Orwell y Araquist¨¢in
Bastante de lo que se ha escrito en Espa?a sobre Orwell ha sido verdaderamente estupefaciente, reflejo, sin duda, o de la ignorancia o de la parcialidad, pero tambi¨¦n de la incomodidad que su obra todav¨ªa provoca en una parte importante de la intelectualidad espa?ola. Vale esto ¨²ltimo para cierta intelectualidad de izquierda. A la derecha no le interesa Orwell: s¨®lo le interesa su anticomunismo. Que Orwell luchara como voluntario en las milicias del POUM en la guerra civil, que tuviera una admirable trayectoria socialista y democr¨¢tica, que viviera sus compromisos con la literatura y la verdad con una pasi¨®n y una autenticidad insobornables, no ha sido suficiente. Parecer¨ªa que cierta izquierda no le ha perdonado que tuviera el valor de escribir Homenaje a Catalu?a, y que denunciase all¨ª la traici¨®n de la revoluci¨®n por el partido comunista y la URSS (algo que no se le perdon¨® en su d¨ªa: la negativa de la izquierda brit¨¢nica a aceptar y publicar los escritos de Orwell en raz¨®n de su anticomunismo -de un Orwell antifascista que hab¨ªa combatido a Franco con las armas en la mano y que hab¨ªa sido gravemente herido al hacerlo constituye una de las manifestaciones m¨¢s lamentables de la miseria moral en que cay¨® una intelligentsia compa?era de viaje del estalinismo y que, por serlo, no pod¨ªa tolerar a los pocos que, como Orwell, supieron ver claro y decirlo). Parecer¨ªa que no se le ha perdonado que escribiera Rebeli¨®n en la granja -de nuevo, la traici¨®n de la revoluci¨®n por los comunistas- y 1984, probablemente una mala novela, pero uno de los m¨¢s penetrantes an¨¢lisis del totalitarismo socialista y de la mentalidad totalitaria que jam¨¢s se hayan escrito.No hace mucho, uno de sus mejores bi¨®grafos, Peter Stansky, preguntaba por las posibles causas del escaso inter¨¦s que Orwell ha suscitado siempre en Espa?a y del desconocimiento que existe de su obra. La respuesta podr¨ªa ser doble: de una parte, como antifascista y dem¨®crata, Orwell era inaceptable en la Espa?a franquista; de otra, como anticomunista, como socialista cr¨ªtico y provocador, resultaba incomod¨ªsimo para una oposici¨®n hegemonizada por los comunistas hasta ayer mismo. Orwell repet¨ªa que la verdad es decir a la gente lo que ¨¦sta no quiere o¨ªr. La mentalidad totalitaria jam¨¢s quiso o¨ªr a Orwell: aquellos a quienes Orwell intranquilice e irrite deber¨ªan examinar a fondo su conciencia.
La ¨²ltima extravagancia escrita hasta la fecha es la comparaci¨®n entre Orwell y Luis Araquist¨¢in, aquel escritor y periodista que dirigi¨® Espa?a, Leviat¨¢n y Claridad, vinculado desde 1933-1934 al ala largo-caballerista del PSOE, y que fue uno de los inspiradores intelectuales de la radicalizaci¨®n que dicho partido experiment¨® durante la II Rep¨²blica. La comparaci¨®n ha sido provocada por la publicaci¨®n y presentaci¨®n de una antolog¨ªa de ensayos de Araquist¨¢in realizada por el historiador Javier Tusell. Pero si Tusell se limitaba a se?alar, justamente, la coincidencia entre el anticomunismo final de los dos autores, los comentarios posteriores han desorbitado el paralelismo. No sabr¨ªa decir bien cu¨¢l es el verdadero valor hist¨®rico de Araquist¨¢in. Mi opini¨®n es que fue, sencillamente, un polemista inteligente y eficaz (aunque demasiado irresponsable y err¨¢tico). En todo caso, que se hiciera visceralmente anticomunista en los ¨²ltimos a?os de su vida no autoriza a compararlo con Orwell. Araquistanes los ha habido a centenares: Orwell fue irrepetible.
