euskadiko Ezkerra, bien recabando su voto, bien procurando su abstenci¨®n. Las diferencias entre el PNV y EE son demasiado grandes -excepto en el dato nacionalista- como para que quepa imaginar la entrada en el Gobierno de esta ¨²ltima fuerza, por lo que bien podr¨ªan forzar Bandr¨¦s y Onaind¨ªa -ambos, negociadores h¨¢biles y honestos con el Gobierno de Madrid- la generaci¨®n del consenso a que nos refer¨ªamos antes, y que, deber¨ªa ser pieza esencial de aislamiento de Herri Batasuna y de la lucha contra ETA.
Y a¨²n una cuesti¨®n m¨¢s: estas elecciones han abierto heridas nuevas en Euskadi que urge cerrar cuanto antes. Infortunadamente, la crispaci¨®n no ha sido s¨®lo verbal, pero as¨ª y todo es necesario restituir un clima de fluida coexistencia entre las fuerzas democr¨¢ticas. Mal se podr¨¢ tantear el camino de la paz si los partidos que se oponen a la violencia no saben establecer una serena convivencia entre ellos. La tendencia electoral as¨ª lo exige, y la ciudadan¨ªa vasca lo reclama tambi¨¦n sin ning¨²n g¨¦nero de dudas.
27 de febrero
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