El general ?lvarez, un palad¨ªn de la 'guerra sucia'
El 'modelo hondure?o', una democracia mediatizada por los uniformes, se hab¨ªa desbordado por el despotismo del militar destituido, que se queja de haber sido tratado "como un delincuente".
ENVIADO ESPECIAL"Me trataron como a un delincuente", dijo ?lvarez en su ¨²nica conferencia de prensa. "Todav¨ªa tengo las mu?ecas doloridas", se quej¨®, al tiempo que ped¨ªa regresar a su pa¨ªs. El diputado Miguel Andonie Fern¨¢ndez, l¨ªder de un peque?o partido opositor, declar¨® que su petici¨®n era justa, "como la de las madres y hermanas y hermanos que claman por los desaparecidos".
El Ej¨¦rcito hondure?o, que durante el ¨²ltimo cuarto de siglo ha practicado un golpismo paternalista, a veces con prop¨®sitos de reforma social, entr¨® con ?lvarez por la senda de la guerra sucia: 103 desaparecidos en los ¨²ltimos tres a?os son el testimonio de su fe en la teor¨ªa de la seguridad nacional, aprendida en los cursos especiales que sigui¨® en Argentina. Varias decenas de muertos se unen a esta lista negra.
Para atacar a una izquierda casi inexistente, desorganizada y carente de arrastre popular, el jefe militar se rode¨® de asesores argentinos que trasplantaron sus m¨¦t¨®dos de trabajo: c¨¢rceles clandestinas, torturas y desaparici¨®n de los detenidos. La versi¨®n local de los Ford Falcon, tan temidos en Buenos Aires, fueron unas furgonetas sin matr¨ªcula.
Puesta en funcionamiento la maquinaria, ¨¦sta se volvi¨® insaciable. A falta de izquierdistas confesos, ?lvarez empez¨® a ver comunistas solapados en los sindicatos y organizaciones gremiales. Detr¨¢s de cada huelga estaba el marxismo-sandinismo, aunque la mitad de los campesinos est¨¦ sin trabajo y muchos ganen menos de un d¨®lar por d¨ªa.
Sindicalistas tratados como guerrilleros
A comienzos de mes, su polic¨ªa detuvo en pleno centro de Tegucigalpa a Rolando Vindel, presidente del Sindicato Nacional de Electricistas. Sus compa?eros declararon una huelga para pedir su libertad. Sin consultar con el presidente, envi¨® a los cobras (especialistas en lucha antiguerrillera) y detuvo a 300 obreros. Los solt¨® unas horas despu¨¦s, para detener a 500 m¨¢s al d¨ªa siguiente.Doce dirigentes fueron enviados a los tribunales por sedici¨®n. Vindel contin¨²a sin aparecer.
Sus propios compa?eros de armas no se libraron de este furor persecutorio. Algunos oficiales comprobaron que ten¨ªan sus tel¨¦fonos intervenidos. Sus veh¨ªculos eran registrados en las carreteras y ten¨ªan rigurosamente vetado el acceso al presidente o a los ministros.
?lvarez gobernaba las Fuerzas Armadas con un sentido riguroso de la verticalidad, rompiendo una tradici¨®n seg¨²n la cual las grandes decisiones se adoptaban por consenso en el Consejo Superior. Esto llev¨® a un profesor universitario a hablar de un ej¨¦rcito parlamentario. El despotismo se traduc¨ªa en reprimendas constantes y amenazas de destituci¨®n.
Otras decisiones estrictamente militares le ganaron nuevos enemigos. Elev¨® a cinco a?os el tiempo de servicio para los ascensos. Esto retrasaba la carrera y el disfrute de sueldos m¨¢s altos. Como contrapartida, ?lvarez se hab¨ªa autonombrado general de divisi¨®n sin atenerse a las normas, y su enriquecimiento era cada vez m¨¢s ostentoso, aunque su camarilla de generales le superara en esto.
No contento con ser el hombre fuerte del pa¨ªs, hasta el extremo de que el Gobierno de Roberto Suazo pasaba por ser un simple administrador incapaz de frenar "las locuras del jefe", como dec¨ªan los mismos militares, ?lvarez decidi¨® meter sus manos en el Partido Nacional, una de las dos fuerzas tradicionales del pa¨ªs. Puso en su direcci¨®n al ex presidente, general Juan Alberto Melgar, quien reconoci¨® ante sus amigos que ?lvarez iba a dar cuatro millones de lempiras (unos 300 millones de pesetas) para postular su candidatura en las elecciones de 1986.
