Sentir abrile?o
Son las 11 de la ma?ana de un d¨ªa de toros de abril de 1945, feria. Al llegar, como siempre, a la puerta de Contadur¨ªa en la plaza de toros, me parece recordar que all¨ª nos controlaba el poder entrar Seis Dedos, gran persona y buen aficionado. Yo, como todos los d¨ªas de toros, espero que Manolo Belmonte, gerente de la empresa, me d¨¦ una invitaci¨®n para el palco de ganadero, encima de los chiqueros, en el cual siempre, y han sido muchas tardes en mi ni?ez, era una maravilla el ver los toros desde all¨ª. ?Te acuerdas, Pepe, que entonces, y como siempre, los cabestros los llevabas tambi¨¦n siendo m¨¢s joven? Lo normal era que tanto yo como los otros estuvi¨¦ramos esperando hasta las dos de la tarde, y no es mucho, pues, de verdad, los toros desde el palco es una verdadera delicia de ver. A¨²n ahora, en muchas ocasiones, me gusta ir por all¨ª.Tambi¨¦n por la tarde me gustaba ir al hotel Majestic, hoy Col¨®n, o por el hotel Inglaterra, no lo tengo muy claro, para andar cerca de los cuartos de los toreros. Tuve la ocasi¨®n y me col¨¦ en el cuarto de Manolete. Hay pocas personas. Entra Antonio Gonz¨¢lez Vera, de M¨¢laga, empresario entonces de La Coru?a (despu¨¦s, en el a?o 1949, ser¨ªa mi apoderado), se dirige a Manolete, que aquel a?o tore¨® cinco corridas y en todas se arrim¨® con la personalidad que ten¨ªa y el sentido de la distancia, tan dif¨ªcil delante de un toro. Fue la feria de Manolete. En un determinado momento, y mientras hablaban, Gonz¨¢lez Vera le dijo a Manolete: "Manolo, debes dejarte ir un poco, ya has triunfado dos tardes. Te han dado volteretas los dos d¨ªas, tienes muchas corridas que torear y los empresarios te necesitamos en pie". Manolete, serio y firme, dijo a Chino, o a Guillermo (no lo recuerdo bien), sus mozos de espada, que abriese el armario donde ten¨ªa los trajes de torear, y dirigi¨¦ndose a Gonz¨¢lez Vera le dijo: "Antonio, ves esos trajes nuevos, pues los que me ponga en las corridas que quedan los voy a romper. En ese momento sent¨ª por primera vez lo que es para los toreros la Feria de Abril en Sevilla. C¨®mo disfrutar¨ªa entonces el ahora gran amigo m¨ªo Miguel R¨ªos Mozos, ferviente admirador de Manolete.
Puedo decir que, desde peque?o, para m¨ª los sentimientos son muy importantes en los toreros. 1948, feria del centenario. Durante la feria no pudo torear, un toro a gusto suyo Pepe Luis. Por las noches, despu¨¦s de la corrida, Pepe Luis, con sus hermanos y conmigo, pase¨¢bamos por el barrio de Santa Cruz. Una noche no hab¨ªa nadie por la calle, y a su vez recib¨ªamos el ruido de la feria, que estaba en el prado. Habl¨¢bamos poco, Pepe Luis estaba preocupado. ?Qu¨¦ pensar¨ªa en esos momentos tan exquisito torero? No lo s¨¦, nunca me he atrevido a pregunt¨¢rselo.
Llega la ¨²ltima corrida, que es de concurso de ganader¨ªa, y sale el toro en el cual Pepe Luis estar¨ªa pensando en el barrio de Santa Cruz. C¨®mo le tore¨®, s¨®lo puedo decirles que tanto en el capote como en la muleta todo fue un sentimiento continuo, y que cuando Pepe Luis ha toreado un toro no se le olvida a ning¨²n torero. Gracias, Pepe Luis. Te admiro. Ya est¨¢ terminando la corrida y tambi¨¦n Antonio Bienvenida ha estado a gusto.
Sale el sexto toro de Boh¨®rquez. Despu¨¦s de los toros anteriores se murmulla en los tendidos, "?qu¨¦ va a hacer ahora Luis Miguel? Creo que no lo olvidar¨¦. Traje blanco y plata (creo recordar). Tranquilo, pero con el gesto preocupado como despu¨¦s lo he visto muchas veces, pero, a su vez, sereno. Para el tercio de banderillas, la muleta en la mano izquierda y el toro casi en la puerta de la enfermer¨ªa. No recuerdo cu¨¢ntos naturales con la mano izquierda dio en este toro, pero s¨ª lo tengo tambi¨¦n como un sentimiento que no lo olvidar¨¦ nunca, y que es el que los que torean tienen que tener siempre que est¨¢n delante de un toro.
He dicho con toda intenci¨®n naturales con la mano izquierda, pues tambi¨¦n hay naturales con la mano derecha, porque el torear debe ser natural y sencillo en los toreros, y lo que no es sencillo ni natural es el poder transmitir al p¨²blico la admiraci¨®n por la sencillez y la naturalidad.
S¨®lo me queda pedir perd¨®n a los periodistas por saltar de espont¨¢neo a su ruedo, as¨ª como tambi¨¦n a los lectores por no hablarles de Antonio Ord¨®?ez torero, pues me parece, y lo digo con honestidad, que no soy yo el que debe hablar de ¨¦l.
Tambi¨¦n desear que mis compa?eros de torear de ahora tengan su responsabilidad para cumplir con su deber, y para todos, el desearles suerte y abrazarlos con la admiraci¨®n que tengo por el toreo.
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