Helder C¨¢mara
Se ha jubilado el cardenal brasile?o, duro fiscal de la dictadura militar
Mide 1,60 metros y nunca pes¨® m¨¢s de 58 kilos. Su figura menuda es de las m¨¢s conocidas por los brasile?os. Ahora que se retira, Dom Helder anuncia que no pretende parar. Al contrario, tratar¨¢ de aprovechar al m¨¢ximo las 801 invitacioneis que recibe todos los a?os para hablar por varios pa¨ªses. Ahora, m¨¢s que nunca, pretende ser un pastor gitano. Un arzobispo itinerante.Excepto cuando viaja, se despierta a las dos de la ma?ana para una vigilia solitaria de lecturas, preces y meditaciones. A las cuatro vuelve a dormir. A las cinco est¨¢ despierto otra vez y, una hora m¨¢s tarde, afeitado y ba?ado, reza la primera misa del d¨ªa.
Ahora ya no dir¨¢ m¨¢s la misa como arzobispo, ni seguir¨¢ viviendo en la peque?a y mon¨¢stica sacrist¨ªa de la iglesia de Las Fronteras, en Recife. Pero la verdad es que el inquieto arzobispo de ojos azules ni est¨¢ preparado para la jubilaci¨®n ni pretende jubilarse.
Quiere mantener su rutina cotidiana, sus comidas magras y frugales, y seguir llevando la palabra de la Iglesia a donde pueda llegar. El hombre que provoc¨® las modificaciones m¨¢s radicales en la Iglesia brasile?a de este siglo, que ayud¨® a crear la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), que abrig¨® a todos los perseguidos y humillados de Brasil da la imagen de un batallador incansable. Dom Helder C¨¢mara fue nombrado arzobispo de Olinda y Recife el d¨ªa 12 de abril de 1964 menos de dos semanas despu¨¦s de un golpe militar que derroc¨® al Gobierno constitucional del presidente Jo?o Goulart-, y sus roces con el r¨¦gimen reci¨¦n instalado se iniciaron pr¨¢cticamente en aquel mismo instante. Ah¨ª comenz¨® una lucha que s¨®lo tocar¨ªa a su fin a partir de 1979, cuando el entonces gobernador de Pernambuco lo invit¨® a la ceremonia de instalaci¨®n de su Gobieno, rematada en 1980, cuando el papa Juan Pablo II visit¨¦ el pa¨ªs.
Al llegar a Recife, el Papa abraz¨® largamente al peque?o arzobispo y dijo: "Hermano de los pobres, hermano m¨ªo". Por entonces ya nadie se atrev¨ªa a desafiar a un papa en Brasil. Pero hasta llegar a aquel abrazo, Dom Helder padeci¨® un Iargo y pesado camino de persecuciones, amenazas y prohibiciones. En 1975, Alfredo Buzaid, ministro de Justicia del r¨¦gimen militar, prohibi¨® toda y cualquier referencia a Helder C¨¢mara en la Prensa brasile?a. Hoy son pocos los brasile?os que saben qui¨¦n fue Alfredo Buzaid. Pero el nombre del peque?o arzobispo quedar¨¢ en la memoria de la gente. Al fin y al cabo, Dom Helder C¨¢mara no se limit¨® a influir de manera absolutamente decisiva en las reformas sufridas por la Iglesia brasile?a ni a simbolizar, a lo largo de m¨¢s de 10 duros y negros a?os, las anchas y abiertas puertas de la Iglesia comprometida con los humillados y perseguidos.
Equivocadamente confundido con un arzobispo rojo, ese adversario declarado del comunismo supo ser amigo de comunistas. Lejos de acercar la Iglesia al marxismo, se gan¨® la imagen de cat¨®lico-marxista sin motivo. Hay, por supuesto, arzobispos y obispos mucho m¨¢s comprometidos con las teor¨ªas de la Iglesia de los oprimidos en Brasil. Pero el valiente y moderado Helder C¨¢mara se qued¨® con la fama. Supo aprovechar su popularidad en defensa de los perseguidos. ?l mismo, cuenta una an¨¦cdota inventada por sus cr¨ªticos. Dice que se muri¨®, lleg¨® directo al cielo, y se qued¨® esperando en la puerta. Cuando san Pedro le pregunt¨® por qu¨¦ no entraba, contest¨®: "Estoy esperando a los de la televisi¨®n".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.