Un estado de desuni¨®n

El cabo George Dramis, que fue el ¨²ltimo infante de Marina muerto en Beirut antes de que el presidente Reagan retirara las tropas, fue enterrado en Villas, Estado de Nueva Jersey, el mismo d¨ªa en que el presidente tom¨® esa decisi¨®n.Hubo muchos que, al o¨ªr las noticias, tuvieron la sensaci¨®n de que el cabo Dramis y 263 de sus camaradas no hab¨ªan muerto en L¨ªbano por una raz¨®n, sino por un error Sin embargo, ¨¦sta no fue la impresi¨®n que dio el discurso de Reagan. La retirada, en las palabras de Reagan, era solamente redespliegue y reconcentraci¨®n de nuestras fuerzas. El tambaleante Gobierno liban¨¦s estaba tratando de reconstituirse. La retirada de Beirut, que tanto recuerda a la huida norteamericana de Saig¨®n, reforzar¨ªa nuestra "capacidad para llevar a cabo la tarea que nos propusimos". Nuestros barcos, vulnerables en potencia a un ataque suicida, ayudar¨ªan a "garantizar la seguridad en el ¨¢rea de Beirut, en donde no hab¨ªamos sido capaces de garantizar la seguridad de nuestros propios marines. El bombardeo desde el acorazado New Jersey -con los terror¨ªficos ca?ones de 16 pulgadas, que devastan un ¨¢rea del tama?o de un campo de f¨²tbol y que, inevitablemente, se cobran vidas de civiles-, ?era el camino de una reconciliaci¨®n pac¨ªfica? Como predijo Orwell, en 1984, "la guerra es la paz".

Esta descripci¨®n de los aconte cimientos de Beirut, que confund¨ªa la realidad, es el ¨²ltimo ejemplo del m¨¦todo de actuaci¨®n de Rea gan: enfrentado a una crisis que se ha deteriorado o a un problema que lla empeorado, anuncia un ¨¦xito, y luego, cuando las cosas vuelven a cambiar, distorsiona los hechos a fin de conformarlos a una nueva proclamaci¨®n del ¨¦xito. De cuando en cuando, la pirueta no es lo suficientemente r¨¢pida y hay fallos que aparecen brevemente en la construcci¨®n de su imagen.

Esta vez, Reagan decidi¨® publicar un comunicado de Prensa desde su rancho de California ante que dirigirse a la naci¨®n por televisi¨®n. Es posible que, en caso tan extremo, ni ¨¦l haya podido ani marse, a aparecer ante las c¨¢mara como si la derrota hubiera sido una victoria. Sin embargo, ante las c¨¢maras o por la Prensa, tanto en pol¨ªtica nacional como internacional, los llamamientos de Reagan, todos ellos cuidadosamente preparados en funci¨®n de la actual campa?a, ponen todos de relieve la ventaja moment¨¢nea, la historia plausible, el argumento falso.

Brecha de credibilidad

La Administraci¨®n asume alegremente que el p¨²blico y la Prensa tienen poca memoria y no se fijan. El mismo presidente no parece preocupado en absoluto por la brecha de credibilidad entre la ret¨®rica de su campa?a de 1980 y la realidad de 1984. En 1980 se nos dijo que una reducci¨®n en los impuestos producir¨ªa m¨¢s ahorro y nuevos ingresos, y que, a finales de 1983, tendr¨ªamos un pesupuesto equilibrado. Hoy d¨ªa, el nivel de ahorro es el m¨¢s bajo en 25 a?os y tenemos el d¨¦ficit federal m¨¢s elevado de la historia.

Dicen que tenemos un bajo ¨ªndice de inflaci¨®n, pero eso tambi¨¦n lo dijo Herbert Hoover. En realidad, siempre se puede disminuir la inflaci¨®n produciendo una recesi¨®n, y nosotros acabamos de pasar la peor recesi¨®n desde la gran depresi¨®n de los treinta. La Administraci¨®n tambi¨¦n se?ala que tenemos la mayor disminuci¨®n en desempleo desde la segunda guerra mundial, lo que, en realidad, es el resultado de haber creado, en primer lugar, el paro m¨¢s alto de la posguerra, sacando a millones de trabajadores del pleno empleo, de tal forma que ya ni siquiera buscan trabajo.

