Pa¨ªses ricos y pa¨ªses pobres
No hace mucho, un pol¨¦mico libro sobre nuestra ¨¦poca calificaba al presente siglo con el poco honroso t¨ªtulo de "el de los 100 millones de muertos". Contables y notarios de la historia llevaban cuenta y raz¨®n de los ca¨ªdos en las dos guerras mundiales, en los varios pr¨®logos y ep¨ªlogos de las mismas y en los genocidios mayores y menores de nuestro tiempo.Estos muertos tienen siempre ciertas resonancias ¨¦picas que inducen a su recuento y rememoraci¨®n. Pero hay otros much¨ªsimos que son los muertos de tercera clase del tren de la historia. Los que mueren de hambre y de sus consecuencias.
M¨¢s de 500 millones de seres humanos viven en una subalimentaci¨®n cr¨®nica, lo que quiere decir que la b¨²squeda de alimentos debe ser el leit-motiv de su existencia. No pudo nunca pensar el fil¨®sofo que para un cuarto de la humanidad la base cartesiana de su filosof¨ªa habr¨ªa de ser dolorosamente sustituida por un: "Tengo hambre, luego existo".
90.000 personas mueren de hambre cada d¨ªa
De 90.000 a 100.000 personas mueren diariamente de hambre en el mundo, seg¨²n prudentes estimaciones de la FAO y de la Unesco. Para ¨¦stos no hay notarios, ni contables, ni cantores de gesta. Por no haber, no hay apenas quienes se preocupen de darles los medios f¨ªsicos que evitar¨ªan su muerte. Comparando con las sumas empleadas para dar la muerte, s¨®lo un 1,62%. se destinaba a dar la vida.
Ya hace unos cuantos a?os que, turbadas las conciencias de las naciones ricas por este genocidio generalizado y sin fin, decidieron ayudar a estos pa¨ªses, denominados con tranquilizador eufemismo "en v¨ªas de desarrollo" (en realidad, la ¨²nica v¨ªa en la que est¨¢n es en la "v¨ªa muerta", simb¨®lica y materialmente). Para ello destinaron, sobre el papel, un 1% de su producto nacional bruto (PNB) a la ayuda al Tercer Mundo. Las circunstancias, desarrollo y porvenir de esta famosa ayuda constituyen un desolador ejemplo del ego¨ªsmo y la ceguera humana elevados a cotas planetarias.
En primer lugar, todav¨ªa en 1978 -carezco de datos m¨¢s recientes- no hab¨ªa ning¨²n pa¨ªs que hubiera aportado el 1% prometido. La media de asignaciones en los 16 pa¨ªses que forman el Comit¨¦ de Ayuda al Desarrollo era de un 0,32%. de sus respectivos PNB. Espa?a -la m¨¢s baja aportaci¨®n-, con un 0,11% Estados Unidos, con un 0,23%, y Suecia, en honroso puesto de cabeza, con Un 0,90%. No est¨¢ de m¨¢s se?alar que la URSS y pa¨ªses sat¨¦lites, cuya ayuda al Tercer Mundo se autoinscribe en un humanitarismo internacional program¨¢tico, s¨®lo han destinado a tal fin el 0, 19% de su PNB, y con todo esta ayuda es selectivamente dirigida a ciertos pa¨ªses ¨²nicamente, Cuba, Vietnam, Camboya, Laos y Afganist¨¢n.
Pero no s¨®lo el citado auxilio es escaso, sino que adem¨¢s no es ni desinteresado, ni coherente, ni siquiera ¨²til en muchos casos, que es lo m¨¢s asombroso.
En la revista Panorama, del 26 de marzo ¨²ltimo, se dice al respecto: "Por cada lira que Europa regala a los pa¨ªses pobres vende luego bienes y servicios por 10; Jap¨®n, por 20; Estados Unidos, por 22, y los paises socialistas del este europeo, por 75. Y, a menudo, los da?os que se derivan de los denominados proyectos de desarrollo, mal estudiados y mal realizados, son devastadores".
Pero hay un pa¨ªs, Suiza, cuyo comercio con las naciones pobres, aun inscribi¨¦ndose en unas normas mercantiles que en otros contextos podr¨ªan ser legitimadas, es especialmente nocivo para las poblaciones de Am¨¦rica del Sur, ?frica y Asia. Se trata de la muy honorable y progresista multinacional Nestl¨¦.
El soci¨®logo, escritor y miembro del Parlamento suizo Jean Ziegler denunci¨® la nefasta actuaci¨®n de dicha empresa en el Tercer Mundo en una pol¨¦mica y dur¨ªsima obrarequisitoria: Une Suisse au-dessus de tout soup?on. Seg¨²n el escritor, Suiza es el pa¨ªs de Europa que obtiene mayores beneficios de su comercio de productos alimenticios en el Tercer Mundo.
