El p¨²blico y don Joaqu¨ªn
(De nuestro corresponsal.)-Respetable p¨²blico -habla Joaqu¨ªn Garc¨ªa, el anta?o fiel oyente de Juan de Mairena, en una charla organizada en el Casino de Rute por el Ateneo Libertario-, respetable p¨²blico, s¨ª, y con gusto dir¨ªa querido p¨²blico y aun p¨²blico de mis entra?as, si no temiera de alg¨²n malicioso que insin¨²e que os estoy adulando, dando coba o haci¨¦ndoos la pelota, y que mis explosiones de amor son, como suelen, cobertura y prevenci¨®n del miedo. Pero miedo os juro que no os tengo, y adem¨¢s, ?qui¨¦n de vosotros iba a sentirse halagado si os halago como p¨²blico? Nadie podr¨ªa recibir el halago personalmente, puesto que a ninguno de vosotros personalmente se lo dirijo, sino a vosotros como p¨²blico, y el p¨²blico, por su parte, bien sab¨¦is que no es nadie. Salvo, claro, que alguno de ustedes se sintiera identificado con este p¨²blico que malamente constituimos entre los presentes, como si todo ¨¦l fuese p¨²blico y nada m¨¢s que p¨²blico, que ya quisiera, y yo tambi¨¦n. Pues ello es que lo que vengo aqu¨ª a deciros mayormente es esto: que, a medida que me voy hundiendo en esta verde vejez que me otorgan las Hesp¨¦rides...
Uno del p¨²blico: Ea, don Joaqu¨ªn, no se ponga ust¨¦ ahora a piropearse solo.
Una: D¨¦jalo, malage, que es verd¨¢ que est¨¢ mu rozagante el hombre. Diga ust¨¦ que s¨ª, maestro.
-Gracias... a medida de eso, pues, me voy desdiciendo del aprecio que. en mis lejanos a?os sol¨ªa manifestarse por el trato y conversaci¨®n privados, la confidencia ¨ªntima entre dos o, lo m¨¢s, el coloquio entre tres o cuatro amigos que comulgasen, si no en ideas, en esp¨ªritu, y que hubiesen labrado en largo comercio de almas un mutuo entendimiento de los peculiares id¨ªolectos que...
Un segundo: Eh, maestro, en lenguaje po¨¦tico, pa los menos ilustraos.
Un tercero: Se entiende, hombre: la manera de hablar, ?no?, que cada uno tenga.
-Eso. ... y a la par he venido, en cambio, d¨¢ndome cuenta de las ventajas inapreciables que tiene el trato p¨²blico y la conversaci¨®n en p¨²blico. Que nunca es la gente tan inteligente, honrada y ocurrente, como al momento que rompe a hablar, o por lo menos a re¨ªr, suspirar, murinurar o tambi¨¦n guardar silencio, en medio de una asamblea p¨²blica m¨¢s o menos multitudinaria.
Un cuarto: No va ust¨¦, don Joaqu¨ªn, a alabarnos ahora un estadio defurbo, por ejemplo, de esos de "?gol!" al un¨ªsono los domingos por la tarde.
Un quinto: O las catervas de cr¨ªos chillando entre los berridos de un cantante promocionado a tele y tole, y arranc¨¢ndole trocitos de vestimenta.
Un sexto (visitante de otra autonom¨ªa): O la turba linchando en la plaza a alg¨²n criminal que les hayan promocionado como chivo expiatorio.
-?Basta! Vuestros ejemplos son estrepitantes; pero vienen bien justo, para que distingamos debidamente entre esto a lo que vengo aludiendo como p¨²blico y aquello a lo que con despiadada justicia llaman masas los l¨ªderes del mercado y las poblaciones. Notad que a esas aglomeraciones nadie suele llamarlas p¨²blico, y es en todo caso preciso, para entender el sentir que os estaba sugiriendo, distinguir tajantemente entre p¨²blico, por un lado, y masas, por el otro.
El cuarto: A ver.
