Jos¨¦ Luis de Vilallonga
El pelo blanco, atirantado hacia atr¨¢s, con melenita breve que le hace anillo de plata. Los ojos ir¨®nicos, a veces t¨ªmidos, y las manos morenas, pero que tampoco ofenden. Son largas y le gustan mucho a Verdes para el dibujo.-Mira, Umbral, yo nac¨ª en Serrano, efectivamente, y me eduqu¨¦ en un colegio extranjero, de modo que he vivido muy poco tiempo en Catalu?a. Podr¨ªa exhibir varios t¨ªtulos, pero no exhibo ninguno, porque eso me parece hortera. La aristocracia es una clase que no odio en absoluto: en ella hay gente muy valiosa. Pero, como clase, s¨ª, est¨¢n muertos, acabados, descolgados, sin misi¨®n, y muchos, sin dinero. Aparte el jaleo de las bastard¨ªas, que siempre sale la marquesa que no es de su padre, sino de un venezolano que pas¨® por aqu¨ª.
-Francia.
-S¨ª, he vivido muchos a?os en Francia. Una vez estaba yo, en una cena, junto a la esposa de Bidault, y, al saber que era espa?ol, me dijo: "Yo le puedo conseguir a usted la nacionalidad francesa inmediatamente". "Es que no la quiero, se?ora; yo soy espa?ol y voy a seguir si¨¦ndolo". No volvi¨® a hablarme en toda la cena. Los franceses son as¨ª.
-La Francia de Balzac.
(D¨ªgase Baliac, que es como lo pronuncia Jos¨¦ Luis.)
-Me apasiona Balzac. Eso es Francia. Y Stendhal.
(D¨ªgase Stendh¨¢l, que es como lo pronuncia Jos¨¦ Luis.)
-S¨ª, Balzac y Stendhal.
-?Y Proust?
-Proust me parece un peque?o burgu¨¦s que quiere asomarse a la aristocracia. Le fascinaba eso. Nunca le he soportado m¨¢s de 15 p¨¢ginas.
-Proust dec¨ªa que los nobles goz¨¢is de una poes¨ªa her¨¢ldica de la que no sois conscientes.
-Mira, Umbral, si yo te llamo diciendo que soy el conde de tal, seguro que no te pones al tel¨¦fono. Pero si te dicen que soy Vilallonga, claro que te pones. Luego es ya m¨¢s significativo mi apellido que todos los t¨ªtulos. Alfonso Fierro hablaba muy mal de m¨ª. Me fui directo a pedirle un cr¨¦dito, me lo dio y ahora somos amigos.
-Otra cosa que te has perdido, no leyendo a Proust, es su putrefacci¨®n sistem¨¢tica de lo que considera una clase putrefacta.
-Tambi¨¦n en eso se equivoca. No es una clase putrefacta, sino una clase que se extingue.
-?Qu¨¦ herencia te ha dejado Francia?
-La cultura.
-No entiendo la cultura francesa sin Proust.
-Bueno, est¨¢ todo lo dem¨¢s que se aprende, se lee, se oye, se vive. Por ejemplo, no hay que poner a prueba a los amigos ni a las amantes, por si acaso.
-Ahora est¨¢s casado con una francesa. ?En qu¨¦ idioma habl¨¢is entre vosotros?-Ella suele venir a hablarme, cuando yo me estoy ba?ando, esa cosa tan aburrida, y me habla en franc¨¦s/italiano/espa?ol. Todo lo mezcla, y es delicioso. Me cuenta, muchos chismes.
-T¨², como otros, eras un mito del exilio. Te vi por primera vez en una pel¨ªcula de la nueva ola, "Cleo de 5 a 7", y realmente quedabas distinto de los franceses, muy caballero espa?ol, aunque te moleste, como amante de la francesita.
-No sab¨ªa que esa pel¨ªcula se hab¨ªa puesto en Espa?a. Nunca he utilizado la imagen de caballero espa?ol.-?Te sientes actor profesional?-Un actor profesional, por el mundo, ers el que ha hecho casi 100 pel¨ªculas como yo. Aqu¨ª hace pel¨ªculas cualquiera. El se?or Reagan, queramos o no, es o ha sido un actor profesional, porque hizo muchas pel¨ªculas, y en Hollywood no se hac¨ªan las pel¨ªculas por ser pariente del primo del cu?ado, coino en Espa?a.
-Berlanga.
