?Nos sigue interesando el ingreso en la CEE? / 1
El ingreso en la CEE es el gran desaf¨ªo que tiene planteado Espa?a, pasados ya los a?os de euforia en los que pudo pensarse que ello ser¨ªa la panacea de todos nuestros males, se?ala el autor de este trabajo. Sin embargo, en estos tiempos de crisis, los peligros de esta adhesi¨®n son muy grandes, sobre todo en el terreno de la agricultura, que es el que se analiza en esta primera parte del art¨ªculo
En el curso de una negociaci¨®n, la estrategia de cada una de las partes consiste en descubrir cu¨¢les son las preferencias reales de la otra parte e intentar adaptarlas a las propias. Por eso, el peor servicio que se puede prestar a la vocaci¨® europea de Espa?a es silenciar las enormes dificultades objetivas con las que se enfrenta una negociaci¨®n en la que nuestra econom¨ªa se encuentra en una posici¨®n de partida de elevada dependencia respecto de los mercados de la CEE y donde la situaci¨®n no es sim¨¦trica.Lamentablemente, el azar hist¨®rico ha determinado que, en un panorama de reajuste de los equilibrios de intereses de la Europa de los a?os cincuenta a las nuevas existencias de la divisi¨®n internacional del trabajo que est¨¢ surgiendo de la crisis, se encuadre la negociaci¨®n de las condiciones de nuestra adhesi¨®n a los Tratados de Par¨ªs y de Roma. Sobre todo, la crisis econ¨®mica es la que est¨¢ dificultando la ampliaci¨®n.
De todos modos, la desproporci¨®n econ¨®mica de las partes negociadoras no deber¨ªa impedir la b¨²squeda de una zona de contrato o de compromiso razonable, que, arrancando del reconocimiento de las escasas posibilidades que puede ofrecernos una Europa fragmentada y sumida en una profunda crisis industrial, tampoco olvidase que Espa?a y la CEE no son espacios econ¨®micos en etapas homog¨¦neas de desarrollo y que, en consecuencia, la integraci¨®n no deber¨ªa frenar la progresi¨®n en el ritmo de crecimiento de nuestra econom¨ªa ni su mayor armon¨ªa sectorial y regional.
Por eso, cuando Espa?a se aproxima a la recta final de las negociaciones en las que se van a tomar decisiones trascendentales para nuestro futuro econ¨®mico, es m¨¢s necesario que nunca examinar cr¨ªticamente el trasfondo que subyace en las posiciones oficiales de la comunidad, as¨ª como los problemas que se plantear¨¢n a nuestra econom¨ªa con el ingreso en la CEE si no se consigue un acuerdo equilibrado. Ser¨ªa muy conveniente que la opini¨®n p¨²blica espa?ola se formase una idea lo m¨¢s exacta posible de algunos aspectos decisivos de la cuesti¨®n, como: qu¨¦ significar¨¢ el desarme arancelario y cu¨¢l es el lugar que se reserva a la industria espa?ola en el conjunto europeo; cu¨¢l ser¨¢ el efecto de la integraci¨®n sobre el empleo; qu¨¦ puede esperar nuestra agricultura de la aplicaci¨®n de la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n (PAC), y en qu¨¦ medida se facilitar¨¢ o dificultar¨¢ el desarrollo de nuestras potencialidades econ¨®micas con el ingreso de Espa?a en la CEE.
Hasta hace unos a?os, el ingreso de Espa?a en la CEE se justificaba no s¨®lo en t¨¦rminos pol¨ªticos, sino tambi¨¦n en t¨¦rminos econ¨®micos, y se argumentaba que las ganancias para la agricultura y la mayor eficiencia de nuestra industria compensar¨ªan las p¨¦rdidas de los sectores industriales que no pudiesen soportar la competencia de la industria comunitaria, y como resultado neto, Espa?a podr¨ªa conseguir un ritmo de crecimiento econ¨®mico m¨¢s r¨¢pido.
Hoy, sin embargo, conviene redimensionar estas expectativas a la luz de la experiencia, es decir, viendo el impacto real que han tenido las piezas b¨¢sicas del edificio comunitario -la PAC y la Uni¨®n Aduanera- sobre la estructura productiva de los pa¨ªses miembros; lo que, de paso, nos permitir¨¢ comprender tanto las resistencias de algunos pa¨ªses como la necesidad de que, en la fase decisiva de las negociaciones, se afronte con pragmatismo el inventario de nuestras necesidades en esa fuerza -antes, din¨¢mica y plural, y hoy, estancada y fr¨¢gil- que Ortega y Gasset denominaba "el equilibrio europeo".
Las horas bajas de la Europa verde
La Europa verde es hoy centro de una amplia pol¨¦mica. De ser considerada como el pilar fundamental de la construcci¨®n europea, ha pasado a ser la causa de todos. los males que afligen a la Comunidad. Basta seguir de cerca el curso de las negociaciones de la "marat¨®n agr¨ªcola" para la fijaci¨®n de los precios para que cada a?o los problemas de la Europa agr¨ªcola retornen a las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos, alimentando la crispaci¨®n de muchos sectores econ¨®micos que consideran a los agricultores como los grandes beneficiarios del Tratado de Roma.
