Dolores y el pudor
Dolores del R¨ªo, ovetense, 25 a?os, madre de un ni?o, de melena lisa y profesi¨®n sus labores, preferir¨ªa, sin duda, no haber tenido jam¨¢s un quiste pilonidal en zona sacra. A los continuos balbuceos que salpican su forma de expresarse se contrapone la rotundidad con que construye la frase de que "a m¨ª no me ha presionado nadie". Es la ¨²nica de la que no duda, el talism¨¢n que la ha conducido de acusar claramente a Herminio S¨¢nchez a decir que "me mir¨® un poco m¨¢s abajo que en otros reconocimientos, pero de tactos... no s¨¦; desde luego, vaginal no lo not¨¦, aunque la enfermera me dijo que si ¨¦l hizo esto o lo otro", y a se?alar la pena que le dan los tres m¨¦dicos sancionados por asaltar, borrachos, su habitaci¨®n a las cinco de la madrugada.Pese a estar en bata azul cielo de algo como seda artificial, con zapatillas de plumas a juego, y a que cuando recibe a EL PAIS pasan de las nueve de la noche, Dolores va maquillada como para ir de fiesta, largas de rimel las pesta?as, perfilada en negro la boca muy roja, y un crucifijo de perlas en el cuello.
A estas alturas, parece como si nada o casi nada hubiera ido con esta mujer, cuyo marido trabaja en el asilo de ancianos de Oviedo y sobrina de un militar que, quiz¨¢ ajeno al entorno al que ella ha sido sometida desde el 24 de febrero, le sigue aconsejando, con cierta ingenuidad, que vaya adelante con su denuncia contra los m¨¦dicos. Es, seguramente, esa protecci¨®n masculina al pudor de las hembras, considerado como patrimonio de la familia. La misma actitud que hizo que Dolores, al principio, no le contara a su marido la agresi¨®n, "porque era muy violento", dice, "pero la enfermera o la jefa me dijo que era muy grave y que se iba a enterar igual". Y la misma postura que hizo a Jos¨¦ Luis, su marido, subir airado a preguntar al gerente "qu¨¦ ten¨ªa que hacer", antes de saber que ya estaban en marcha las medidas disciplinarias. Dolores se refiere poco a s¨ª misma y a lo que siente, pero s¨ª se?ala que "para qu¨¦ seguir adelante", que su marido "est¨¢ ya muy calmado".
S¨ª cuenta, no obstante, que, despu¨¦s de que los dos m¨¦dicos la obligaran a ponerse de rodillas en la cama, mir¨® hac¨ªa atr¨¢s, vio a Herminio abrirse la bata y, antes de intentar ponerse detr¨¢s de ella, hizo "un adem¨¢n raro con la mano", que Dolores recuerda llev¨¢ndose su propia mano, larga y fina, al bajo vientre.
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