'Nordoman¨ªa' y latinidad
No todos los pensadores de esta Am¨¦rica aceptaron el adjetivo de latina. No todos siguieron la ruta de los Torres Caicedo y Bilbao. Muchos de sus contempor¨¢neos, a mediados del siglo XIX, siguieron otro camino: el de los que se denominar¨ªan civilizadores. Los civil?zadores que encuentran su m¨¢xima expresi¨®n en la generaci¨®n de la que fueron adelantados los pensadores argentinos Domingo F. Sarmiento y Juan Bautista Alberdi, y como el mexicano, positivista, Justo Sierra. Si Torres Caicedo y Bilbao aceptaban el mestizaje y la cultura dejados por Espa?a, llamando a ¨¦sta herencia latina, los civilizadores y positivistas se opondr¨¢n violentamente a todo lo que hab¨ªa representado Espa?a en Am¨¦rica, incluyendo el mestizaje y la cultura y, con ella, el mismo calificativo de latina. La herencia, ya fuese llamada espa?o la, ibera o latina, era vista como la causa de todos los males de esta regi¨®n y la raz¨®n por la cual esta regi¨®n parec¨ªa ineludiblemente destinada a servir a la Am¨¦rica sajona.'Yanquis' del Sur
Esta Am¨¦rica, como la Espa?a que la hab¨ªa formado, estaba fuera de la historia, lo que implicaba es tar fuera de la civilizaci¨®n. De all¨ª la disyuntiva de Sarmiento: civilizaci¨®n o barbarie. Civilizaci¨®n, lo que no era esta Am¨¦rica; barbarie todo lo que imped¨ªa que esta Am¨¦rica fuese parte de la civilizaci¨®n Barbarie era el pasado espa?ol, la Espa?a inquisitorial, pero tambi¨¦n la Espa?a que se hab¨ªa mezclado con la Am¨¦rica ind¨ªgena y salvaje y la sangre esclava de ?frica. Mez cla de todo lo malo, de lo peor de las razas. La soluci¨®n era dejar de ser lo que se era para poder ser algo distinto.
"Seamos los Estados Unidos de la Am¨¦rica del Sur", dec¨ªa Sarmiento. Y Alberdi, por su lado, hablaba de una educaci¨®n que hiciese del hombre de esta regi¨®n el yanqui hispanoamericano. Justo Sierra, recordando la amputaci¨®n de M¨¦xico en 1847, hablaba de hacer de los mexicanos, mediante la educaci¨®n positivista, yanquis del Sur, hombres capaces de enfrentarse a los del Norte saj¨®n. Hab¨ªa que limpiar, de alguna forma, raza y cultura heredadas; desespa?olizar, deslatinizar. Habr¨ªa que hacer de estos pueblos naciones como las sajonas de la Am¨¦rica del Norte, mediante un gran lavado de sangre y de cerebro. De sangre, por la emigraci¨®n de pueblos que hiciesen por esta regi¨®n lo que ya hab¨ªan hecho por la Am¨¦rica del Norte; de cerebro, aplicando a la ense?anza el m¨¦todo positivista que hiciese de los hombres de esta misma regi¨®n hombres pr¨¢cticos, utilitaristas.
Al terminar el siglo XIX, los hombres de esta regi¨®n segu¨ªan siendo espa?oles, iberos y latinos. Los mismos emigrantes, lejos de crear otra civilizaci¨®n, se integraban a la regi¨®n, y cuando m¨¢s hablar¨ªan posteriormente del pecado original, de esta Am¨¦rica: el del destierro de Europa. A la generaci¨®n de los civilizadores y positivistas seguir¨¢ otra generaci¨®n, una generaci¨®n cr¨ªtica contra el intento de desespa?olizar o deslatinizar a esta Am¨¦rica.
Al igual que ayer, Torres Caicedo y Bilbao hacen suyo el calificativo de latinidad. Son dos pensadores centrales el cubano Jos¨¦ Mart¨ª y el uruguayo Jos¨¦ Enrique Rod¨®. El primero, en lucha contra Espa?a para alcanzar la emancipaci¨®n de su tierra, el cual niega a la Espa?a de la colonizaci¨®n, pero acepta a la Espa?a que se ha me¨ªclado con indios y negros y que ha dado a estas tierras una cultura. Nuestra Am¨¦rica, nuestra Am¨¦rica Latina, llama Mart¨ª a ¨¦sta regi¨®n. Mart¨ª se resiente de la Espa?a que se niega a reconocer como su igual a la regi¨®n por ella misma formada. Pero un resentimiento que no le lleva a aceptar el dominio de la Am¨¦rica que sabe se prepara ya para lanzarse sobre las Antillas para ocupar el vac¨ªo de poder que deja Espa?a.