Tras haber conseguido un nivel r¨¦cord de trabajadores desanimados y dados de baja, que no est¨¢n siquiera incluidos en los ¨ªndices de desempleo, el ¨ªndice de desempleo ser¨¢ a¨²n superior el d¨ªa de las elecciones de 1984 de lo que era hace cuatro a?os, cuando Ronald Reagan lanz¨® el grito de "empleo, empleo y m¨¢s empleo". No hay nada milagroso en una recuperaci¨®n temporal en a?o de elecciones, producida por un gasto deficitario sin precedentes, en una escala inimaginada ni siquiera por abogados extravagantes de la econom¨ªa keynesiana.

Pero, en realidad, la Administraci¨®n ignora simplemente la otra mitad de la prescripci¨®n keynesiana: que el d¨¦ficit ha de reducirse a medida que la econom¨ªa se recupera. Creen que pueden llegar a las elecciones con una pol¨ªtica que, aparentemente, puede gustar a los votantes, aunque no pueda ser continuada por mucho tiempo una vez los votos hayan sido escrutados.

En realidad, existen tristes perspectivas para 1985 y 1986 (o quiz¨¢ incluso antes) de un aumento de la inflaci¨®n, o una subida de los tipos de inter¨¦s, o de otra recesi¨®n m¨¢s profunda a¨²n. Son muchos los economistas que lo est¨¢n advirtiendo, muchos los periodistas que lo saben, pero casi nadie toca el tema. Mientras, el presidente insiste en que no habr¨¢ un aumento de impuestos para terminar con el d¨¦ficit, mientras que sus consejeros gui?an el ojo y dan a entender que ellos conseguir¨¢n convencerle. ?En 1985?

El mejor simulador

Esto puede ser una pol¨ªtica inteligente, pero lamentable desde el punto de vista de la econom¨ªa. Lo que es peor, este tipo de pol¨ªtica mina la confianza de los estadounidenses en nuestro sistema. Este proceso ha alcanzado su culminac¨ª¨®n durante los a?os de Reagan como presidente, pero ya hab¨ªa infectado anteriores administraciones de ambos partidos. Se dir¨ªa que los presidentes est¨¢n cada vez m¨¢s tentados de tomar decisiones que les llevar¨¢n hasta la elecci¨®n siguiente, aunque fallen en la pr¨®xima Administraci¨®n o en la siguiente generaci¨®n. Al promet¨¦rseles una cosa y darles otra, los norteamericanos se distancian cada vez m¨¢s. Se registran y votan en porcentajes cada vez menores. A medida que vamos de una campa?a a otra, el probable vencedor es el candidato capaz de manipular con m¨¢s destreza los acontecimientos de unos pocos meses en un solo a?o, a fin de influir en la votaci¨®n durante unas pocas horas en un d¨ªa s¨®lo.

Reagan es el mejor simulador que hemos tenido como presidente en la historia moderna. Algunos consejeros de la Casa Blanca hablan del problema de la paz, como si esto fuera sobre todo un problema pol¨ªtico para Ronald Reagan. Otros sugieren abiertamente que s¨®lo necesitan ganar tiempo antes de lanzar una guerra m¨¢s amplia en Am¨¦rica Central en 1985, lo que ser¨ªa una repetici¨®n tr¨¢gica del fat¨ªdico error en Indochina hace dos d¨¦cadas. Hay miembros del Gobierno que est¨¢n hablando de paz en 1984 como un preludio a declarar la guerra en 1985.

Para disminuir los temores que puede inspirar una Administraci¨®n cuyos miembros han hablado de que se puede salir victoroso de un conflicto nuclear, el presidente dice que asume ahora la idea del control de armamentos, pero ?qu¨¦ fe pueden tener los votantes en que seguir¨¢ teniendo este reci¨¦n profesado inter¨¦s durante su segundo mandato, cuando ha sido tan belicoso en swprimero?

