La trama que derroc¨® al general ?lvarez, tejida por oficiales reformistas
ENVIADO ESPECIAL, El general Walter L¨®pez, que ayer jur¨® ante el Congreso su cargo como nuevo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, y el coronel Roberto Mart¨ªnez, principales beneficiarios de la crisis militar hondure?a, fueron conspiradores de ¨²ltima hora. Los primeros conjurados, que durante tres meses tejieron una trama sigilosa para derrocar al general Gustavo ?lvarez eran otros: un n¨²cleo reducido de tenientes coroneles y mayores, pertenecientes todos a la sexta y s¨¦ptima promoci¨®n de la Escuela de la Guerra. Se habla, con raz¨®n, de un movimiento de oficiales j¨®venes porque ninguno ha cumplido los 40 a?os.
Al margen de su coincidencia generacional, dos rasgos identifican a los conspiradores: su apoyo decidido al programa reformista que hace una d¨¦cada intent¨® el Gobierno militar de Osvaldo L¨®pez Arellano y su prop¨®sito de profesionalizar las fuerzas armadas, poniendo fin a la corrupci¨®n y a la guerra sucia.El l¨ªder de este grupo es el teniente coronel Mario Amaya, al que un profesor de la universidad califica como "intelectualmente brillante y audaz en lo militar". Depurado en 1975 y trasladado a Caracas como asistente del agregado militar, fue ascendido a su actual rango el 21 de diciembre y nombrado jefe de un batall¨®n de cobras (especialistas en lucha antiguerrillera).
Varios compa?eros de Amaya fueron situados tambi¨¦n en diciembre al frente de otros tantos batallones. El mando de tropas les permiti¨® poner en marcha su proyecto pol¨ªtico-militar, que pasaba por la destituci¨®n de ?lvarez. La conspiraci¨®n, planeada primero para Semana Santa, se ejecut¨® con tanto rigor que pas¨® inadvertida a los cientos de ojos y de o¨ªdos que maneja la CIA en este pa¨ªs.
Durante la semana que va del 18 al 25 de marzo tuvo lugar una tormentosa reuni¨®n del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, organismo integrado por unos 40 oficiales. Uno de sus miembros inquiri¨® al comandante en jefe sobre la desaparici¨®n de un mill¨®n de d¨®lares destinados a compras de equipo militar.
La reacci¨®n del general ?lvarez fue terrible. Acept¨® primero que se nombrase una comisi¨®n investigadora, pero arremeti¨® luego contra sus subordinados, amenazando con destituirlos.
Consenso en su contra
?lvarez cre¨® as¨ª un consenso en su contra. Rompi¨® la alianza con la vieja guardia de los coroneles, sin saber que las promociones siguientes ya conspiraban contra ¨¦l. Eso aceler¨® la conjura, con la icorporaci¨®n de algunos de sus ex aliados, como Walter L¨®pez y Roberto Mart¨ªnez.El general L¨®pez exigi¨® informar del golpe a los norteamericanos. Se le encarg¨® la gesti¨®n a ¨¦l, que se entrevist¨® con el embajador John Dimitri Negroponte, una semana antes de desatarse la crisis. Washington recibi¨® la informaci¨®n y dej¨® hacer. La paranoia belicista de Alvarez incomodaba ya al presidente Reagan en v¨ªas de reelecci¨®n. El pasado martes, el jefe del Comando Sur norteamericano con base en Panam¨¢, Paul Gorman, se entrevist¨® con el presidente hondure?o, Suazo C¨®rdova, y le manifest¨® que el golpe era un asunto interno de Honduras y que ello no deb¨ªa provocar cambios en las relaciones con Washington.
Dos d¨ªas antes del golpe lleg¨® a la capital hondure?a Harry Shlaudeman, nuevo embajador especial para Centroam¨¦rica. Es impensable que no fuera informado del tema. En su comitiva ven¨ªa tambi¨¦n Raymond Burhardt, que hasta hace unos meses fue agregado pol¨ªtico de la Embajada norteamericana en Honduras y que trabaja actualmente en el Consejo Nacional de Seguridad. A diferencia de Shlaudeman, que ese mismo d¨ªa sigui¨® viaje a Costa Rica, Raymond Burhardt permaneci¨® en la capital hondure?a. A primera hora del s¨¢bado era uno de los pocos diplom¨¢ticos que estaban al tanto de la purga militar.
El general ?lvarez decidi¨® trasladarse el viernes, d¨ªa 30, a San Pedro Sula, capital econ¨®mica del pa¨ªs, para presidir una reuni¨®n de la Asociaci¨®n para el Progreso de Honduras (APROH), un conglomerado de empresarios derechistas que utilizaba como trampol¨ªn pol¨ªtico. Los golpistas no dejar¨ªan pasar tal oportunidad.
Gustavo Alvarez presidi¨® esa noche en la C¨¢mara de Comercio una asamblea de la APROH en la que se recaudaron 127.000 lempiras (m¨¢s de nueve millones de pesetas), en su mayor¨ªa mediante cheques bancarios.
