Las tres negaciones de Iberoam¨¦rica /y 2
A las dos primeras negaciones -la del origen ind¨ªgena y la del pasado virreinal- se une ahora la negaci¨®n de la unidad continental que padecen los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica, se?ala el autor de este trabajo. A m¨¢s de siglo y medio de su independencia, casi todos, los pa¨ªses del ¨¢rea conocen una situaci¨®n semejante: endeudamiento, inflaci¨®n, estancamiento del desarrollo y p¨¦rdida de la capacidad adquisitiva de salarios y paro, lo que habla por s¨ª solo de la tragedia en que viven 300 millones de habitantes.
Paralela a la infidelidad frente a lo ind¨ªgena y a lo hispano, se produjo la tercera traici¨®n con el desmembramiento de la naci¨®n iberoamericana, en figura que recuerda con gran similitud la de Tupac Amaru.La evoluci¨®n hist¨®rica arranc¨® con la situaci¨®n de aislamiento inicial precolombino, le sigui¨® un proceso varias veces secular de gradual unificaci¨®n virreinal hasta la hora fatal de la desuni¨®n republicana.
En efecto, Indoam¨¦rica estuvo primitivamente habitada por mil pueblos separados por el desierto, las selvas y las cordilleras. Los incas, los aztecas y los mayas avanzaron notablemente en su esfuerzo civilizador, pero no lograron su encuentro. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII el espacio geogr¨¢fico qued¨® estructurado en grandes unidades regionales o virreinatos, que la independencia moviliz¨® en gigantesco esfuerzo simult¨¢neamente emancipador y unitario.
Posteriormente, la inmensidad y las enormes dificultades geogr¨¢ficas, la tendencia al caudillaje y, el divisionismo republicano, el imperialismo ingl¨¦s y la incapacidad de los grupos rectores nacionales confina la acci¨®n de los nuevos Estados dentro de sus. fronteras.
Las condiciones en que se encontraba Iberoam¨¦rica al comenzar el siglo XVIII, con un esfuerzo colonizador llevado a todas las latitudes, desde San Francisco hasta Punta Arenas, hicieron dif¨ªcil alcanzar la unificaci¨®n y" m¨¢s a¨²n, dar forma a la naci¨®n subcontinental. La concentraci¨®n de las 13 colonias inglesas en las reducidas dimensiones de la costa atl¨¢ntica facilit¨® su integraci¨®n y su progresiva expansi¨®n posterior.
En la ¨²ltima parte de la guerra de Quince A?os se trat¨® de salvar lo salvable, dentro de los contra¨ªdos l¨ªmites de cada Estado, envueltos ellos mismos en terribles anarqu¨ªas. Salvo Portales, quien destruy¨® la Confederaci¨®n peruano-boliviana, y Ola?eta, quien contribuy¨® a la perturbaci¨®n nacional. En la generalidad de los otros empe?os se pens¨¦ que los nuevos y m¨¢s peque?os Estados eran m¨¢s gobernables; se busc¨® dar prioridad a la organicidad de cada c¨¦lula y a la integraci¨®n local. Fue el tiempo en que cada rep¨²blica trat¨® de afirmarse, ya no solamente contra Espa?a, sino frente a sus vecinos, como, por ejemplo, Paraguay, cuyo esp¨ªritu se defini¨® primero frente a Buenos Aires o Bolivia "contra el antinacionalismo espa?ol o peruanista de Ola?eta o el colombianismo de Sucre". Durante esta ¨¦poca surgieron disputas fronterizas; no se construyeron medios de comunicaci¨®n entre los Estados; se desvi¨® el comercio intrazonal hacia Europa y Estados Unidos. Se mengu¨® lo com¨²n y se exalt¨® lo que singulariza.
S¨¦ refleja este panorama en materia de ensayo en El macizo andino, del boliviano Jaime Mendoza; en Busca del Per¨², de J. G. Llosa; en El proceso y formaci¨®n de la cultura paraguaya, de Natalicio Gonz¨¢lez, y en la Terceira Am¨¦rica, del brasile?o N¨¦stor dos Santos.
Es f¨¢cil encontrar el impacto en la novela en La Chasca?awi, del boliviano Carlos Medinacelli; en Blest Gana, que trasunta el car¨¢cter chileno, y en Manuel G¨¢lvez, el argentino, en forma semejante a las novelas de las huertas valencianas de Blasco lb¨¢?ez y a las monta?esas de Pereda.
Muchos de los trabajos del siglo XIX y del actual fueron constructivos, pero tambi¨¦n hay que reconocer que, por efectos de estos procesos, se osificaron las l¨ªneas divisorias,y adquirieron un extra?o car¨¢cter insular. Se avivaron los nacionalismos a la hora de las disputas por riquezas naturales, y se los olvid¨® frente a los grandes intereses econ¨®micos extracontinentales.
Endeudamiento,e inflaci¨®n
?Qu¨¦ sucede a m¨¢s de siglo y medio de independencia? La situaci¨®n es semejante en casi todos los pa¨ªses del ¨¢rea: endeudamiento, inflaci¨®n, estancamiento del desarrollo, p¨¦rdida de la capacidad adquisitiva del salario y desocupaci¨®n, hablan por s¨ª solas de la tragedia que viven 300 millones de habitantes, incluso en los Estados de mayor extensi¨®n, poblaci¨®n y riqueza, al mismo tiempo que manifiestan la reducci¨®n de las posibilidades individuales de cada pa¨ªs, sin integraciones efectivas a nivel regional.