-Bueno, pues llamo masa a la gente cuando forma un todo, que por tanto puede contarse con un n¨²mero, y que est¨¢ por tanto compuesta de individuos, de los cuales cada uno es cada uno, a fin de que entre todos sean todos; lo cual se manifiesta en que los componentes de una masa act¨²an y claman literalmente como un solo hombre, demostrando en vivo la profunda identidad entre la idea de individuo y la de masa. Y llamo, en cambio, p¨²blico a un concurso de gentes que se han reunido en torno a un motivo m¨¢s o menos com¨²n, sea s¨®lo las volteretas de un titiritero ambulante, pero un concurso que sencillamente carece de esas condiciones que defin¨ªan a la masa.
Un s¨¦ptimo: O s¨¦ase, que aqu¨ª, por ejemplo, cada uno no semos cada uno.
-En eso f¨ªo.
El primero: Y que no estamos contaos.
-Se ve que no, puesto que los hay que entran y salen: no lo digo por esos que se han ido a la barra hace un poco ni por estos se?ores que llegan tarde, no, sino que es que hay unos que est¨¢n m¨¢s a la cosa y m¨¢s dentro que otros, y uno mismo oscila en su grado de
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participaci¨®n en el asunto que nos re¨²ne. Y el caso es que ni ustedes ni ning¨²n p¨²blico en general, sea de un teatro o circo o de una asamblea improvisada o hasta de un aula con gente no oficialmente matriculada, no podr¨ªan manifestarse, gritar o rebullir como un solo hombre, al estilo de las masas de estadios o de grandes almacenes el d¨ªa de su madre...
Otra: ?La de la masa o la de los almacenes?
-Es la misma. ... o tampoco como en una manifestaci¨®n organizada o en una votaci¨®n de esas que sondean previamente las agencias: ustedes, se?oras y se?ores, nunca podr¨ªan aqu¨ª votar nada.
Otra m¨¢s: Momentito, maestro, que se entienda una: si no podemos manifestamos como un todo o solo hombre, que ust¨¦ dice, tampoco los que aqu¨ª han hablado (o ya en ¨¦sas, ni ust¨¦ mismo, si es que es tambi¨¦n del p¨²blico) no han hablado cada uno como cada uno.
-?se es el punto. Gracias, an¨®nima y femenina voz. Ah¨ª est¨¢ el intr¨ªngulis: que la ventaja que os encarezco de la conversaci¨®n en p¨²blico consiste en que no ya los murmullos, risas o silencios comunes con que un p¨²blico se expresa no pertenecen ni a la totalidad ni a cada uno personalmente, sino que, cuando el p¨²blico se expresa por medio de voces singulares, como aqu¨ª se ha venido haciendo, pero siendo cada una sin embargo la voz del p¨²blico, resulta que el que habla no es el mismo que puede hablar en su relaci¨®n privada, con su familia, con sus novios, o en la barra con los cofrades a la hora de las tapas. Y a la mano de ustedes est¨¢ el comprobar que aquel mismo que en la vida privada era notoriamente incapaz de articular m¨¢s que los t¨®picos distribuidos desde arriba o las cuatro ideas en cruz a las que tiene que aferrarse para su personal sustento, ese mismo, metido en un p¨²blico, si llega a hablar por ventura como voz de p¨²blico, se vuelve incre¨ªblemente inteligente, desprendido de ideas previas, capaz de estar a la cuesti¨®n com¨²n y de tener ocurrencias acerca de ella.
Un octavo: Un milagrito, don Joaqu¨ªn, lo que ust¨¦ nos est¨¢ contando.
-?Milagro? Si quieren ustedes: el milagro de la cuant¨ªa indefinida, de cuyas virtudes contra el uno y contra el todo no es acaso ¨¦ste lugar de discurrir. Pero ah¨ª tienen, por ejemplo: seguro que mi c¨®nyuge ha acudido con su madre a esta charla y se encuentra entre ustedes en alguna de las primeras filas, que no distingo, con esta penumbra verdosa en que la Casa ha tenido a bien sumirnos...
(Murmullos al extremo de la segunda fila: la amplificaci¨®n de nuestro magnet¨®fono deja o¨ªr retazos como "descarao", "en evidencia" y "esta noche, en casa".)