Seg¨²n versiones confiables, ?lvarez insisti¨® esa noche en la imposibilidad de coexistir con los sandinistas y en la inminencia de la guerra. Hay quien afirma que ese mismo d¨ªa expuso esa tesis por tel¨¦fono al embajador Negroponte, quien le neg¨® el apoyo de Washington.
Despu¨¦s de la reuni¨®n, ?lvarez fue a cenar a casa de su amigo Vitanza. Aunque desde su ¨¦poca de comandante local posee una casa espl¨¦ndida en la colonia R¨ªo de Piedras, en San Pedro Sula, valorada en medio mill¨®n de lempiras (37 millones de pesetas), el general no durmi¨® en ella esa noche.
S¨¢bado, d¨ªa 'D'
A las 7 de la ma?ana del s¨¢bado, d¨ªa D, acudi¨® a la base a¨¦rea de Armando Escal¨®n, donde le esperaba su avi¨®n especial. Hab¨ªa citado a desayunar al rector de la Universidad Nacional de Honduras, Osvaldo Ramos Soto, miembro destacado de APROH, que le acompa?ar¨ªa en el vuelo de regreso a la capital.El comandante en jefe desconoc¨ªa que su cuartel general de Tegucigalpa hab¨ªa sido ocupado esa madrugada por cien cobras al mando del teniente coronel Mario Amaya. Sus tropas, que tienen la consigna de "no hablar, no re¨ªr, no saludar", llevaban en sus manos planos detallados del cuartel, que tiene un alto valor estrat¨¦gico como centro de comunicaciones militares de todo el pa¨ªs. Otros 3.000 soldados rodeaban la capital.
?lvarez se encontr¨® en la base a¨¦rea con el coronel Roberto Mart¨ªnez y el jefe de esa instalaci¨®n, mayor Israel Navarro. Algunas fuentes y el propio general defenestrado aseguran que Walter L¨®pez se encontraba tambi¨¦n en ese lugar. El coronel Mart¨ªnez lo salud¨® diciendo: "Mi general, le espera una llamada del presidente". Era una estratagema para separarlo de su escolta. El mayor Navarro, integrado en el primer c¨ªrculo de conspiradores, lo acompa?¨® a la oficina. Una vez all¨ª le dijo que estaba arrestado y le invit¨® a desprenderse del arma y a redactar su renuncia. El general reaccion¨® airadamente, en su papel de comandante en jefe. Su subordinado le advirti¨® que ten¨ªa ¨®rdenes muy severas contra ¨¦l si opon¨ªa resistencia. Al preguntar el porqu¨¦ de su destituci¨®n, le respondi¨® que por la corrupci¨®n, por los desaparecidos y por la creaci¨®n de cuerpos paramilitares.
Llantos del amigo
Sabi¨¦ndose perdido, ?lvarez se desarm¨® de su pistola, al tiempo que le dec¨ªa: "Se la regalo". No se ha aclarado suficientemente en qu¨¦ momento redact¨® su renuncia, dirigida al presidente, pero con toda probabilidad fue en esta oficina, ya que acto seguido le pusieron las esposas y no se las quitaron hasta que sali¨® en direcci¨®n a San Jos¨¦ de Costa Rica. El propio ?lvarez orden¨® a su escolta que no opusiera resistencia. Por todo equipaje llevaba un malet¨ªn de mano con las 127.000 lempiras recaudadas la noche anterior en la reuni¨®n de la APROH. La mayor¨ªa de los firmantes acudi¨® a sus bancos a primera hora del lunes para anular los cheques.Cuando acababan de desarrollarse estos acontecimientos lleg¨® a la base su invitado, Oswaldo Ramos. "Vengo a desayunar con el general ?lvarez", dijo. "?C¨®mo es que usted anda proponiendo un golpe?", le contest¨® el oficial. El rector, turbado,. insisti¨® en ver a su anfitri¨®n. "Est¨¢ detenido en ese avi¨®n y sale exiliado a Costa Rica. Hombres como usted deber¨ªan ir con ¨¦l", le respondieron. El rector escap¨® a toda prisa.
El vuelo de San Pedro Sula a Tegucigalpa dura 20 minutos escasos. El avi¨®n de ?lvarez, pilotado por su amigo el coronel Carlos Aguirre, incorporado de ¨²ltima hora a la conspiraci¨®n y que, seg¨²n algunos, llor¨® al ver esposado a su jefe, aterriz¨® hacia las 8 de la ma?ana en la base a¨¦rea de Hern¨¢n Acosta Mej¨ªa, cuartel general de la fuerza a¨¦rea. Desde all¨ª empezaron a ser citados por orden jer¨¢rquico los generales de la c¨²pula militar. En primer t¨¦rmino el jefe del Estado Mayor conjunto, general Abdenego.
