Gary
Lo sabemos perfectamente los cin¨¦filos empedernidos. El ¨²nico sujeto capaz de enfrentarse a pecho descubierto contra un pistolero contumaz de la serie B, o serie Reagan, ha de ser alguien que se llame Gary. Lo ideal es que se apellidara Cooper, pero tambi¨¦n sirve esto de Hart. Yo no s¨¦ si la vida imita al arte o todav¨ªa es al rev¨¦s, pero las primarias de New Hampshire, pese a todo pron¨®stico, han plagiado descaradamente la ficci¨®n de la pantalla grande.Contra los excesos matones de Ronald Reagan, nada m¨¢s l¨®gico -me refiero a la l¨®gica narrativa, no a la otra- que este solitario e idealista senador por Colorado de nombre Gary. El duelo final de noviembre, en las calles desiertas y polvorientas del poblado simb¨®lico del Imperio, parece recuperar la perdida emoci¨®n de la sala oscura. Gary contra Reagan. Suena a uno de aquellos programas dobles de sesi¨®n continua.
Sin embargo, el calibre electoral de Gary Hart resulta excesivamente atractivo para conquistar la Casa Blanca. No s¨®lo propone congelar las armas nucleares, impedir la fabricaci¨®n de los famosos misiles MX, suspender el proyecto del superbombardero B-1 y reducir al m¨ªnimo el gasto militar, sino que adem¨¢s osa proclamar en p¨²blico que los norteamericanos tienen que olvidarse de su bochornoso pasado intervencionista y echarle imaginaci¨®n nueva y pac¨ªfica al futuro. Un excelente conjunto de sensatos prop¨®sitos para seducir a la opini¨®n p¨²blica del mundo entero, pero un programa y una personalidad muy poco mediocres para triunfar en unas elecciones presidenciales regidas fatalmente por el famoso principio de Peter. El descubrimiento de New Hampshire ha logrado convencer, pero aqu¨ª se trata exclusivamente de vencer.
La serie de los ¨²ltimos inquilinos de la Casa Blanca ofrece pocas dudas acerca del coeficiente de inteligencia que exige la direcci¨®n de los destinos del mundo. Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, Jimmy Carter y Ronald Reagan articulan un reparto coherente que excluye cualquier posibilidad de azar y demuestra que en la pr¨¢ctica electoral americana lo que hasta la fecha cuenta son los c¨¦lebres niveles de mediocridad e incompetencia de los candidatos. O sea, que el principal problema de Gary es que resulta un tipo demasiado bueno para el cargo.
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