El encanto irresistible de Alfred Hitchcock
Son las cinco pel¨ªculas rescatadas de Alfred Hitchcock las que crean mayores aglomeraciones en el Festival Internacional de Cine Imaginario de Madrid. No es extra?o, pues su exhibici¨®n en festivales anteriores o en salas comerciales de muchos pa¨ªses, han despertado id¨¦ntica expectativa. El mito del Hitchcock de la etapa norteamericana aumenta con el tiempo para los m¨¢s j¨®venes, aunque otros vean desvanecerse las ilusiones mantenidas durante el tiempo ante estas pel¨ªculas.
Entre estas pel¨ªculas se encuentran algunas de las m¨¢s famosas del autor, lo que alimenta la imagen de que nos encontramos ante un aut¨¦ntico genio. La reciente revisi¨®n de algunas de sus pel¨ªculas inglesas ha pasado por los cines espa?oles sin pena ni gloria, quiz¨¢ porque se evidenciaba su esquematismo o su ingenuidad: parece l¨ªcito entender, por tanto, que el p¨²blico considera que el mejor cine de Hitchcock se encuentra en Hollywood.Particularmente no considero justa esta discriminaci¨®n, salvo, claro est¨¢, por la mejor calidad t¨¦cnica de los filmes norteamericanos. Hitchcock sigui¨® siendo el mismo.
Soluci¨®n aplaudida
V¨¦rtigo, El hombre que sab¨ªa demasiado, La soga, Pero... ?qui¨¦n mat¨® a Harry? y La ventana indiscreta conforman este ciclo. Algunas son pel¨ªculas menores como, por ejemplo, La soga, que se inspira en la tambi¨¦n menor obra teatral de Patrick Hamilton, respetando su mismo tiempo dram¨¢tico. Hitchcock quiso rodarla en un solo plano para mantener el clima dram¨¢tico, empe?¨¢ndose en un ejercicio prohibido por los sistemas del rodaje de la ¨¦poca (1948) que exig¨ªan cambiar cada diez minutos la bobina de pel¨ªcula virgen.Encontr¨® el director una soluci¨®n, que ha sido muy aplaudida, pero que no oculta cierta ingenuidad: un personaje o un objeto tapan completamente el objetivo en sus movimientos o en el de la c¨¢mara para poder cambiar el rollo. Pero ese truco da a veces la impresi¨®n contraria, es decir, que se trata de un salto de tiempo, de un par¨¦ntesis. La historieta, por otra parte, carece de emoci¨®n, salvo en los primeros minutos, cuando los asesinos ocultan el cad¨¢ver de su amigo en un ba¨²l y aguardan impasibles la llegada de sus invitados creyendo que con el asesinato han realizado una obra de arte. Esos invitados, efectivamente, llegan, se van y s¨®lo queda el forzado desenlace para que el crimen no quede impune.
El hombre que sab¨ªa demasiado es, a mi juicio, otro filme de menor importancia, aunque resulta espinoso confesarlo en un panorama cr¨ªtico, que suele jalear todas las pel¨ªculas del director con id¨¦ntica incondicionalidad. M¨¢s que saber demasiado, el protagonista apenas sabe nada, como le ocurre al espectador, que puede contemplar su angustia ante el secuestro de su hijo con la misma frialdad con que se observa un mecanismo de relojer¨ªa: todas las piezas sirven para algo; todas se dan mutuamente vida, pero a veces no interesa saber la hora.
Hitchcock es un simp¨¢tico farsante que conoce el terreno del juego y que posee capacidad para invitar a entrar en ¨¦l incluso a los m¨¢s reacios porque, en m¨²ltiples momentos, adquiere caracter¨ªsticas m¨¢gicas. A mi juicio, dos ejemplos: la primera parte de esa fascinante historia que es V¨¦rtigo o el decorado de la casa de enfrente de La ventana indiscreta. Cuando el humor interviene en el cine de Hitchcock, ¨¦ste adquiere mayor grandeza. De ah¨ª que sea probablemente Pero... ?qui¨¦n mat¨® a Harry? la pel¨ªcula m¨¢s redonda de estas cinco. Se trata abiertamente de una comedia, incluso delirante, en la que no caben par¨¢digmas morales, ni trucos que prometan cuando luego no se cumple en la misma medida. Lamentablemente esta pel¨ªcula fracas¨® y, siempre sensible al ¨¦xito, Hitchcock no repiti¨® esa risa.
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