Un cierto temor a la guerra fr¨ªa

Entre los medios oficiales y empresariales espa?oles en Argel se extiende un gran pesimismo por el futuro de las relaciones hispano-argelinas. Los empresarios tienen ya una idea relativamente clara de las consecuencias que tendr¨¢ para ellos lo que parece una inevitable ruptura de las negociaciones hispano-argelinas sobre el gas.Esas consecuencias pueden resumirse as¨ª: p¨¦rdida de numerosos contratos para ejecuci¨®n de proyectos argelinos por valor de m¨¢s de un centenar de miles de millones de pesetas, posible cierre de medio centenar de empresas y despido de 4.000 o 5.000 trabajadores, p¨¦rdida de un mercado que adquiere en Espa?a m¨¢s de 90.000 millones de pesetas anuales en bienes de equipo y mercanc¨ªas espa?olas.

La frustraci¨®n de los empresarios y hombres de negocios que actualmente trabajan en o con Argelia se comprende f¨¢cilmente porque sus perjuicios son tangibles y pueden ser cuantificados con cierta facilidad. Es verdad tambi¨¦n que los contratos millonarios firmados por Argelia con Francia e Italia, despu¨¦s de solucionadas satisfactoriamente sus respectivas negociaciones sobre gas, despertaron entre las empresas espa?olas expectativas muy superiores a lo que en realidad podr¨ªa razonablemente esperarse de una soluci¨®n satisfactoria del contencioso hispano-argelino. Ello, no obstante, no cambia el hecho de la importancia real de estos perjuicios materiales.

Resulta, sin embargo, m¨¢s dif¨ªcil valorar las aprensiones diplom¨¢ticas sobre las posibles represalias pol¨ªticas argelinas y la futura evoluci¨®n de las relaciones hispano-argelinas. En todo caso, la peor de las consecuencias de esta eventual ruptura comercial, que algunos diplom¨¢ticos no dudan en asegurar que puede convertirse en virtual ruptura diplom¨¢tica, es que la pol¨ªtica magreb¨ª global con la que inaugur¨® -en teor¨ªa, se entiende- el Gobierno socialista su andadura en el norte de ?frica, quedar¨¢ completamente en entredicho.

Espa?a se encontrar¨¢ exactamente en la situaci¨®n contraria a que la el ministro de Asuntos Exteriores quer¨ªa llevarla, y habr¨¢ vuelto a un desequilibrio peligroso.

Una vez m¨¢s, se cree en Argel, la pol¨ªtica exterior espa?ola estar¨¢ volcada, esta vez involuntariamente y sin opci¨®n, en la cooperaci¨®n siempre aleatoria, dif¨ªcil, problem¨¢tica y exigente con Marruecos.

Los m¨¢s pesimistas creen incluso posible un retorno a la guerra fr¨ªa entre Espa?a y Argelia, y aunque esto resulta dif¨ªcil de concebir en la "era de la seriedad y la moderaci¨®n Benyedid", hasta se teme la posibilidad de una resurrecci¨®n del expediente de la supuesta africanidad de las Canarias, que dormita en los cajones de la OUA.

Por las razones que sean, todos exageran las posibles consecuencias de la previsible ruptura comercial hispano-argelina, y, sin minimizarla, tal vez la diplomacia espa?ola en el Magreb ha adoptado con demasiada facilidad los puntos de vista de los pa¨ªses en que le toc¨® trabajar. En cualquier caso, no deja de ser parad¨®jico que ahora que se esboza una pol¨ªtica mediterr¨¢nea global espa?ola, y que se toma m¨¢s en serio incluso el t¨²nel sobre el estrecho de Gibraltar -que dicho sea de paso s¨®lo el gasoducto Skikda-Madrid puede hacer rentable-, las divergencias de un contrato no se inclinen hacia el Atl¨¢ntico.