Tambi¨¦n seriedad
Con la ingenuidad del que casi nada de toros sabe, con la buena fe de quien cree que no todo en ese mundo ha de ser lucha en defensa de intereses o visiones particulares de clanes, facciones o aficiones diversas, me permito escribir estas l¨ªneas.Vista desde fuera, y vista sobre todo a la luz de las opiniones vertidas por cierta cr¨ªtica, da la impresi¨®n de que la fiesta nacional est¨¢ al borde del abismo infinito, parece que la mayor¨ªa de los toreros son unos mantas; el com¨²n de los ganaderos, unos sinverg¨¹enzas; los empresarios s¨®lo buscan el dinero f¨¢cil, y los que se sientan en los tendidos son unos ignorantes de primera magnitud. Ser¨ªa preciso -parece- acabar con todo lo que hay y empezar desde cero.
Y uno piensa -en su propia ignorancia, sin duda- que las cosas no pueden ser tan negras. Uno piensa que entre los toreros los habr¨¢ mejores y peores; que, como en todo, habr¨¢ toreros que gusten a unos y toreros que gusten a otros. Uno piensa que habr¨¢ ganaderos honrados y ganaderos menos honrados; que habr¨¢ -algunos que hayan afeitado como quien lava, y que habr¨¢ otros que no hayan afeitado nunca. Uno piensa que entre los cr¨ªticos habr¨¢ unos que seguir¨¢n siendo aficionados y otros se habr¨¢n vendido al vil metaL Uno piensa que entre los empresarios los habr¨¢ m¨¢s preocupados por ofrecer espect¨¢culo y m¨¢s proclives a dar gato por fiebre. Uno piensa, en fin, que habr¨¢ aficionados m¨¢s sabios y menos sabios, pero que no todos -ni siquiera la mayor¨ªa- pueden ser considerados como borregos faltos de criterios propios.
Uno piensa, s¨ª, que hay que procurar que la fiesta mejore conservando sus esencias, y que para ello habr¨¢ que separar la paja del grano. Pero uno piensa que seguro habr¨¢ distintos criterios sobre la cuesti¨®n y que adem¨¢s habr¨¢ distintos procedimientos y m¨¦todos para distinguir lo sano de lo, corrupto. Uno tiende a pensar que no todo tendr¨¢ que hacerse ¨²nica y exclusivamente como diga un grupo reducido de se?ores, sino que ser¨¢ mucho mejor discutir, dialogar, negociar y acordar soluciones v¨¢lidas para todos los sectores interesados.
Uno cree que habr¨¢ que discutir, dialogar, negociar y acordar con todo el que tenga algo que decir por s¨ª mismo o porque represente a un sector importante. Sin que se produzcan condenas previas y sin que nadie se erija en portador de la verdad absoluta y de los c¨¢nones eternos, por muy en el centro que est¨¦ quien sea y por muy m¨¢gico que sea el n¨²mero de tendido desde el que gritan los que les apoyan.
Uno piensa, en fin, que si en Espa?a se ha impuesto el reformismo -el consenso, la transacci¨®n, las buenas maneras-, no tiene sentido que en el mundo de los toros se quiera imponer la ruptura. Uno que es del Sur -tierra de saberes lentamente decantados y de palabras serenamente dichas- piensa que tambi¨¦n en el mundo de los toros es llegada la hora de la serenidad y el coloquio. Porque el grito airado suele anunciar cat¨¢strofe y porque las prisas irreflexivas suelen acabar en batacazos.
Uno sabe que en los toros, como en todo, no todo el mundo tiene que ver las cosas de la misma manera.
En las jornadas taurinas organizadas por la Junta de Andaluc¨ªa hemos empezado a andar por este camino de di¨¢logo. Fueron abordados seria y serena mente los principales problemas de la fiesta. Seguire mos por esta v¨ªa.
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