Las bisagras de Espa?a
El bisagrismo pol¨ªtico -esto es, los intentos de creaci¨®n de los llamados partidos bisagra- ejerce una gran seducci¨®n en nuestro pa¨ªs a causa de su gran rentabilidad pol¨ªtica, se?ala el autor de este trabajo. En efecto, con un partido peque?o y con escasos representantes parlamentarios se puede ejercer una gran influencia pol¨ªtica y se combate el bipartidismo. Pero en Espa?a -afirma- no hay m¨¢s que una posibilidad para los partidos bisagra: la de impregnar del sentido de las autonom¨ªas a los dos partidos mayoritarios.
Es f¨¢cil comprender la enorme seducci¨®n que el bisagrismo pol¨ªtico produce en tantas personas y grupos, as¨ª como los continuos intentos de resucitarlo con variados pretextos y ropajes. ideol¨®gicos.Y la raz¨®n es muy simple: si se dan las condiciones necesarias para ello, el bisagrismo resulta incre¨ªblemente rentable desde el punto de vista electoral, pues permite que grupos insignificantes y con un m¨ªnimo arraigo real en la vida soci¨¢l dispongaride un poder muchas veces decisivo y, en cualquier caso, desmesuradamente amplio en relaci¨®n con el que directarnente les corresponder¨ªa. Espues, su alt¨ªsima rentabilidad, parecida a la de un puro negocio especulativo, lo que explica el constante brote de esta clase de grupos, que pueden entender que vale la pena correr el riesgo del rid¨ªculo ante la alta recompensa que les espera si consiguen superar las barreras, mayores o menores, que todos los sistemas electorales ponen para evitar este tipo de intentos.
Pero el drama del bisagrismo radica en que requiere, para ser posible, una serie de condiciones previas en la estructura. de las fuerzas pol¨ªticas, adem¨¢s de ciertos requisitos en las normas electorales.
En efecto, la teor¨ªa bisagrista descansa en la idea de que no es bueno que la representaci¨®n popular sea monopolizada por s¨®lo dos grandes partidos o bloques, no s¨®lo por lo que ello implica de brutal simplificaci¨®n de la realidad, ignorando su complejidad y la infinita variedad de matices existentes, sino porque, adem¨¢s, ello conduce inevitablemente a una peligrosa bipolarizaci¨®n, con la consiguiente radicalizaci¨®n. De ah¨ª -dicen- la necesidad de un tercer bloque que pueda actuar como puente comunicador y, al mismo tiempo, como colch¨®n amortiguador de los inevitables choques que tienen que producirse entre los otros dos. As¨ª, frente al tosco modelo bipolar, dualista y maniqueo, a todas luces incompleto, se nos ofrece un modelo trinitario complejo y autosuficiente, cerrado en s¨ª mismo, con ese valor de plenitud que todos los mitos han atribuido al n¨²mero tres, en el que el bisagrista actuar¨ªa como la s¨ªntesis de la dial¨¦ctica hegeliana o el Esp¨ªritu Santo er¨®tico y comunicador de la Trinidad cristiana.
Lo malo es cuando los requisitos previos fallan y, a pesar de la tosquedad y rudeza de los sistemas bipartidistas, los supuestos contendientes se niegan a enzarzarse entre s¨ª y a continuar la borrascosa historia espa?ola de los ¨²ltimos 150 a?os, quiz¨¢ por el peque?o detalle de que la situaci¨®n social y econ¨®mica de Espa?a, a pesar de la crisis, tiene muy poco que ver, gracias a Dios y al pasado trabajo de los espa?oles, con la que hizo posible esa desgraciada historia.
Se explica as¨ª la frustraci¨®n y el desconcierto del bisagrista, que no encuentra campo apropiado para ejercer su vocaci¨®n conciliadora y se ve obligado a esperar mejores tiempos o a elaborar complicadas filigranas ideol¨®gicas para explicarnos las sutiles diferencias que lo distinguen de los dem¨¢s, cuando no a negociar su integraci¨®n -ventajosa, claro est¨¢- en uno de los otros dos bloques.
