Lou Donaldson, un tipo extraordinario
No se hab¨ªa o¨ªdo mucho de ¨¦l en los ¨²ltimos tiempos y algunos de sus m¨¢s recientes empe?os discogr¨¢ficos resultaban bastante dudosos, as¨ª que a muchos de los que acudimos a las actuaciones del m¨²sico Lou Donaldson en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid se nos antojaba que nos ¨ªbamos a encontrar con un m¨²sico acabado.S¨ª, s¨ª, acabado. Por lo pronto, llen¨® la sala. Y ya tiene m¨¦rito, en una semana en la que casi todos, preocupados con los conciertos de gente de m¨¢s renombre, nos hab¨ªamos olvidado de esta especie de hermano menor. Menor en teor¨ªa, que no en la pr¨¢ctica, en donde se disipa esa idea nada m¨¢s verle, con su empaque, m¨¢s que de jazzman, de cantante.
Fen¨®meno atmosf¨¦rico peligroso para navegantes
Concierto de 'jazz'
Lou Donaldson Quartet. Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 30 de marzo de 1984.
Como que cant¨® y todo. Cant¨® dos blues desorejados y rotundos que fueron lo mejor de todo, en especial uno que contaba la historia de una dama aplicada al whisky a la menor insinuaci¨®n y en cualquier circunstancia. Casi no hab¨ªa que saber ingl¨¦s para entender lo que dec¨ªa la canci¨®n.En el grupo, cada cual iba por su lado. Herman Foster es un pianista ciego y muy bruto que tuvo destellos en los blues, pero que todos los solos los hizo igual. Toca el piano con los brazos muy estirados, y de cuando en cuando los retira con brusquedad, como si le dieran calambres.
El ¨²nico blanco del grupo, Geoff Fuller, estaba firme en el centro del escenario como si no fuera con ¨¦l la cosa, aferrado a un contrabajo el¨¦ctrico, h¨ªbrido de archila¨²d y tromba marina, artilugio este ¨²ltimo que no es un fen¨®meno atmosf¨¦rico peligroso para navegantes, sino un instrumento musical. El bater¨ªa, Victor Jones, tambi¨¦n mostr¨® tendencia a hacer la guerra por su cuenta, pero es duro y efectivo y toca con un nervio que elogian los buenos entendidos en jazz.
Lou Donaldson es un tipo extraordinario. Toca el saxo alto con t¨¦cnica, inventiva, velocidad, fuego y sentido del humor. Hace unas citas fant¨¢sticas, al estilo de las de todo un Johnny Griffig. Sus solos tienen colorido y tradici¨®n. Pero, sobre todo, es especialista en el stop-chorus, ese momento de la verdad en que los acompa?antes callan y el solista se ve obligado a improvisar sin ning¨²n apoyo.
Ah¨ª, donde muchos se estrellan, la m¨²sica de Lou Donaldson levanta el vuelo, y no precisamente el vuelo del moscard¨®n, sino el de la majestuosa y parkeriana ave del para¨ªso.
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