Ricos tristes y pobres felices
Extra?a carrera la de Dusan Makavejev, cineasta especializado en llegar tarde a todas partes. As¨ª, se apunt¨® a lo de los nuevos cines y al deshielo de los pa¨ªses del Este cuando se iniciaba una nueva glaciaci¨®n, de manera que sus bromas no hicieron la menor gracia a los jerifaltes encargados de dictaminar si las pel¨ªculas se hacen con af¨¢n constructivo o con mala intenci¨®n; convertido en ap¨¢trida, consigui¨® irse liberando de sus traumas de yugoslavo para asumir los de europeo moderno y progresista: el resultado es Sweet Movie, un filme-esc¨¢ndalo que se rueda cuando ya nadie se escandaliza. Sweet Movie hablaba de una comuna embarcada en un nav¨ªo que ten¨ªa como mascar¨®n de proa a un Marx lloroso; visto que la derrota de la revoluci¨®n ya no vende, Makavejev se interesa por la privacidad y las frustraciones del individuo, y de ah¨ª surge Montenegro. Pero otra vez ha errado el tiro: el sexo, la liberaci¨®n a trav¨¦s de la intimidad carnal, ya no es moda. Los jovencitos reivindican el platonismo, y sus mayores , escamados de aventuras y promiscuidades de consecuencias tormentosas, han decidido sustituir la esposa del amigo por la mousseline de ajos.Una trayectoria tan empe?ada en ser moderna y que, sin embargo, nunca logra sintonizar con el esp¨ªritu de la ¨¦poca, es algo pat¨¦tico. De poco le sirve a Makavejev el hacer cine de una manera sumamente heterodoxa -nunca monta en funci¨®n del espacio-, ya que su sino es aparecer como una de esas lujosas revistas editadas en papel cuch¨¦ que encontramos en ciertas salas de espera: siempre tienen varios meses -cuando no a?os- de antig¨¹edad, y sus osadas exclusivas de ¨²ltima hora saben a rancio.
Montenegro
Director: Dusan Makavejev. Int¨¦rpretes: Susan Anspach, Erland Josephson, Per Oscarson, Borec Todorovic, Christine Gelin. Gui¨®n: Dusan Makavejev. Fotograf¨ªa: Tomislav Pinter.Local de estreno: Luna 2.
Montenegro es una f¨¢bula transparente, aunque mal organizada. Todos sus personajes sue?an con escapar de la rutina. El abuelo quisiera cazar b¨²falos en las praderas y se?oras en la moqueta de la lujosa mansi¨®n; el padre abandona as¨ª que puede la civilizada Suecia para buscar el calor brasile?o; los ni?os juegan a ser mayores, a respetar todas las convenciones que sus progenitores se saltan; la esposa est¨¢ empe?ada en congraciarse con su cuerpo, en redescubrir el placer de saberse deseada.
Es aquello de que el dinero no hace la felicidad y de que los pobres, aunque sucios, groseros, chillones y borrachines, se lo pasan mejor. Entre los yugoslavos en Suecia a¨²n existe la pasi¨®n, la gente se apu?ala por una partida de cartas y hacen el amor en p¨²blico, sin que haya en ello ni voluntad de provocaci¨®n ni una oculta necesidad exhibicionista. Son el "buen salvaje" redivivo, ese plus de vitalidad del que carecen las sociedades ricas.
La argumentaci¨®n es conocida y no hace falta insistir en lo que hay de real y de t¨®pico en ella. Lo malo no es eso, sino que todo el talento de Makavejev para encontrar buenas im¨¢genes y dirigir a los actores se aplique a un esquema, que sus apolog¨ªas de la espontaneidad no sean espont¨¢neas de verdad, que no ame a sus personajes y los utilice tan s¨®lo como s¨ªmbolos desprovistos de vida.
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