-Me ha gustado mucho trabajar con Berlanga, y volver¨ªa a hacerlo, pero me ha desconcertado un poco, porque parece como que no dirige a los actores, y yo, por el mundo, estoy muy acostumbrado a que me dirijan. Luis se dir¨ªa que lo deja todo a su aire, despu¨¦s (de hacernos trabajar mucho.
-Ese es su secreto -le digo a Vilallonga- Hacer como que no hace. En el cine y en la vida. Tus querellas.
-S¨®lo he tenido una, con el marqu¨¦s de Villaverde. Siempre dice que me va a matar, pero nos hemos encontrado en muchos sitios y nunca me mata. Qu¨¦ pesado.
-?Fuiste el Bradom¨ªn de la Platajunta?
-Me gust¨® aquello. (Sonr¨ªe). Me interes¨®. Con algunos, con Carrillo, por ejemplo, hice gran amistad. Es un personaje lleno de humanidad. Pero no es lo m¨ªo actuar en pol¨ªtica.
-Sin embargo, te hiciste del PSOE.
-Despu¨¦s de Tejero. Comprend¨ª que hab¨ªa que tomar partido. Le escrib¨ª el Rey una carta comunic¨¢ndole la decisi¨®n. Me contest¨® Sabino con una carta donde, aparentemente, no dec¨ªa nada, pero en la que yo supe leer: "Haces bien". Cuando conoc¨ª a Felipe me pareci¨® un chico entra?able. Hab¨ªa que estar con ¨¦l. Ahora es un hombre maduro y preocupado a quien se le nota que lleva encima el peso del poder. Me hice del PSOE y ya est¨¢. No me han llamado nunca para nada.
-El pelo largo.
-Le gusta a mi mujer y a m¨ª me da mucha pereza ir a la peluquer¨ªa. Pero t¨² das mucha importancia, por lo que he visto, a estas cosas externas.
-Son la lectura que nos ofrece un hombre, Jos¨¦ Luis. Peor est¨¢n quienes andan en laberintados de rayas, colorines, rombos y jaleos. Es una est¨¦tica/antiest¨¦tica de tecnol¨®gicos.
-Yo lo que no quiero de ninguna manera, Umbral, es parecer un ejecutivo. Uno de esos con pasado de hierro forjado en la corbata e insignia del Real Madrid en el pasador. 0 de otro equipo. Qu¨¦ horror.
-Hoy traes, Jos¨¦ Luis, una camisa de cuadritos como una manteler¨ªa azul de cocina francesa. Eso es muy snob/parisino. En el exilio eras un mito er¨®tico/pol¨ªtico, como tantos. La pol¨ªtica ya hemos visto c¨®mo va. ?Y la er¨®tica?
-Todo leyenda.
-En esto has dado un paso atr¨¢s y te confiesas mon¨®gano de tu mujer.
-Bueno, siempre hay viajes, encuentros, cosas.
-?Por qu¨¦ volviste?
-Por las jud¨ªas con chorizo, por el ruido de las conversaciones, por la nostalgia de Espa?a, que no hab¨ªa sentido jam¨¢s y de pronto fue muy aguda.
-?Dolor de no estar en Francia?
-Dolor de haber olvidado algo el franc¨¦s. Ahora tengo que mirar en el diccionario c¨®mo se escribe "murci¨¦lago", por ejemplo. Qu¨¦ horror. C¨®mo se escribe en franc¨¦s, quiero decir.
-?Por qu¨¦ tienes en tu casa falsos Buffets y falsos Leger?
-Porque los hace un pintor amigo m¨ªo, de Par¨ªs, al que quiero mucho, y le quedan mejor que los originales. Lo que siento es que no hace Modiglianis.
-?Por qu¨¦ hay siempre tanta gente en tu casa?
-Esto puede que sea africano. Yo he vivido en todas partes. S¨ª, es africano esto de tener la puerta abierta a todo el mundo Ahora he tenido a un sobrino de los Domingu¨ªn que vino a cenar y se ha quedado siete meses
Cuando se fue lo echamos mucho de menos. Llevaba a los ni?os al colegio y eso. Uno se encari?a mucho con estos particulares que se quedan a vivir en casa ?T¨² no tienes?
-Ya lo creo que tengo, Jos¨¦ Luis. Son como otra familia.
Todos los fines de semana tengo gente en mi dacha. Y hacen mucha compa?¨ªa. Como una persona.
-Eso, como una persona.
-Yo creo, Jos¨¦ Luis, que son la picaresca moderna y de oro. Algo muy espa?ol, aunque a ti te parezca africano, porque has vivido poco en Espa?a. Que Verdes dice que le gustan mucho tus manos.
Y Verdes le dibuja las manos.
