Guinea Euatorial, una dif¨ªcil disyuntiva para Espa?a
Quedarse o abandonar Guinea Ecuatorial. La duda flota permanentemente entre los espa?oles que viven en la ¨²nica ex colonia de nuestro pa¨ªs en el ?frica subsahariana, tanto entre los representantes oficiales del Gobierno espa?ol como entre los empresarios, comerciantes, propietarios de tierras que est¨¢n all¨ª "para ganar dinero". Quedarse significa trabajar en un clima insufrible, sin luz el¨¦ctrica, sin agua corriente, soportar, en muchos casos, la falta de alimentos. Quedarse significa tambi¨¦n inventarse una econom¨ªa, porque all¨ª no funciona ninguno de los sistema conocidos, y adaptarse a un pa¨ªs devorado por la corrupci¨®n.Abandonar Guinea Ecuatorial equivale a reconocer el fracaso de una inversi¨®n de 15.000 millones de pesetas, gastados hasta ahora infructuosamente en el desarrollo guineano. Abandonar Guinea Ecuatorial es tambi¨¦n el reconocimiento de que Espa?a ha sido incapaz de superar las dificultades y dar de comer a 300.000 personas.
"Hay que quedarse aqu¨ª aunque s¨®lo sea por una cuesti¨®n de prestigio de nuestra pol¨ªtica exterior", comentan fuentes diplom¨¢ticas espa?olas en Malabo que encuentran otras razones para que Espa?a haga un nuevo esfuerzo de comprensi¨®n Con Guinea Ecuatorial. "Hay que quedarse tambi¨¦n porque hay que defender los intereses de espa?oles que est¨¢n trabajando aqu¨ª, porque los ecuatoguineanos nos prefieren a cualquier otro pa¨ªs y porque existen riquezas en este pa¨ªs que no nos podemos permitir el lujo de abandonar".
Tambi¨¦n algunos propietarios privados encuentran razones para seguir. "No se puede cultivar el cacao desde Madrid. Hay que venir, vivir aqu¨ª, conocer a los ecuatoguineanos, adaptarse a ellos y s¨®lo as¨ª las cosas pueden marchar", manifiesta Julio Garriga, un empresario espa?ol que antes de ganar dinero y tener una bonita casa de estilo colonial con piscina, tuvo que vivir 18 meses en un hotel sin luz el¨¦ctrica.
Los ecuatoguineanos, por su parte, consideran que la cr¨ªtica situaci¨®n de su pa¨ªs no permite m¨¢s dudas y que Espa?a debe decidir de una vez por todas si quiere quedarse o irse. El presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, no puede esperar m¨¢s tiempo para extraer resultados de su pol¨ªtica proespa?ola. Su Gobierno y su persona dependen directamente de que Espa?a coopere positivamente en el desarrollo de ese peque?o pa¨ªs de ?frica Central.
Este intento de revitalizar unas relaciones que hasta ahora se han desenvuelto en un clima de crispaci¨®n, recelo, pollemicas y equ¨ªvocos choca con la idea de muchos dirigentes espa?oles de que Guinea "es un caso perdido" y con un ambiente hostil por parte de algunos ecuatoguineanos.
Una fuente diplom¨¢tica extranjera en Malabo considera que est¨¢ "a punto de repetirse la historia en Guinea Ecuatorial". El temor de que "hagamos de Teodoro otro Mac¨ªas" lo comparten tambi¨¦n medios informados que prefieren no ser identificados. La misma fuente diplom¨¢tica asegura que "los errores, aun de buena fe, cometidos por Espafla y su falta de experiencia en temas de descolonizaci¨®n, de adaptaci¨®n a situaciones dificiles, pueden provocar que los ecuatoguineanos abandonen de nuevo a Espa?a y busquen otro aliado extranjero. Con Mac¨ªas ese aliado fue la URSS; ahora pueden intentar que sea Francia, pero Par¨ªs no va a caer en esa trampa".
Los empresarios privados espa?oles, propietarios de fincas y comerciantes particulares son los que con mayor ardor defienden la idiosincrasia ecuatoguineana y los que con mayor insist¨¦ncia piden que Espa?a sea comprensiva con las peculiaridades de ese pa¨ªs. Su argumento es que fue el desprecio con que el Gobierno de Madrid trat¨® al Estado nacido en 1968 -donde un a?o despu¨¦s Madrid respald¨® un golpe fracasado- el que oblig¨® a Mac¨ªas a romper con la ex metr¨®poli y buscar ayuda lejos.
Abandono precipitado
La mayor parte de los propietarios espa?oles salieron precipitademente del pa¨ªs entonces, o "abandonaron sus responsabilidades", como prefieren decir los ecuatoguineanos. Otros se quedaron, resistieron muchas dificultades y hasta se convirtieron en h¨¦roes del nuevo r¨¦gimen.