El d¨ªa de la retirada de L¨ªbano, fuentes de la Casa Blanca explicaron a un informador de The Washington Post que la decisi¨®n era "un esfuerzo por salvar una de las posiciones pol¨ªticas m¨¢s arriesgadas de la Administraci¨®n en un a?o de elecciones presidenciales". Pero quiz¨¢ nos deber¨ªamos estar preguntando c¨®mo va este presidente a enfrentarse a nuestros adversarios cuando ya no tenga que enfrentarse a los votantes ante las urnas.

Los comentaristas admiran casi un¨¢nimemente la habilidad de la Administraci¨®n. Alaban el Mensaje sobre el Estado de la Naci¨®n, calific¨¢ndolo de sendero perfectamente trazado hacia la reelecci¨®n, pero no como gu¨ªa hacia el futuro, como podr¨ªa o deber¨ªa ser.

La respuesta dem¨®crata

Ante todo esto, ?c¨®mo deber¨ªa reaccionar la leal oposici¨®n? ?C¨®mo puede el partido dem¨®crata promover sus propios proyectos, as¨ª como el prop¨®sito nacional?

En primer lugar, tenemos que proponernos no aceptar los t¨¦rminos convencionales del debate econ¨®mico. Debemos negarnos a permitir que la elecci¨®n se convierta en el ¨²ltimo informe econ¨®mico de octubre, cuyo sentido puede no durar hasta el mes siguiente. Los dem¨®cratas podr¨ªan y deber¨ªan hacer algo m¨¢s que preocuparse por los d¨¦ficit. Hay quien sugiere que no se puede confiar en los dem¨®cratas para enfrentarse con los d¨¦ficit federales, porque somos expertos en amasarlos. Pero los d¨¦ficit actuales hacen que el m¨¢s imprudente d¨¦ficit dem¨®crata parezca positivamente parsimonioso. S¨®lo el d¨¦ficit de este a?o podr¨ªa cubrir cinco veces todo el plan nacional de seguro de enfermedad.

Cuando la Administraci¨®n Reagan renueve su llamamiento por una enmienda constitucional para un presupuesto equilibrado, los dem¨®cratas deber¨ªan responder: ?C¨®mo pueden volver a proponerlo cuando ellos mismos son los mayores derrochadores de la historia de Estados Unidos? ?C¨®mo pueden pedir que la Constituci¨®n equilibre el presupuesto cuando el mismo presidente no es capaz de hacerlo?

Cuando la Administraci¨®n pide un veto a determinados gastos o una comisi¨®n para acabar con el d¨¦ficit, los dem¨®cratas deber¨ªan preguntar qu¨¦ gastos quieren vetar o cu¨¢les son sus reducciones presupuestarias. Y cuando el presidente dice que el problema es el gasto interior, los dem¨®cratas deber¨ªan enfrentarse a ¨¦l: ?C¨®mo puede ser as¨ª, cuando el d¨¦ficit en estos momentos es 50.000 millones de d¨®lares (unos 7,5 billones de pesetas), superior a todo el conjunto de gastos interiores discrecionales? ?Qu¨¦ le gustar¨ªa eliminar: la vacuna infantil, los pr¨¦stamos estudiantiles o la aplicaci¨®n de los derechos civiles?

La Administraci¨®n, por ejemplo, ?trata de reformar el programa de ayuda m¨¦dica suprimiendo los beneficios de los ancianos? La alternativa dem¨®crata deber¨ªa ser la de limitar los costes del programa mediante un aut¨¦ntico control de lo que pueden cobrar m¨¦dicos y hospitales. ?Puede cobrar menos un m¨¦dico con unos ingresos de 300.000 d¨®lares anuales? Un anciano que est¨¦ enfermo no puede quedarse sin cuidados m¨¦dicos.

Podemos reducir el d¨¦ficit ahora y eliminarlo para finales de esta d¨¦cada simplemente mediante una justa reforma fiscal y un justo aumento de los impuestos, justas limitaciones en los gastos y poniendo fin a derrochadores programas militares, como el misil MX, el bombardero B-1, proyectos de guerra de las galaxias y otra generaci¨®n de armas a base de gas nervioso. En vez de esto, de lo que le o¨ªmos hablar al presidente es de un plan ambiguo para aumentar los impuestos en fecha posterior. Y promete dar a conocer este plan en una fecha muy conveniente: diciembre de 1984.

