Sindicatos y espionaje
PARECE QUE, por fin, Margaret Thatcher se ha salido con la suya: de los 7.000 trabajadores del Centro electr¨®nico de escuchas de Cheltenham, s¨®lo unos 200 se han mantenido firmes en su negativa a renunciar al derecho de seguir perteneciendo al sindicato. Aunque su n¨²mero es reducido, su suerte puede dar lugar a¨²n a serios conflictos. No es dificil adivinar cu¨¢l es el factor que ha de terminado este resultado: el temor a la p¨¦rdida del empleo en un pa¨ªs con alt¨ªsimos porcentajes de paro. Pero las consecuencias de esta victoria de la autoritaria inquilina de Downing Street se pueden volver contra ella. Uno de los rasgos de toda su gesti¨®n gubernamental ha sido el af¨¢n por debilitar a los sindicatos. Esta vez quiz¨¢ haya ido demasiado lejos: incluso un diputado conservador, John Gorst, ha dicho que se ha atacado un "derecho inalienable" en la sociedad brit¨¢nica. El pretexto era que en el Centro de Cheltenham -ligado directamente a un centro similar de la CIA para operaciones de informaci¨®n- eran imprescindibles medidas de m¨¢xima seguridad. Pero los trabajadores de Cheltenham han estado siempre sindicados, desde su fundaci¨®n. Por otro lado, una asimilaci¨®n de la existencia del sindicato con un riesgo mayor de espionaje ha sido considerada por las trade unions c¨®mo un insulto.Los casos notables de espionaje que se han dado en los ¨²ltimos a?os en el Reino Unido han estado ligados mucho m¨¢s a c¨ªrculos de la aristocracia que al mundo sindical. Al argumento de que una huelga ser¨ªa inaceptable en Cheltenham por razones de seguridad, los sindicatos han contestado ofreciendo el compromiso de que no se declarar¨ªan huelgas. En realidad, hab¨ªa soluciones posibles que atendieran al inter¨¦s de ambas partes; las ofreci¨® incluso una comisi¨®n parlamentaria en la que tomaron parte diputados conservadores. Pero Margaret Thatcher las rechaz¨®. Impuso una medida tajante. La consecuencia ha sido un descontento contra sus m¨¦todos, tachados de dictatoriales, dentro de su propio partido. El antiguo primer ministro Heath se ausent¨® de la C¨¢mara de los Comunes para no votar a favor del Gobierno; semejante actitud ha adoptado un grupo minoritario, pero no despreciable, de diputados conservadores. Una de las razones es que se ha visto, con bastante claridad, que el Gobierno brit¨¢nico actuaba en este caso aceptando consejos y presiones de los servicios norteamericanos, empe?ados en someter a los funcionarios de Cheltenham al detector de mentiras. Es probable que ahora, con el personal privado de la protecci¨®n sindical, se ponga en pr¨¢ctica ese sistema.
Las consecuencias m¨¢s importantes se han producido en el mundo sindical. Por primera vez desde hace muchos a?os, los sindicatos de orientaci¨®n m¨¢s moderada se han unido a los m¨¢s radicales en las acciones de protesta. Con sorprendente rapidez, se han organizado huelgas de solidaridad que han paralizado sectores esenciales: el transporte, ramas industriales, los servicios p¨²blicos y sanitarios, la Prensa... Su amplitud ha sorprendido a la opini¨®n. Se ha puesto de relieve una exacerbaci¨®n de la indignaci¨®n contra el Gobierno de los sindicatos, incluso de los moderados. Este clima coincide con una recuperaci¨®n del Partido Laborista. En el ¨²ltimo sondeo de las intenciones de voto, publicado por el peri¨®dico The Guardian, el Partido Laborista aparece en cabeza, con un punto de ventaja sobre el Partido Conservador. Es la primera vez desde hace dos a?os, desde la guerra de las Malvinas, que ocurre tal cosa. Hace dos d¨ªas, el jefe de la corriente de izquierda del laborismo, Tony Berm, ha ganado con el 47% de los votos una elecci¨®n parcial y ha recuperado un esca?o en la C¨¢mara de los Comunes. No es en s¨ª un hecho sorprendente, ya que se trata de una circunscripci¨®n tradicionalmente laborista; pero es sintom¨¢tico que en la campa?a en favor de Benn hayan tomado parte dirigentes de todas las corrientes. Parece que el nuevo l¨ªder, Neil Kinnock, est¨¢ logrando cohesionar el laborismo, con una plataforma m¨¢s abierta a los problemas contempor¨¢neos, superando las querencias aislacionistas, asumiendo las necesidades de una pol¨ªtica a nivel europeo. Es de esperar que el retorno de Benn a los Comunes contribuya a ese esfuerzo y no a un arrastre de viejas concepciones. Despu¨¦s de las elecciones de junio pasado, muchos pusieron ya flores sobre el Partido Laborista; hoy se observa un despertar de su vitalidad, y, asimismo, del dinamismo sindical.
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