Peligrosa subordinaci¨®n
En un hermoso ensayo, que titula Nuestra Am¨¦rica, describe la regi¨®n que ha surgido del encuentro de Espa?a y Am¨¦rica. Nuestra Am¨¦rica, a la que a veces llama tambi¨¦n latina como expresi¨®n del mismo esp¨ªritu heredado de Espa?a, al que no renuncia. Es ¨¦ste el momento en que Estados Unidos declara la guerra a Espa?a para as¨ª apoderarse de las colonias que impidi¨® a Bol¨ªvar liberar, consider¨¢ndolas ya como de su exclusiva pertenencia. En 1898 es Espa?a misma la que sabe de la Am¨¦rica a la que sus hijas, llam¨¢ndose latinas, se vienen oponiendo a lo largo de todo el siglo XIX.
Es frente a la agresi¨®n hecha a Espa?a y a la Am¨¦rica que ha heredado su cultura y la mestizaci¨®n de la sangre que surge el pensamiento del uruguayo Jos¨¦ Enrique Rod¨®. El a?o 1898 despierta a Espa?a de su letargo hist¨®rico, y a la Am¨¦rica, de su pretensi¨®n sajonizante y deslatiniz adora. "Es as¨ª", escribe Rod¨®, "c¨®mo la visi¨®n de una Am¨¦rica deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsi¨®n de la conquista y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre el sue?o de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir".
Aceptando como superiores los valores sajones, se est¨¢ aceptando al mismo tiempo la subordinaci¨®n de esta Am¨¦rica a la sajor¨ªa. "Tenemos nuestra nordoman¨ªa. Es necesario oponerle los l¨ªmites que la raz¨®n y el sentimiento se?alan de consuno". Lejos de renunciar a lo que es propio, a la propia historia, al propio pasado, hay que asumirlb, y a partir de ¨¦l, de lo que es la propia identidad, asimilar otros valores. No deshacer lo que se ha sido, sino siendo lo que se es, poder ser todav¨ªa m¨¢s. La Am¨¦rica Latina, dice Rod¨®, posee grandes valores, los valores del esp¨ªritu. Valores que Rod¨® simboliza en Ariel. Ariel, que no puede renunciar al esp¨ªritu para poder ser Calib¨¢n. Calib¨¢n es s¨®lo el s¨ªmbolo del hombre pr¨¢ctico, del yanqui que quiso ser el remedo de algo que no era propio. As¨ª, Ariel, sin renunciar a s¨ª mismo, puede hacer suyos los valores pr¨¢cticos de Calib¨¢n.
Ser¨¢ dentro de esta l¨ªnea que se hablar¨¢ de Am¨¦rica Latina, pero ya sin resquemores frente al pasado espa?ol; lo latino como expresi¨®n de la cultura hispanoamericana, viendo como similar lo espa?ol, lo ibero y lo latino. Haciendo del adjetivo latino simplemente una denominaci¨®n, que se considera m¨¢s amplia, para definir esta regi¨®n de Am¨¦rica que no s¨®lo es espa?ola, sino portuguesa y francesa. As¨ª lo entiende la generaci¨®n que continuar¨¢ a Mart¨ª y Rod¨®.
Los Jos¨¦ Vasconcelos, Alfonso Reyes, Jos¨¦ Ingenieros, Manuel Ugarte y otros muchos que se siguen considerando latinoamericanos, siempre en oposici¨®n al sajonismo de la otra Am¨¦rica. Son, al mismo tiempo, nacionalistas y antiimperialistas. Idea que se expresa en el campo de la educaci¨®n y la cultura en la revoluci¨®n ¨²niversitaria de C¨®rdoba (Argentina) en 1918. Esta revoluci¨®n recupera para esta regi¨®n la denominaci¨®n, ya sin adjetivos, de Am¨¦rica. De Am¨¦rica, sin m¨¢s, hab¨ªan hablado los Bol¨ªvar, San Mart¨ªn, Morelos y otros pr¨®ceres. Los j¨®venes de la revoluci¨®n de C¨®rdoba buscan, por un lado, romper con los ¨²ltimos resquicios de una educaci¨®n que ten¨ªa su origen en la colonia, al mismo tiempo que se declaran antiimperialistas. "Estamos",- dicen, "al comienzo de una nueva civilizaci¨®n, cuya sede radicar¨¢ en Am¨¦rica". Ya no m¨¢s nordoman¨ªa ni latinoman¨ªa, puro y simple americanismo.
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