Los que se fueron reclaman desde entonces al Gobierno espa?ol una indemnizaci¨®n de 8.000 millones de pesetas que les ser¨ªa muy dif¨ªcil conseguir si el actual Gobierno de Guinea Ecuatorial insiste, como hace, en que legalmente las tierras siguen perteneciendo a sus antiguos propietarios y que pueden volver a explotarlas cuando quieran.
Para este grupo de antiguos propietarios la oferta del presidente Obiang es simplemente "una trampa" que tiene como objetivo "quitarles legalmente las propiedades". La "trampa" consiste en aparentar ante la opini¨®n p¨²blica que quien no vuelve a es porque no quiere (ya que el Gobierno ofrece todas las garant¨ªas necesarias), y por tanto pierde todos sus derechos.
Los que quieren volver -hasta ahora menos de una decenano encuentran una situaci¨®n muy f¨¢cil. La primera dificultad es: la falta de mano de obra. Plantaciones de cacao en las que hace 15 a?os trabajaban 700 braceros extranjeros hoy est¨¢n atendidas con siete guineanos, que como el pro pio presidente Obiang reconoce, "se han acostumbrado a no hacer nada".
Para iniciar la explotaci¨®n de, unas fincas que llegaron a producir 40.000 toneladas de cacao al a?o, pero que llevan a?os abandonadas, ser¨ªa necesaria una fuerte inversi¨®n inicial que, en muchos casos, los antiguos propietarios no pueden afrontar. La mayor¨ªa tampoco tiene edad y fuerzas para acometer una empresa de ese calibre.
Pero las principales objeciones que los antiguos propietarios hacen a la oferta de Obiang se centran en la inseguridad pol¨ªtica. El clan de Mongomo, integrado por los personajes influyentes de la localidad de ese nombre, situada en la frontera con Gab¨®n, donde nacieron Mac¨ªas y Obiang, sigue ejerciendo un poder real sobre el presidente de la Rep¨²blica, mediante m¨¦todos de presi¨®n a veces incomprensibles para una mentalidad occidental. Continuamente se sigue hablando en Malabo de las precauciones que toma Obiang cada vez que tiene que abandonar la isla de Bioko para visitar la provincia continental de R¨ªo Muni, donde los fang son m¨¢s influyentes.
Los espa?oles que se niegan a volver a Guinea acusan a Teodoro Obiang de haber sido incapaz de hacerse con el control del pa¨ªs. El presidente ecuatoguineano da ciertamente una imagen de aislamiento, refugiado en su palacio, protegido por fuerzas marroqu¨ªes, porque, seg¨²n fuentes ecuatoguineanas, "no se r¨ªa de su gente". ¨²ltimamente ha podido, no obstante, desembarazarse de algunos significados macistas y contar con profesionales formados en Espa?a.
Los comerciantes y empresarios instalados en Guinea Ecuatorial se sienten desprotegidos por el Gobierno espa?ol, cuya actitud alguno califica de "indignante". Todos coinciden en que nunca han pasado por la Embajada de Espa?a para resolver sus problemas, porque saben que "es in¨²til". Estos mismos empresarios reconocen tambi¨¦n la culpa de algunos colegas, que se han comportado "como piratas", vendiendo como nuevo un barco de pesca que hizo aguas en su primera singladura o dedic¨¢ndose al negocio r¨¢pido de venta de alcohol en el mercado negro.
Todo esto ha perjudicado al grupo de medio centenar escaso de empresarios que, aun adaptando sus t¨¦cnicas comerciales a un pa¨ªs donde han sido violadas todas las reglas de la econom¨ªa, intentan ganar dinero y dejar riqueza en Guinea Ecuatorial. Este grupo se queja de que las autoridades espa?olas hayan actuado siempre con exceso de escr¨²pulos en su relaci¨®n con unos empresarios que insisten en su necesidad de trabajar adapt¨¢ndose a las concidiones del pa¨ªs y que lamentan que a veces se les haya tratado como chorizos.
Seg¨²n los c¨¢lculos de estos propietarios, todav¨ªa es posible hacer productivas las fincas de cacao, al menos a un nivel que permita ganar dinero y devolver una vida digna a los ecuatoguineanos. Si bien se necesitar¨ªan m¨¢s de 10 a?os para llegar a la cifra r¨¦cord de las 40.000 toneladas anuales, s¨ª parece f¨¢cil superar la producci¨®n de 5.000 toneladas del a?o pasado, a una cotizaci¨®n de alrededor de 1.750 libras la tonelada en el mercado de Londres (m¨¢s de 300 pesetas el kilo).
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