Orwell no fue jam¨¢s un hombre err¨¢tico. Le preocuparon siempre los mismos temas: la moralidad de la pol¨ªtica, la verdad (la posibilidad de conocerla, la obligaci¨®n de proclamarla), el socialismo, la libertad intelectual, la justicia. Se hizo socialista tras convivir varios meses con los mineros de Wigan. Su socialismo era, b¨¢sicamente, un sentimiento ¨¦tico de protesta contra la injusticia, la miseria y el desempleo; en las minas aprendi¨® que, para los trabajadores, socialismo era un ideal emocional de progreso y justicia y que nada ten¨ªa que ver con la jerga teorizante, la palabrer¨ªa vana, la pedanter¨ªa y el esnobismo de los intelectuales revolucionarios de sal¨®n (Orwell asumi¨® sus compromisos en Wigan, en las trincheras de Arag¨®n -an¨®nimamente-: nadie m¨¢s alejado que ¨¦l del intelectual como prima donna).
A Espa?a fue a luchar por esos mismos ideales de justicia y libertad en los que ve¨ªa la esencia del socialismo. En Barcelona se contagi¨® del entusiasmo revolucionario de trabajadores y milicianos. Y, por lo mismo, cuando vio la revoluci¨®n traicionada, cuando vio que,tanto como la resistencia a Franco importaba -a la URSS y a los comunistas- la escalada del PCE al poder y, m¨¢s a¨²n, cuando vio que la propaganda comunista interna
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Orwell y Araquist¨¢in
Viene de la p¨¢gina 11cional falseaba la verdad de lo que ocurr¨ªa en Espa?a, su decepci¨®n, su desolaci¨®n fueron formidables (tuvo que salir huyendo de la polic¨ªa gubernamental espa?ola tras decretarse la disoluci¨®n del POUM).
La guerra de Espa?a descubri¨® a Orwell la mentalidad totalitaria; llegar¨ªa a decir que tem¨ªa m¨¢s a la falsificaci¨®n de la verdad y a la manipulaci¨®n de las conciencias -esencia del totalitarismo- que a las bombas. Orwell conoci¨® en Espa?a el estalinismo. Y supo entender que el totalitarismo comunista -por apoyarse precisamente en el mito de la revoluci¨®n proletaria y en una supuesta legitimidad hist¨®rica- constitu¨ªa una grav¨ªsima amenaza al pensamiento libre y supon¨ªa la m¨¢s grave desviaci¨®n de los verdaderos ideales del socialismo.
A Orwell, como escritor, le interes¨® especialmente la relaci¨®n entre totalitarismo y verdad, entre totalitarismo y literatura -que le parec¨ªa la culminaci¨®n de la capacidad creativa del hombre libre- Pensaba que la literatura y la verdad no sobrevivir¨ªan en una sociedad totalitaria, y, ante el temor de que el mundo hab¨ªa entrado en la era del totalitarismo, quiso combatir a ¨¦ste desde la literatura; por eso escribi¨® Rebeli¨®n en la granja y 1984 -uno de cuyos temas es la verdad hist¨®rica-. A Orwell le preocup¨® el totalitarismo. Pero no fue un vocero hist¨¦rico de un anticomunismo visceral. Hasta el final de sus d¨ªas sigui¨® creyendo en y abogando por una transformaci¨®n socialista, por una amplia reacci¨®n, moral del hombre medio contra el privilegio y la desigualdad, en nombre de los valores del trabajo, de la equidad y de la cultura.
Lo que Orwell se planteo, en suma, fue la posibilidad de un humanismo social y liberal en nuestro tiempo, y lo hizo desde una perspectiva ¨¦tica -insobornable, sin concesiones- m¨¢s que pol¨ªtica. No se sabe muy bien qu¨¦ es lo que se plante¨® Luis de Araquist¨¢in. Pero, desde luego, su talante intelectual y humano era muy diferente del de Orwell. Orwell se percibi¨® siempre como un escritor y un moralista cuyo tema esencial deb¨ªa ser la defensa de la justicia y la libertad. A eso sacrific¨® su vida: el esfuerzo de escribir 1984, desobedeciendo las indicaciones de los m¨¦dicos, agrav¨® su enfermedad -tuberculosis- y precipit¨® su muerte. La suya fue una rebeli¨®n permanente contra la falsedad y la deshonestidad intelectual, contra la injusticia social: una rebeli¨®n en favor de la solidaridad humana y de la autenticidad individual. Tampoco se sabe c¨®mo se percibi¨® a s¨ª mismo Araquist¨¢in ni qu¨¦ le llev¨®, en el fondo, a actuar, como lo hizo. Pero es claro que ese intenso sentido moral ante las cosas y ante la vida que es lo que hizo la grandeza de Orweil -al margen de su calidad como escritor y como ensayista- no se transparent¨® nunca ni en la biograf¨ªa ni en los escritos de Luis Araquist¨¢in.
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