La ¨²nica verdad incontrovertible es que, desde su nacimiento, la Europa comunitaria ha empleado m¨¢s de dos tercios de sus recursos propios en financiar las intervenciones de una PAC que no ha dado buenos resultados y que en los a?os ochenta se ha vuelto tan onerosa como para poner en juego la misma supervivencia de la comunidad. ?Cu¨¢les son los determinantes del profundo malestar que vive la agricultura comunitaria?
Las contradicciones que han caracterizado su funcionamento pueden reconducirse a tres puntos esenciales: excedentes estructurales, elevado coste de la pol¨ªtica agr¨ªcola y car¨¢cter discriminatorio de la misma.
En primer lugar, quiz¨¢ la m¨¢s conocida de las cr¨ªticas sea su tendencia a favorecer los aumentos injustificados de producci¨®n mediante incentivos artificiales, lo que determina una insatisfactoria asignaci¨®n de los recursos. Los excendentes estructurales de algunos productos y las destrucciones peri¨®dicas de alimentos son graves ejemplos de despilfarro, que nutren las cr¨ªticas de muchos sectores de opini¨®n. En segundo lugar, el hecho incuestionable de que la PAC absorba una cuota demasiado elevada del presupuesto de gastos de la comunidad se presenta como la causa principal del exiguo desarrollo de las dem¨¢s pol¨ªticas comunitarias.
Los efectos perversos de la PAC
Pero, sin duda, el aspecto m¨¢s llamativo, y tal vez el menos conocido, de la experiencia de gesti¨®n de la PAC sea su proclividad a los efectos perversos. Desde su origen, la PAC se ha estructurado para proteger sobre todo los intereses de las agriculturas de la Europa central a costa de las ¨¢reas perif¨¦ricas, y especialmente de las regiones mediterr¨¢neas. Adem¨¢s, la organizaci¨®n com¨²n de los mercados ha sufrido numerosos ataques al permitir ventajas de precios a determinadas agriculturas nacionales para determinados productos.
Quiere decirse que en su actuaci¨®n, la PAC ha acentuado una serie de mecanismos perversos, tendentes a discriminar entre productores -acentuando las diferencias a favor de los m¨¢s fuertes- y entre pa¨ªses econ¨®mica y pol¨ªticamente m¨¢s fr¨¢giles a costa de los que tienen econom¨ªas m¨¢s s¨®lidas.
El ejemplo italiano es significativamente aleccionador para nuestras esperanzas. Con una estructura agr¨ªcola muy similar a la espa?ola, la aplicaci¨®n de la PAC ha favorecido el deterioro del d¨¦ficit de la balanza comercial agr¨ªcola y alimentaria italiana, sobre todo porque la protecci¨®n concedida a los productos continentales ha resultado mucho m¨¢s eficaz que la otorgada a los productos mediterr¨¢neos. Ni siquiera Francia -sin duda, el pa¨ªs m¨¢s beneficiado por la PAC- ha podido librar a sus agricultores del Norte y del Sur de los agravios comparativos en los que se traducen los efectos perversos de la PAC, tal y como ha subrayado cr¨ªticamente el Informe Bloch-Lain¨¦ ("La France en mai 1981. Forces et faiblesses").
Pero, adem¨¢s de las contradicciones propias de la PAC, algunos agricultores comunitarios tienen otros motivos para lamentarse a causa del impacto negativo de los diferenciales de inflaci¨®n y, en general, del desorden monetario. Pues no en vano los pa¨ªses que en los ¨²ltimos a?os han registrado una inflaci¨®n superior a la media de la Comunidad Econ¨®mica Europea han sufrido un descenso considerable en las rentas de sus agricultores. De lo dicho emerge que la contradicci¨®n m¨¢s grave y peligrosa para el sector agr¨ªcola es la p¨¦rdida de competitividad de los agricultores que operan en las econom¨ªas m¨¢s d¨¦biles y que, en consecuencia, pagan el precio de la debilidad de sus monedas.
Traducido a la realidad, las consideraciones anteriores sobre los efectos perversos de la PAC significan que, si bien la asunci¨®n del acervo agr¨ªcola comunitario beneficiar¨¢ a nuestra agricultura, los resultados no ser¨¢n ni sectorial ni regionalmente homog¨¦neos, y a medio plazo, un modelo de protecci¨®n agr¨ªcola como el de la comunidad -aunque supondr¨¢ aumentos de productividad- seguramente no incentivar¨¢ en gran medida ni la armon¨ªa de la estructura agr¨ªcola espa?ola ni el desarrollo de todo su potencial productivo.
Francisco J. G¨®ma Martos es economista de la Empresa Nacional Adaro de Investigaciones Mineras.
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