Pero lo peor del proceder de estas multinacionales no es la explotaci¨®n de la mano de obra aut¨®ctona, el drenaje hacia la metr¨®poli de los beneficios obtenidos en los pa¨ªses pobres o las facturaciones abusivas, es el impacto destructivo que sus t¨¦cnicas de elaboraci¨®n y venta de modernos productos ocasiona en los h¨¢bitos locales de producci¨®n y de consumo de alimentos.
Estas multinacionales, donde se instalan, acaparan los productos naturales aut¨®ctonos y los transforman en modernos preparados l¨¢cteos, de verduras, frutas, zumos y alimentos infantiles, que venden especialmente a las clases acomodadas del pa¨ªs. Al mismo tiempo hacen propaganda de la lactancia artificial para los ni?os. El resultado, seg¨²n dice Ziegler, es que donde quiera que Nestl¨¦ llega aumenta vertiginosamente la subalimentaci¨®n infantil.
En un sentido general, son estos "proyectos de desarrollo" a los que se refer¨ªa la revista Panorama, planeados desde una lejana mesa de trabajo en Europa, los que empeoran las cosas en algunos pa¨ªses pobres en vez de resolverlas, y a pesar de que se hacen con la mejor intenci¨®n.
El fallo de estos planes se debe a que se realizan con ignorancia, cuando no con desprecio, de las reales condiciones humanas de los pa¨ªses protegidos. Asi como la introducci¨®n de conceptos antropom¨®rficos ha hecho fracasar muchos estudios cient¨ªficos -el caso de Lisenko y su empe?o en que nuevas semillas de cereal plantadas en Siberia ten¨ªan que desarrollarse de acuerdo con los postulados del materialismo dial¨¦ctico es t¨ªpico-, la aplicaci¨®n en estos pa¨ªses pobres de t¨¦cnicas agr¨ªcolas o alimenticias puramente europeas pueden desencadenar verdaderos desastres.
Muchas veces es preferible renunciar a costosos proyectos, como ha sido el caso de la gran presa en el r¨ªo Senegal, que, aparte de producir a menudo graves e irreversibles trastornos ecol¨®gicos, suponen cambios demasiado dr¨¢sticos en las t¨¦cnicas locales de cultivo y comercializaci¨®n de productos. Es mucho mejor ayudar a los agricultores de estos pa¨ªses pobres a mejorar sus tradicionales sistemas.
La solidaridad internacional como negocio
Pero lo m¨¢s curioso de estos palos de ciego dados en las econom¨ªas del Tercer Mundo es que hasta la donaci¨®n de alimentos, que hoy absorbe la mayor parte de la ayuda de las naciones del CAD, se ha revelado in¨²til, se podr¨ªa decir que hasta contraproducente. Y por una raz¨®n muy sencilla. Prescindiendo de las ayudas en casos especiales de sequ¨ªa o desastres naturales, que no supone m¨¢s de un 7% de los alimentos distribuidos en los pa¨ªses pobres, resulta que las naciones auxiliadoras vierten sus excedentes alimenticios a estos pa¨ªses, a veces, en malas condiciones, como ha sucedido con ciertas medicinas, obsoletas o pasadas de fecha; obtienen cuantiosos beneficios, y, sin embargo, aprovecha todo ello muy poco a los sectores verdaderamente necesitados.
Los Gobiernos de estos pa¨ªses revenden a bajo precio los alimentos recibidos, que suelen ir a parar a manos de las masas urbanas, huidas de los campos, de los funcionarios y del ej¨¦rcito. Los labradores, en cambio, encuentran dificultades para vender sus productos ante la concurrencia de alimentos distribuidos a precios artificialmente bajos. Cuando se arruinan tienen que buscar trabajo en las ciudades, nutriendo el chabolismo, que hoy es consustancial con las ciudades del Tercer Mundo. Este es un c¨ªrculo vicioso de la pobreza muy dif¨ªcil de romper.
Diversos movimientos mundiales propugnan, como lema, "el derecho de los pueblos a alimentarse por ellos mismos". O, lo que es lo mismo, que sean ellos los que, convenientemente ayudados por los pa¨ªses ricos, procuren perfeccionar sus m¨¦todos de cultivo y sus sistemas de distribuci¨®n. El jefe del Gobierno italiano, al referirse a este drama continuo del Tercer Mundo, dec¨ªa: "No puede haber paz donde se muere de hambre". El meollo de la cuesti¨®n es que las naciones poderosas -especialmente Estados Unidos- prefieren imponer la paz por las armas que por la cooperaci¨®n econ¨®mica.
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