Todos comimos del t¨ªo Sam
Todos comimos durante alg¨²n tiempo del t¨ªo Sam. Si se husmeara ahora en la n¨®mina de los extras espa?oles que se murieron de fr¨ªo o de calor en los filmes de Sam Bronston, m¨¢s de un campanudo jerifalte de hoy resultar¨ªa que tambi¨¦n hizo el chino en los 55 d¨ªas en Pekin, que dicen que rod¨® Nicholas Ray.Digo que dicen porque quien esto escribe, un loco del cine, que se alist¨® en el rodaje s¨®lo para ver al maestro gritar "motor" y "acci¨®n" y poder contarlo, no consigui¨® verle ni una maldita vez. Detr¨¢s de las negras c¨¢maras de Bronston hab¨ªa tanto gent¨ªo como delante de ellas, y ninguno se parec¨ªa ni de lejos al director de Johnny Guitar.
?D¨®nde estaba Ray? Un chino de Tribulete dijo: "Est¨¢ malo". Y cundi¨® la leyenda: Bronston, para deshacerse del intimista Ray y aprovechar el megal¨®mano decorado que reconstruy¨® en Villalba a Pek¨ªn, compr¨® el favor de un conocid¨ªsimo m¨¦dico y cirujano, que diagnostic¨® al aterrado Nicholas Ray un falso c¨¢ncer y, con tan artera artima?a le internaron en un hospital y se le apart¨® del rodaje.
El cine est¨¢ surcado por infundios, pero los chinos ¨¦ramos gente cr¨¦dula, y el que pagaba era el t¨ªo Sam, as¨ª que un d¨ªa Sam nos cambi¨® de raza. Lleg¨® resoplando ante
la horda china un sargento mula con acento gringo, casi de chiste, y orden¨®, al estilo de John Wayne: "?se, ¨¦se y ¨¦se". Parec¨ªa una orden de fusilamiento. Nos llevaron al rinc¨®n de las estrellas, y el gringo dijo a lo Tarz¨¢n: "Vosotros, ahora caballero ingl¨¦s, no chinos. Cuidar traje". Y tres castellanos, de parias amarillos, ascendieron a dedo a imperialistas brit¨¢nicos.
Ray muri¨® all¨ª. A unos metros, arropada del solecito serrano con una sombrilla y meti¨¦ndose entre pechos y espalda un martini, estaba Ava Gardner. Un inasequible al desaliento dijo: "Poneos donde os vea, a ver si os elige y os pasa por la piedra". Intentar que te violase Ava Gardner era, por entonces, un deporte nacional. La leyenda dec¨ªa que todas las noches iba a Riscal y depredaba un jovencito diario.
El contumaz llevaba d¨ªas interponiendo su jeta en las trayectorias de la mirada de la diva: "Hay que ponerse siempre en su visual, a ver si se fija". La breva no le cay¨® al coleccionista de sue?os: para hacer de chinos o de ingleses, Bronston s¨®lo contrataba a parias espa?oles, que antes fuimos jud¨ªos en Rey de reyes, y despu¨¦s b¨¢rbaros, o romanos en calzones, en La ca¨ªda del imperio romano, congelados en los nevados pinares de un Valsain disfrazado de Alpes.
Babelia
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