-... as¨ª como tambi¨¦n deben de encontrarse, en puestos menos ostensibles, mi hijo primog¨¦nito, que es presidente de una promotora y socio del H¨¦rcules C.F., y un nieto que tengo que lleva un a?o peg¨¢ndose chapas de punky y descubriendo que Amor es Sexo y "T¨ªrate de la moto, t¨ªo": pues bien, esas mismas personas, si aqu¨ª por ventura hablasen como p¨²blico, no podr¨ªan decirme nada de lo que me dicen como privados, y aun con el mero deleitoso silencio que a la par con los dem¨¢s de ustedes guardan, en su contribuci¨®n al discreto murmullo p¨²blico con que han venido acompa?ando estas palabras, ?cu¨¢nto est¨¢n diciendo de inteligente y oportuno!
Una m¨¢s: Se aprovecha usted de las circunstancias, se?or m¨ªo.
-Cierto, se?ora: me aprovecho de las circunstancias. Hace usted con tal observaci¨®n una aportaci¨®n valiosa al esclarecimiento de nuestro tema, hasta el punto de que ya no s¨¦ si es usted la voz de mi suegra o la de otra. Las circunstancias, eso es: el hecho de que nos hayamos encontrado en lugar y palabra p¨²blica y que haya aqu¨ª una cuesti¨®n com¨²n en torno a la que giramos: eso es lo que nos vuelve inteligentes, p¨²blicos y comunes.
Un noveno: Y entonces, ?qu¨¦? ?Que va a ser el reparo o verg¨¹enza que a uno le d¨¦ de hablar de sus asuntos particulares lo que nos convierte en p¨²blico?
Un d¨¦cimo: ?O la vanidad de presumir de que uno sabe hablar de cuestiones, como los cultos, y delante de concurrencia?
-Pues miren: hasta el santo pudor de sostener en p¨²blico la idiocia de lo privado, hasta el forzoso reconocimiento de lo poco interesante de los personales planes, historias y dolores de tripa de cada uno, hasta la tentaci¨®n de demostrar, quieras que no, inteligencia y desprendimiento, cosas as¨ª pueden ser los triviales mecanismos an¨ªmicos que lo hagan a uno p¨²blico. Pero ?qu¨¦ m¨¢s da? El resultado eres t¨², oh p¨²blico, a quien bendigo y aun discretamente venero; t¨², que eres la sola compa?¨ªa a que me es dado acogerme, huyendo de la m¨ªsera carga de las relaciones personales, a gozar contigo de la honesta y piadosa conversaci¨®n de los humanos; t¨², en fin, oh p¨²blico, que eres mi solo amante y amado verdadero, mi amor m¨¢s dulce y grato...
Un und¨¦cimo. Diga, don Joaqu¨ªn, miust¨¦, se le agradece, como p¨²blico, las efusiones, pero a cualquiera que le escuche pu¨¦ que se le antoje que si eso que le pasa a ust¨¦ no ser¨¢ una aberraci¨®n sexual nueva, una... ?C¨®mo le dir¨ªan, se?or viajante?
El sexto: ?Una cenofilia quiz¨¢, o una xynofilia?
-?Qu¨¦ le importa al amor de los comadreos del vecindario? T¨² eres, pese a todo, p¨²blico, el amor que nos queda y vive, y a tal punto te amo, que lo que anhelo es perderme en ti, p¨²blico, y si alguna vez he de morir, morir entre tus brazos, p¨²blico, derramarme en tu seno, confundirse mi voz entre las tuyas.
A partir de aqu¨ª sigui¨® en la sala largo coloquio, que los l¨ªmites que nuestro cotidiano asigna a los acontecimientos dial¨¦cticos no nos permiten rese?ar. Pero a medida que parte del p¨²blico se retiraba a dormir y que fueron quedando pocos, empez¨® a correr el fino y el moscatel entre la concurrencia, y ya cerca de quebrar albores los ¨²ltimos condujeron a su casa a don Joaqu¨ªn Garc¨ªa en estado de inconsciencia. Le deseamos a ¨¦l y al p¨²blico en general una feliz resaca.
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