-?Por qu¨¦ fumas tantos puros?
S¨®lo dos al d¨ªa. Me gustan.
-Cre¨ª que era un problema de proporciones. A un hombre tan alto como t¨² no le van los cigarrillos.
-No, es que me gustan. Eso que has llamado la "picaresca de oro", y no del Siglo de Oro, efectivamente puede que sea muy espa?ol. Me parece que la televisi¨®n se est¨¢ pasando con sus sagas de la historia reciente. Lo ¨²nico que se ve es que todos los espa?oles eran bajitos y mal alimentados. Y que Franco era una cosa que daba risa. No se comprende c¨®mo estuvo tantos a?os al frente del asunto.
-Quiz¨¢ le tuvieron, Jos¨¦ Luis.
-Pero la raza ha cambiado. T¨², por ejemplo, eres ya mucho m¨¢s alto.
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-Con Franco crec¨ªamos m¨¢s, qu¨¦ le vas hacer, Jos¨¦ Luis. El per¨ªodismo.
- Si yo no tuviera que hacer la columna de Interviu, Umbral, me sentir¨ªa desnudo. Supongo que lo mismo te pasa a ti. El periodismo agarra mucho.
-Los libros.
-Estoy haciendo una cosa con Jos¨¦ Mario Armero, en la que tambi¨¦n interviene Felipe Gonz¨¢lez. Pero el periodismo, ya te digo. Los lunes empiezo la semana dedicado a mi art¨ªculo. Pienso en mi familia, con la que apenas tengo trato. Pienso en mi clase en general, por decirlo as¨ª, y me parece que se tienen que morir de aburrimiento. Yo me levanto por la ma?ana y no s¨¦ lo que me espera en todo el d¨ªa ni a qui¨¦n me voy a encontrar.
Caballerazo espa?ol, aunque no quiera. Tan espa?ol, que no volvi¨® a Espa?a por los escudos, sino por las jud¨ªas con chorizo. Catal¨¢n nacido en la madrile?a calle de Serrano,, y educado en un colegio extranjero, cosa que, naturalmente, se le nota. ?Cu¨¢ntas damas madrile?as me han pedido que les presente a Vilallonga! Y m¨¢s que madrile?as, latinoch¨¦s. Ve¨ªan en ¨¦l un cruce de Cid Campeador y, Don Juan Tenorio. Una cosa entre Zorrilla y Mert¨¦ndez Pidal. Afortunadamente, ¨¦l no tiene nada que ver con ese machihembrado de las fantas¨ªas er¨®ticas femeninas. En su casa de la Castellana, azul y blanca, con muchos cuadros falsos -"anda, que no hay por ah¨ª Goyas falsos"- y una inquietante estructura de d¨²plex, m¨¢s la sedante terraza, he pasado horas altas y cordiales. Una vez cenamos a oscuras, o sea con velas, en el comedor redondo, porque se hab¨ªa ido la luz. La estupenda se?ora de Vilallonga, como ¨¦l dice, lo resolvi¨® todo muy bien, pero la oscuridad quedaba a¨²n m¨¢s elegante que los candelabros el¨¦ctricos. Como hubiera dicho Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, "nos tomamos la sopa a tientas".
-L¨¢stima que tu amigo no te fabrique Modiglianis.
-No, a eso se niega.
Heterodoxo de todo, aunque no pierda las buenas maneras en nada. Dos metros de Vilallonga y una camisa francesa de cuadros. "Yo me la pon¨ªa muy normalmente. A partir de ahora pensar¨¦ y comprender¨¦ que los espa?oles no suelen ponerse una camisa as¨ª con corbata". Espa?a, ya digo, ha dado muchos arist¨®cratas de izquierdas, como Hoyos y Vinent, del que no le hablo a Vilallonga. Hoy tenemos a Sartorius, hombre clave de Comisiones y seguramente del pec¨¦. A m¨ª me parece que esto se debe a que la aristocracia espa?ola, tan antigua, tan dura y pura, ha querido salvarse de la Prensa del coraz¨®n por la otra punta. Los que han querido salvarse, claro, que la mayor¨ªa no. La mayor¨ªa ya s¨®lo frecuenta salones de papel couch¨¦. Una noche, saliendo yo de casa de JLV, y avisado por el fr¨ªo, como siempre, me prest¨® su abrigo -ya he dicho que hoy trae otro gemelo- y era tan confortable y tan distinto ir dentro de un abrigo noble que hasta escrib¨ª columna sobre ello. Uno no es sino del parvenu que Vilallonga denuncia en Proust, s¨®lo que, encima, uno no es Proust. Lo cual que el Duque de Alba, que tiene, naturalmente, todos los t¨ªtulos de Espa?a, me conminaba ir¨®nicamente, estos d¨ªas, a asistir a su ingreso en la Academia de Bellas Artes, y lo hac¨ªa mediante tarjeta de Conde-Duque de Olivares, que tambi¨¦n es, poniendo debajo, a mano: "?Ojo!" Era una manera de llamarme Quevedo o quevedesco. Era una manera de llamarme al orden. Vilallonga no pretende ser brillante.