?Qui¨¦n se beneficiar¨ªa si esta Administraci¨®n tuviera un segundo t¨¦rmino y una segunda posibilidad para redistribuir la carga fiscal en la direcci¨®n equivocada? Hasta ahora, teniendo en cuenta la inflaci¨®n y las tasas de la seguridad social, las familias que ingresan menos de 30.000 d¨®lares anuales no est¨¢n en mejor situaci¨®n despu¨¦s de los cortes fiscales de Reagan, pero aquellas con ingresos de 200.000 d¨®lares han obtenido una reducci¨®n del 15%, equivalente a m¨¢s de 60.000 d¨®lares cada una.

Renovar la esperanza

Para los dem¨®cratas, la campa?a de 1984 es un reto para renovar la esperanza y la oportunidad econ¨®micas, ofreciendo medidas concretas, diciendo algo aut¨¦ntico, en lugar de competir con una Administraci¨®n que dice a la gente s¨®lo lo que quiere o¨ªr. Los dem¨®cratas pueden y deben presentar una estrategia industrial nueva, a fin de poner a Estados Unidos en el siglo XXI. Los dem¨®cratas no pueden aceptar una recuperaci¨®n que deja fuera a los trabajadores del Noreste, a las f¨¢bricas cerradas del Medio Oeste industrial, a las granjas de la pradera y a todos aquellos que est¨¢n fuera de la coalici¨®n electoral del soleado Sur. Nosotros debemos apoyar la idea de que Estados Unidos es un pa¨ªs y un pueblo y no debe llegar nunca a ser una econom¨ªa dividida en contra de s¨ª mismo.

En segundo lugar, los dem¨®cratas deben hablar por todos los estadounidenses que fueron dejados fuera del Mensaje sobre el Estado de la Uni¨®n del presidente. Debemos intentar comprender y transmitir la dolorosa desesperaci¨®n de los millones sin poder para quienes estos a?os han sido los mas duros de sus vidas: los sin hogar, los hambrientos y las familias de clase media llevadas a la privaci¨®n.

Desde 1980, cinco millones m¨¢s de estadounidenses han pasado a situarse por debajo de la l¨ªnea de pobreza, establecida en un ingreso m¨¢ximo anual de 9.800 d¨®lares para una familia de cuatro miembros. El ¨ªndice de pobreza se sit¨²a ahora en el 15 % de la poblaci¨®n, el m¨¢s alto desde 1965, mientras que el 20% m¨¢s rico posee la parte m¨¢s abundante de la riqueza nacional desde 1950.

Hay otro tipo de injusticia que deber¨ªa ser un tema central de preocupaci¨®n en la campa?a dem¨®crata de 1984. Esta Administraci¨®n nos ha dado una comisi¨®n de derechos civiles que es m¨¢s bien antiderechos civiles. El nuevo director de personal de esta comisi¨®n se ha pronunciado en contra de la acci¨®n afirmativa y la igualdad salarial. para las mujeres. El mismo presidente trata los derechos m¨¢s fundamentales de las mujeres -como, por ejemplo, el derecho de elecci¨®n en el tema del aborto- como balones pol¨ªticos para ser utilizados en discursos ante grupos fundamentalistas de la nueva derecha.

Hay un tema cr¨ªtico que los dem¨®cratas tienen que plantear en esta campa?a: ?por qu¨¦ la Administraci¨®n ensalza al Gobierno cuando ¨¦ste construye bombas y misiles, o interfiere en libertades fundamentales y el derecho a lo privado, y, en cambio lo menosprecia cuando vacuna a un ni?o, alimenta al pobre o ayuda a una familia a adquirir una vivienda?

La pol¨ªtica exterior

En tercer y ¨²ltimo lugar, hemos de rechazar la creencia popular de que la pol¨ªtica exterior no es nunca un tema decisivo en una campa?a nacional. Hoy d¨ªa, nos hallamos implicados, directa o indirectamente, en dos guerras calientes y una guerra fr¨ªa, tres guerras que nos sobran. En lugar de los in¨²tiles llamamientos (republicanos) en pro de coriversaciones interminables, los dern¨®cratas deber¨ªan exigir que negociemos con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, en serio e inmediatamente, una congelaci¨®n inmediata, mutua y verificable, de la producci¨®n, explosiones de prueba y despliegue de armas nucleares. Esto deber¨ªa ser m¨¢s que un simple tema en un programa de partido. Un cese negociado de la carrera armamentista deber¨ªa ser la primera prioridad de una nueva pol¨ªtica exterior.