Aunque no todo est¨¢ perdido, pues las nulas posibilidades que hoy por hoy parece tener el bisagrismo a nivel nacional se compensan con las que indudablemente tienen los partidos nacionalistas en el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a. En efecto, resulta incuestionable la existencia en ambas regiones de sendos partidos nacionalistas s¨®lidamente implantados y con arraigo profundo en las mismas, lo que constituye un serio obst¨¢culo para que los partidos de ¨¢mbito nacional de parecida ideolog¨ªa puedan obtener una mayor¨ªa suficiente para gobernar con holgura. Inconveniente del que carecen los partidos de izquierda, cuya implantaci¨®n es, m¨¢s o menos, homog¨¦nea en todo el territorio nacional.
En estas condiciones, parece obvio que tan s¨®lo estos dos partidos podr¨¢n ejercer en el futuro ese papel arbitral y moderador, y que todos los dem¨¢s intentos bisagristas digamos mesetarios- est¨¢n irremediablemente condenados al fracaso.
El sentido autonomista
As¨ª las cosas, el futuro del bisagrismo no ser¨¢ el de aproximar posiciones irreductibles y antag¨®nicas en lo que se refiere al modelo de sociedad, sino el de impregnar de sentido autonomista a los dos partidos mayoritarios, integr¨¢ndose al mismo tiempo en proyectos y perspectivas de ¨¢mbito nacional. Y como los partidos nacionalistas coinciden, a fin de cuentas, en todo lo sustancial con los planteamientos centristas y conservadores, parece claro que es en este amplio y complejo bloque en el que acabar¨¢n, tarde o temprano, convergiendo, aunque el proceso pueda resultar todav¨ªa lejano.
Porque -seamos sinceros- ¨¦sta es la gran cuesti¨®n que todav¨ªa nos queda por resolver a los espa?oles de nuestra generaci¨®n que hemos sido capaces de enterrar los recuerdos de nuestra guerra civil pero que no hemos sido a¨²n capaces de asimilar y ejecutar en el inmenso cambio de modelo de Estado jacobino y centralizador que nos dimos a principios del siglo pasado. Y no s¨®lo, ni quiz¨¢ principalmente, por culpa de los partidos nacionales. Pero est¨¢ claro que los espa?oles de hoyestamos obligados a rematar nuestra tarea y que no podemos resignarnos a conllevar el problema catal¨¢n o a bombardear Barcelona cada 40 a?os, en las pesimistas considerac¨ªones de Ortega y de Azafia, o a que el c¨¢ncer terrorista siga carcomiendo a la sociedad vasca hasta convertirla en una Albania miserable y fan¨¢tica.
Desde los tiempos m¨¢s remotos, desde Carlomagno y Sancho el Mayor, Catalu?a y Vasconia han sido siempre los quicios hisp¨¢nicos de comunicaci¨®n con Europa, las aut¨¦nticas bisagras de Espa?a, por donde han penetrado las modas, las costumbres, las leyes y las instituciones, y es este impulso renovador y comunicador el que ha hecho a Espa?a lo que es. Hasta el punto de que resulta literalmente inimaginable una Espa?a privada de lo: que constituye, a todas luces, su verdadera ra¨ªz hist¨®rica y existencial; tan inimaginable, al menos, como la imagen contraria, pues s¨®lo dentro de esta plural y rica unidad que es Espa?a pueden el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a proyectar su imagen, multiplicada y potenciada, por el resto del mundo.
Es a¨²n largo el camino y muchos los obst¨¢culos que se interponen hasta el objetivo final. Pero ¨¦ste es muy claro, y todos los esfuerzos y sacrificios ser¨¢n pocos para conseguir que, en libertad y sin reticencia, las bisagras de Espa?a se reincorporen plenamente a esta grandiosa tarea de construir una Espa?a m¨¢s grande y m¨¢s libre para todos.
es diputado de AP por C¨®rdoba.
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