-Me molestan esas entrevistas en que la gente quiere lucirse y est¨¢ falsa y en pose.
Efectivamente, ni esto es una entrevista ni ¨¦l quiere lucirse, sino que cuenta naturalmente cosas, muchas cosas, como me las cuenta en su casa, cuando cenamos (yo no me quedo siete meses, como el otro: me limito a llevarme su abrigo). Cuando present¨® su primer libro en Espa?a, me invit¨® a hacerlo yo, y lo hice. Desde entonces tenemos eso que se llama una amistad. A Verdes le dice que ¨¦l siempre guarda las formas. Pero son unas formas, para m¨ª, muy f¨¢ciles de deformar, de modo que aparezca el verdadero Segur. Jos¨¦ Luis nunca est¨¢ en pose, quiz¨¢ porque la vida le dio la pose hecha.
-?Por qu¨¦ ha hecho Berlanga la burla de la aristocracia?
-Le pareci¨® oportuno, supongo.
-?Qu¨¦ lees?
-Historia, memorias, cosas.
-Don Alfonso XIII.
-Don Alfonso XIII le hab¨ªa pedido a mi padre que, en la intimidad, le llamase de t¨². Mi padre se neg¨®, porque no le parec¨ªa correcto. En la madrugada del 14 de abril, que es cuando creo que sali¨® don Alfonso de palacio, mi padre le llev¨® a las partes bajas del edificio, donde hab¨ªa un nutrido grupo de gente que quer¨ªa despedir al monarca. Sin duda, don Alfonso pens¨® que se trataba de algunos nobles o palatinos. Eran los cocineros y cocineras. Don Alfonso se volvi¨® a mi padre y le dijo: "Segur, aqu¨ª no est¨¢ ninguno de los que me trataban de t¨²".
-?No encuentras, Jos¨¦ Luis, que con la vuelta os hab¨¦is cotidianizado un poco, que la distancia es aureola?
-Seguramente.
-El franc¨¦s, el catal¨¢n, el castellano: ?cu¨¢l es tu lengua?
-Al principio me costaba mucho escribir art¨ªculos en castellano.
Reniega elegantemente de la aristocracia -he ah¨ª un mayor aristocratismo-, pero le pidi¨® permiso al Rey para hacerse del PSOE. Supongo que es protocolario. Ha tenido el coraje de hacerse un hombre, teniendo tantos apellidos. Defiende a la aristocracia contra Proust, aunque luego la deteriore personalmente. Me parece que su actitud es ambigua al respecto. Identifica la cultura con Francia o Francia con la cultura, pero ha redescubierto Espa?a:
-Este pa¨ªs no es el que yo dej¨¦.
Su mujer dice "Bajaras" por Barajas, cosa que marea bastante a los taxistas. Ha dado un paso atr¨¢s, como me parece se ha dicho en esta semblanza, respecto de su donjuanismo espa?ol por el mundo. Ahora parece como que va de mon¨®gamo de la legal, y escarpadamente le he arrancado una confesi¨®n de aventuras. Su mujer ama Espa?a. El fue amigo ¨ªntimo de Brigitte Bardot.
-Yo le advert¨ª, cuando vinimos, que ¨ªbamos a tener muchos incidentes aqu¨ª, por prepararla. Bueno, pues jam¨¢s hemos tenido ninguno.
Vuelve a ser, ahora que podemos considerarnos amigos casi ¨ªntimos, el gal¨¢n fugaz de aquella pel¨ªcula francesa de la nueva ola, que se met¨ªa en la cama con su joven amante sin quitarse el intocable traje de rayas: la coraza/ armadura del caballerazo espa?ol. Uno a Vilallonga lo quiere, pero Verdes me dice, m¨¢s tarde, la verdad ¨²ltima o primera sobre ¨¦l: "Este hombre, Paco, se oculta mucho con eso de las buenas formas, que nunca pierde, y con sus maravillosas manos, que jam¨¢s esconde bajo la mesa".
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