Hay un factor com¨²n a lo largo de toda la pol¨ªtica exterior de Reagan. Se trata de una atracci¨®n, apenas contenida, por el enfrentamiento y la exhibici¨®n de fuerza. Hubo demasiados dem¨®cratas que admitieron la pol¨ªtica de la Administraci¨®n en L¨ªbano porque, adujeron, era demasiado arriesgado opinar. Pero el mayor peligro ahora ser¨ªa guardar silencio sobre la temeridad generalizada de la Administraci¨®n. El a?o que viene, si Reagan resulta reelegido, ser¨¢ demasiado tarde para disentir.

Am¨¦rica Central debe ser un tema de esta campa?a, de manera a no tener que ir despu¨¦s a la guerra por la puerta trasera, con nuestro pueblo dividido y decepcionado.

Derechos humanos

La historia nos ha ense?ado, en la angustia y la retirada, que ser¨ªa una locura seguir por ese camino. Deber¨ªamos oponernos a la pol¨ªtica de escalada de Reagan en El Salvador y a la pr¨¢ctica de burla de los derechos humanos en dicho pa¨ªs, al mismo tiempo que se env¨ªa a 5.000 soldados estadounidenses a unas maniobras permanentes en Honduras.

Lo que est¨¢ en juego en 1984 es el car¨¢cter de nuestra democracia. No podemos enfrentarnos a otra elecci¨®n en la que la gente vote por promesas que han de ser rotas, en que las manipulaciones del momento escondan realidades m¨¢s profundas e intenciones diferentes. Despu¨¦s del Mensaje sobre el Estado de la Uni¨®n, un comentarista de televisi¨®n dijo que hab¨ªa sido brillante en tanto que estrategia de campa?a. Que hab¨ªa sido brillante proponer una enmienda de equilibrio presupuestario despu¨¦s de haber triplicado el d¨¦ficit, porque la gente no entiende lo del d¨¦ficit.

"Podemos hacerlo mejor"

Estoy persuadido de que, si la oposici¨®n cumple con su cometido, la gente podr¨¢ comprender este tema y otros. Debemos insistir en que las buenas razones de Reagan no pueden sustituir a las obras, en que no aceptaremos un proyecto fiscal secreto y una sorpresa en el tema de los impuestos en 1985. Que estamos en contra de la filosof¨ªa de "comed, bebed y divert¨ªos" de esta recuperaci¨®n, que nos oponemos a todo tipo de diplomacia que hable de paz pero que desbarate el control de armamentos, que nos resistimos a tener una Administraci¨®n que habla de proteger el entorno pero que ejerce una pol¨ªtica a lo James Watt (secretario del Interior recientemente dimitido, que se distingui¨® por su acci¨®n en contra de la conservaci¨®n de los recursos naturales y la l¨ªnea ecologista) de proteger a los contaminadores. Y el reto al que nos hemos de enfrentar es no limitarnos a oponer, sino proponer tambi¨¦n, ser audaces al apoyar nuestras creencias y al exponer alternativas aut¨¦nticamente democr¨¢ticas.

Creo en este momento, como siempre lo he cre¨ªdo, que los estadounidenses est¨¢n preparados para ser realistas, para responder y sacrificarse si nuestros dirigentes abren la v¨ªa hacia el cambio. Es posible que el presidente prefiera debatir sobre el pasado -el suyo y el nuestro- y discutir sobre qui¨¦n lo ha hecho peor. Nosotros debemos plantearnos otro tipo de campa?a y volver a plantear el reto de que nosotros podemos hacerlo mejor, tanto para el pa¨ªs como para nosotros mismos; mejor para los m¨¢s d¨¦biles de nosotros y mejor para la causa suprema, que todos compartimos, de la libertad y la paz.