El jefe de las fuerzas de seguridad, general Daniel Bal¨ª Castillo, que unos d¨ªas antes hab¨ªa pedido visados para trasladar a su familia a Estados Unidos, dijo que no pensaba acudir a la cita. Al otro lado del tel¨¦fono le contestaron que si no se presentaba bombardear¨ªan el cuartel de la polic¨ªa y que si lo cog¨ªan vivo ser¨ªa fusilado. Parece que antes de rendirse llam¨® a Hueso para que resistiera. ?ste le contest¨® que no ten¨ªa con qu¨¦.
El ¨²ltimo en ser citado fue el jefe de la fuerza naval, Rub¨¦n Humberto Montoya, que ante el escrito de denuncia que le pusieron a la firma trat¨® de rebelarse: "?Por qu¨¦ yo?". La respuesta fue fulminante: "Por ladr¨®n". Al embajador Negroponte se le atribuye esta frase: "Montoya es el libro abierto de la corrupci¨®n en Honduras". Un barco construido con ayuda estadounidense se resquebraj¨® durante las pruebas de resistencia de tiro porque Montoya hab¨ªa rebajado las especificaciones del buque para embolsarse 300.000 d¨®lares.
Con las cuatro renuncias firmadas ya en su poder, el general Walter L¨®pez llam¨® por tel¨¦fono al presidente Roberto Suazo, invit¨¢ndole a que acudiese al cuartel general de la aviaci¨®n para una reuni¨®n urgente del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas. Pidi¨® que le acompa?aran el ministro de la Presidencia, Carlos Flores, y el canciller Edgardo Paz Barnica.
Cuando lleg¨®, el presidente se sorprendi¨® al encontrar s¨®lo al general L¨®pez y a los coroneles Erik S¨¢nchez y Said Speer, pieza clave en el golpe por haber tenido a su mando la unidad de blindados. El militar de m¨¢s alto rango explic¨® la situaci¨®n a Suazo y le entreg¨® el escrito con la dimisi¨®n de Alvarez. El presidente argument¨® que lo sucedido era anticonstitucional, a lo que respondieron que quien actuaba anticonstitucionaImente era ?lvarez. "Lo que estamos haciendo nosotros es en defensa de la Constituci¨®n".
Ante la resistencia del primer magistrado -que ayer no asisti¨® a la ceremonia de jura del nuevo jefe del Ej¨¦rcito- uno de los coroneles abandon¨® mornent¨¢neamente la reuni¨®n para consultar con los compa?eros que esperaban en otro departamento. La decisi¨®n no tard¨® en llegar: "Nosotros estamos dispuestos a respetar la Constituci¨®n, pero si no acepta este arreglo, ah¨ª est¨¢ todav¨ªa el avi¨®n. Puede usted acompa?ar a ?lvarez a Costa Rica.
Los ministros Flores y Paz Barnica invocaron el pragmatismo pol¨ªtico y el hecho consumado para encabezar lo que desde ese momento comenz¨® a llamarse reestructuraci¨®n militar.
El ex comandante en jefe fue trasladado al avi¨®n West Wing, del presidente, donde ya sin esposas fue trasladado a San,Jos¨¦ entre 10 y 11 de la ma?ana, una vez m¨¢s por el piloto Carlos Aguirre. Poco antes del mediod¨ªa lleg¨® a la capital costarricense -desde donde ayer se traslad¨® a Miami- con la barba crecida y aspecto de cansancio. Luego dir¨ªa que le hab¨ªan tratado como a un delincuente. En su casa de Tegucigalpa, m¨¢s ostentosa a¨²n que la de San Pedro Sula, le esperaban para un bautizo. Su esposa fue informada de que el general hab¨ªa sido secuestrado por un comando izquierdista. Unos minutos despu¨¦s todas las emisoras de Honduras, conectadas con el centro emisor del palacio presidencial, emit¨ªan un comunicado militar dando cuenta de la renuncia de ?lvarez. Con intermitencia de 15 a 30 minutos fueron emitidos luego otros dos inensajes del alto mando.
Llegaron luego las explicaciones del ministro Flores al cuerpo diplom¨¢tico y el discurso presidencial, retrasado hasta las 9.30 de la noche. El golpe militar era asumido oficialmente como una contribuci¨®n al proceso democr¨¢tico. Poco importaba que el canciller transmitiese a¨²n un mensaje de amistad del presidente al general ?lvarez en el aeropuerto de San Jos¨¦.
La purga no hab¨ªa terminado a¨²n. El domingo renunci¨® el general Marco Antonio Rosales, inspector general de las fuerzas armadas, y fueron arrestados varios coroneles del c¨ªrculo m¨¢s pr¨®ximo a ?lvarez. Los golpistas de ¨²ltima hora se reservaron los cargos m¨¢ximos, con Walter L¨®pez, ¨²nico general superviviente, como comandante en jefe, Humberto Regalado como jefe del Estado Mayor conjunto y Roberto Mart¨ªnez como director de las fuerzas de seguridad. A los golpistas originarios les interesaron m¨¢s los puestos de mando en batallones operativos.
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