Los logros altamente positivos alcanzados estuvieron por debajo de los grandes objetivos de las naciones de otros continentes. Llegaron demasiado tarde a la industrializaci¨®n, cuando la competencia del mundo exterior se hizo arrolladora.
En la hora actual se ha frenado el gran impulso integracionista de la d¨¦cada de, los sesenta. En los a?os setenta se deshizo el mercado centroamericano y Chile se retir¨® del Pacto Andino, y en la d¨¦cada de los ochenta se formaron rep¨²blicas diminutas en el ¨¢rea del Caribe, a la usanza africana. En suma, se detuvo el desarrollo econ¨®mico interior y la integraci¨®n pol¨ªtica regional.
Afortunadamente, si no podemos, en gesto de in¨²til rebeli¨®n hist¨®rica, destruir nuestro pasado, tampoco podemos, en gesti¨®n de malentendido nacionalismo, cerrar demarcaciones.
De esta comprensi¨®n vital que incluye tanto a los sectores m¨¢s alertas como a los populares, surge una expresi¨®n cultural com¨²n.
La emancipaci¨®n pol¨ªtica de la Pen¨ªnsula coincide con la penetraci¨®n econ¨®mica brit¨¢nica y la cultural francesa y la posterior apertura a todos los vientos.
Focalizando estas ¨²ltimas l¨ªneas en el per¨ªodo actual y en el campo de las letras, el m¨¢s sometido a la influencia extranjera, no podemos dejar de ver, a pesar de su fuerte ascendiente, que no se ha destruido la personalidad extensiva propia y c¨®mo a las tres negaciones de ayer les sucede, como en el caso de Pedro, la triple afirmaci¨®n de nuestro tiempo.
En pocas l¨ªneas Vargas Llosa se declara "intoxicado por la novela francesa"; "Borges aprende a hablar primero en ingl¨¦s; es conocido el influjo que ejerce Virginia Woolf sobre Garc¨ªa M¨¢rquez y de Dostoievski sobre Arlt" (2). Se deja sentir sobre todo la huella profunda de Faulkner sobre toda la nueva promoci¨®n, hay resonancias todav¨ªa m¨¢s lejanas.
Este impacto se extiende, al menos, en dos direcciones: En la directa y personal de escritor a escritor y aquella otra que revela en pa¨ªses europeos a narradores iberoamericanos. Pensamos, al pasar, en los casos de Donoso, en Estados Unidos; de Renato de Prada, en Roma; de Roa Bastos y Cort¨¢zar, en Francia.
A pesar de estos efectos, saludables en muchos casos, nocivos en algunos, no es menos cierto que Asturias describe la mitolog¨ªa ind¨ªgena; Icaza se rebela contra la explotaci¨®n econ¨®mica y social del campesinado ecuatoriano; Vargas Llosa nos muestra la costa y la selva de Per¨², as¨ª como las luchas religiosas de Brasil; Carpentier, escribe en estilo barroco americano, y Borges reconoce su herencia en Fervor de Buenos Aires.
Desde la otra orilla, desde laque se consagra a S¨¢bato, Alfonso Barrera, Borges y Rulfo, en Madrid, tambi¨¦n se da, con car¨¢cter de constante, la narraci¨®n de personajes, temas o panoramas iberoamericanos, en, autores como Valle-Incl¨¢n, Azor¨ªn, Madariaga, Cela, Francisco Ayala y Torcuato Luca de Tena.
La nueva novela -lo repetimos desde otro ¨¢ngulo, a pesar de influencias ajenas, tal es la fuerza de lo propio- nos presenta la plaza del Z¨®calo, el barrio de la mangacher¨ªa, el altiplano o la sierra, y -hecho sugestivo- cuando se traslada el legendario pueblo de Yoknapatawpha de Faulkner a la novela hispanoamericana, surgen no versiones suyas, sino Macondos, esto es, nuestros pueblos en sus m¨¢s genuinas ra¨ªces.
Tampoco es discutible que poetas como Vallejos descubran su tierra desde Par¨ªs y que el m¨¢s grande indigenista, Mari¨¢tegui, declare: "El itinerario de Europa ha sido para nosotros el mayor y m¨¢s tremendo descubrimiento de Am¨¦rica Latina" (3). Por encima y por debajo de las influencias surge nuestra propia personalidad en la vanguardia de nuestros novelistas, que nos descubren y revelan, afirm¨¢ndose, con ellos, una evidente unidad cultural.
1. J. A. Ramos: Historia de la naci¨®n latinoamericana.
2. Citados en los magn¨ªficos estudios de Harrs y Loveluck.
3. De manera coincidente, uno de los m¨¢s radicales revolucionarios africanos, Kwame Nkrumah, quien independiz¨® a su pa¨ªs, Ghana, expres¨®: "El nacionalismo africano naci¨® en Europa".
es embajador de Bolivia en Espa?a. En 1976 fue presidente de su pa¨ªs durante seis meses, hasta que fue derrocado por el general Alfredo Ovando. Siles Salinas es hermanastro del actual primer mandatario boliviano, Hern¨¢n Siles Suazo.
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