La Asociaci¨®n para el Progreso de Honduras (APROH), vinculada en sus or¨ªgenes a la secta Moon, de corte fascista, le sirvi¨® para presionar desde otro frente sobre el Gobierno liberal, rode¨¢ndose de empresarios ultras. Con ello alimentaba un sue?o casi er¨®tico: derrotar militarmente a los sandinistas y convertirse as¨ª en el h¨¦roe anticomunista de Am¨¦rica. La guerra se hab¨ªa convertido en su obsesi¨®n preferida. En sus delirios bonapartistas, so?aba con ayudar al Ej¨¦rcito salvadore?o a triunfar sobre la guerrilla, un motivo m¨¢s de desconfianza para sus oficiales, que no han olvidado la guerra de 1969 con este pa¨ªs.
En medio de este c¨²mulo de desaciertos, irrit¨® tambi¨¦n a su aliado norteamericano con un guerrerismo excesivo, que result¨® intolerable para el actual momento pol¨ªtico de Estados Unidos. Al final quedar¨ªa s¨®lo con cuatro generales y media docena de coroneles. Hasta sus amigos del Gobierno hacen balance p¨²blico de sus desprop¨®sitos y anuncian, ahora s¨ª, una primavera democr¨¢tica.
Esta esperanza se palpa en todos los ambientes pol¨ªticos del pa¨ªs. El dirigente liberal Jorge Arturo Reina dice que Roberto Suazo tiene una oportunidad hist¨®rica de cambiar el rumbo del Estado. "Es necesario caminar hacia la paz en lugar de hacia la guerra abandonar la pol¨ªtica de seguridad nacional, sustituir la econom¨ªa de guerra por una econom¨ªa para el desarrollo, cambiar el fanatismo por el pluralismo".
Portavoces del reprimido sindicato de electricistas conf¨ªan en que el Gobierno ponga fin a la represi¨®n. El presidente de la C¨¢mara de Comercio de Tegucigalpa, Jos¨¦ Mar¨ªa Betancourt, dice que esta es la ocasi¨®n "de poner de una vez a las Fuerzas Armadas bajo el mando absoluto del poder civil". Comenta con enfado que en los ¨²ltimos meses, "al transitar por las calles, parec¨ªa que estuvi¨¦ramos pasando de un pa¨ªs a otro".
El secretario general de la Asociaci¨®n de Campesinos, Ram¨®n Antonio Sevilla, cree que "los actos represivos van a disminuir, porque los militares que han tomado el poder son j¨®venes oficiales con mentalidad progresista".
Menos confiado se muestra el democristiano Efra¨ªn D¨ªaz. El ¨²nico diputado que no apoy¨® el nombramiento de ?lvarez vot¨® esta vez a favor de su sucesor, el general Walter L¨®pez Reyes, aunque condicionando su voto a la rectificaci¨®n de pasados errores.
Como prueba de ello pide al Gobierno y al mando militar estricto respeto a la Constituci¨®n; la puesta en marcha de profundas reformas sociales en favor de los m¨¢s pobres; la adopci¨®n de una pol¨ªtica exterior y de defensa que responda a los intereses hondure?os y evite la regionalizaci¨®n de los conflictos centroamericanos; el inicio inmediato de una investigaci¨®n para esclarecer las desapariciones y castigar a los culpables, y la apertura de procedimientos penales por actos de corrupci¨®n, tanto de civiles como de militares.
La cooperaci¨®n con Estados Unidos continuar¨¢
"Si echamos tierra sobre los generales destituidos y los enviamos como agregados militares a otros pa¨ªses, seg¨²n la costumbre, no habremos avanzado nada. Es hora de terminar con el servilismo de los civiles ante los militares, aunque la forma en que se han desarrollado los acontecimientos no es el mejor aval".El director del peri¨®dico independiente Tiempo, Manuel Gamero, opina que con el nuevo equipo militar vendr¨¢n d¨ªas mejores en materia de derechos humanos, libertades p¨²blicas y tal vez algunas reformas sociales. "Hacia el exterior es posible que baje el nivel de confrontaci¨®n con Nicaragua y el compadreo con el Ej¨¦rcito salvadore?o, pero no creo que se modifique el esquema de relaciones con Estados Unidos". "No es casual que el general Paul Gorman haya sido el primer visitante extranjero de alto nivel despu¨¦s del golpe. ?l mismo se encarg¨® de aclarar que el presidente le hab¨ªa dado seguridades de que no se iban a alterar los programas de cooperaci¨®n militar.
El soci¨®logo V¨ªctor Mesa entiende que los oficiales j¨®venes manejan un proyecto pol¨ªtico progresista, aunque las alianzas de ¨²ltima hora van a mediatizarlo. La CIA est¨¢ ya maniobrando para que nada cambie en lo que se ha dado en llamar modelo hondure?o: una democracia formal, fuertemente mediatizada por los militares. La desaparici¨®n del ala m¨¢s dura del Ej¨¦rcito es, en cualquier caso, un progreso, y ah¨ª radica la esperanza de los hondure?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.