La ruptura entre Londres y Tr¨ªpoli
LA RUPTURA de relaciones diplom¨¢ticas entre el Reino Unido y Libia es ya un hecho consumado; la evacuaci¨®n de las respectivas misiones se ha llevado a cabo seg¨²n un horario calculado para evitar eventuales represalias. Despu¨¦s de los disparos hechos desde la Embajada libia de Saint James Square, el pasado 17 de abril, contra una manifestaci¨®n de discrepantes del coronel Muamar el Gadafi, disparos que causaron la muerte de la polic¨ªa Yvonne Fletcher, las autoridades libias se negaron a permitir las averiguaciones en la sede de la Embajada, imprescindibles para descubrir a los responsables de los disparos. El Gobierno brit¨¢nico no ten¨ªa m¨¢s que dos caminos: o allanar el edificio de la Embajada -lo que hubiese violado la Convenci¨®n de Viena de 1961, con el peligro de represalias en Tr¨ªpoli contra los diplom¨¢ticos ingleses- o el que ha escogido de romper la relaciones. El hecho de que en los debates de la C¨¢mara de los Comunes la oposici¨®n laborista no utilizase esa grave decisi¨®n para criticar al Gobierno confirma que, en realidad, Whitehall no ten¨ªa otra opci¨®n.Pero quedan en pie las preguntas de si hechos semejantes se van a repetir en otros pa¨ªses y, sobre todo, de cu¨¢les son las causas de fondo que han provocado esa situaci¨®n absolutamente ins¨®lita en el centro de Londres. Uno de los rasgos que saltan a la vista es el estado, un tanto ca¨®tico, que a todas luces reinaba en el seno de la embajada: contaba en su seno con personal diplom¨¢tico acreditado, pero, al parecer, el ¨®rgano que mandaba era un llamado comit¨¦ revolucionario de estudiantes. No es ocioso hacer la pregunta de hasta qu¨¦ punto las propias autoridades de Tr¨ªpoli estaban en condiciones de adoptar decisiones. Es sintom¨¢tico que despu¨¦s de la declaraci¨®n brit¨¢nica de ruptura de relaciones, ¨¦l coronel Gadafi ha tenido que enviar una delegaci¨®n especial, encabezada por el coronel Abdul Rahman Shaibi, de los servicios de informaci¨®n, para organizar una cosa tan sencilla como la evacuaci¨®n de la embajada.
El cambio de nombre de las embajadas de Libia, que ahora se llaman oficinas del pueblo, no es sino una derivaci¨®n concreta, en un lugar tan visible como el cuerpo diplom¨¢tico, de esa mutaci¨®n profunda de las estructuras estatales que el coronel Gadafi ha teorizado en su Libro Verde de 1973, en el que pretende definir una. tercera v¨ªa superadora tanto del capitalismo como del comunismo. Frente a Gobiernos y Parlamentos, lo suyo es la Yamahiria, es decir, la asamblea de las masas populares; tal es incluso el nuevo nombre que se ha dado al pa¨ªs. En vez de ministerios, funcionan comit¨¦s populares. Nada de democracia parlamentaria o delegada mediante diputados elegidos: democracia directa del pueblo. En la pr¨¢ctica, aparte de evidentes zonas de confusi¨®n e irresponsabilidad, las decisiones efectivas son tomadas por muy pocas personas, sobre todo por el propio Gadafi, y se ejecutan despu¨¦s a trav¨¦s de instrumentos superjerarquizados, como el ej¨¦rcito y la polic¨ªa. A ese populismo llevado al extremo se sumanconcepciones totalitarias de m¨¢xima rigidez y pr¨¢cticas brutales. Como todo es pueblo, el que discrepa es un traidor, al que se persigue incluso fuera de las fronteras. El asesinato de ciudadanos libios en Italia, el Reino Unido y otros pa¨ªses es uno de los aspectos m¨¢s siniestros de la Yamahiriya.
Gadafi ha intentado dar a sus teor¨ªas un valor universal; se las recomend¨® concretamente al ayatollah Jomeini y a otros dirigentes ¨¢rabes, sin ning¨²n efecto. Con una riqueza petrolera enorme y una poblaci¨®n muy peque?a (unos dos millones de habitantes), Gadafi ha podido elevar las condiciones de vida de su pueblo e invertir sumas considerables en armamento y tambi¨¦n en sus proyectos internacionales. Pero lo cierto es que ha cosechado sobre todo reveses, tanto en sus intentos globales de unidad ¨¢rabe (se consideraba heredero de Nasser) como de fusiones con T¨²nez, Argelia etc¨¦tera. Dedic¨® especiales esfuerzos a estimular lo que se llam¨® socialismo mediterr¨¢neo, que tuvo apoyos serios y estuvo de moda durante un per¨ªodo: hoy se ha hundido en el olvido. El Frente de Liberaci¨®n Nacional de Argelia (FLN) se ha distanciado m¨¢s y m¨¢s de los planes mediterr¨¢neos protagonizados por Libia. Gadafi ha dado un permanente espect¨¢culo de inconsecuencia: campe¨®n ayer de la causa saharaui, se inclina ahora hacia las posiciones de Rabat; estuvo primero fervientemente en pro de Arafat, y luego ha apoyado a sus enemigos. Aunque se present¨® siempre como un reformista en materia religiosa, intenta actualmente agarrarse y utilizar el renacer que conoce hoy el integrismo isl¨¢mico. No cabe desconocer el apoyo que Gadafi presta a ciertos movimientos terroristas, aunque sea en parte una reacci¨®n de repliegue ante su impotencia en llevar a cabo sus fantasiosos planes pol¨ªticos. Pero probablemente el,mayor error ser¨ªa atribuir excesiva importancia al coronel Gadafi; ello puede halagar su narcisismo, pero est¨¢ lejos de la verdad; lo importante y significativo es que la pol¨ªtica internacional de Gadafi es un camino sembrado de fracasos.
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