"El problema de Euskadi s¨®lo puede resolverse con un gran pacto", afirma Michel Unzueta
Tras cuatro a?os de gesti¨®n al frente del Consejo Nacional del Partido Nacionalista Vasco (PNV), Xabier Arzallus abandon¨® el pasado d¨ªa 12 su direcci¨®n. Ese d¨ªa fue elegida la nueva direcci¨®n del partido en Vizcaya, resultando ampliamente mayoritaria la lista que, apoyada por el propio Arzallus, encabezaba Michel Unzueta, abogado bilba¨ªno de 51 a?os, antiguo senador y parlamentario vasco. Como senador, particip¨® muy activamente en los debates constitucionales. Un¨¢nimemente considerado como el hombre fuerte de la nueva Ejecutiva del PNV -que no preside por desconocer la lengua vasca-, de ¨¦l depende en gran parte la evoluci¨®n del contencioso que ha enfrentado ¨²ltimamente al Gobierno de Vitoria con el aparato del partido.
Pregunta. Usted se dio a conocer pol¨ªticamente a ra¨ªz del debate de la famosa enmienda foral en el Senado, es decir, de la inclusi¨®n en la Constituci¨®n de una cl¨¢usula sobre los "derechos hist¨®ricos de los territorios forales". Por otra parte, usted pasa por ser, dentro del PNV, uno de los principales impulsores de la v¨ªa foralista. Seis a?os despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, con la abstenci¨®n del PNV, ?qu¨¦ balance hace de la postura mantenida entonces por su partido?Respuesta. Nosotros no ve¨ªamos claro cu¨¢les eran en aquel momento las intenciones reales del poder central respecto al problema vasco, es decir, al problema de la identidad nacional vasca. Ten¨ªamos la experiencia de la Rep¨²blica, las reticencias hasta ¨²ltima hora a conceder el estatuto, y luego, la reacci¨®n mim¨¦tica, que se produjo un poco por todas partes y cuya din¨¢mica objetiva era la de anegar las autonom¨ªas de Euskadi y Catalu?a mediante un mecanismo artificial de generalizaci¨®n. De manera que, al introducir el tema de los derechos hist¨®ricos, pretend¨ªamos incluir una especie de salvaguardia de esa singularidad vasca, dejar claro que no se trataba ni de un problema t¨¦cnico de descentralizaci¨®n administrativa ni de una cuesti¨®n de privilegio, sino de un problema hist¨®rico, con hondas ra¨ªces, que nosotros pon¨ªamos sobre la mesa. El primer efecto positivo de ir por esa v¨ªa fue, a mi juicio, que obligamos a que se llevara a cabo el debate sobre la identidad vasca, impidiendo que se esquivase con subterfugios ret¨®ricos o planteamientos jur¨ªdico-t¨¦cnicos.
'Nuestros recelos estaban justificados'
P. Pero ese planteamiento impidi¨® un acuerdo tanto con el partido entonces en el Gobierno como con los socialistas, que, sin embargo, s¨ª hubieran apoyado en ese momento una v¨ªa estatutaria radical. Por lo dem¨¢s, ese debate fue la causa de que el PNV no diera su apoyo a la Constituci¨®n, en contra, al parecer, de lo que opinaban viejos dirigentes, como Irujo, Ajuriaguera o J¨¢uregui.
R. Es dif¨ªcil saber qu¨¦ hubiera pasado si llegamos a votar s¨ª a la Constituci¨®n. Pero mi impresi¨®n personal es que en tal caso no hubi¨¦ramos tenido el Estatuto de Guernica. Por lo dem¨¢s, la experiencia ha confirmado que nuestros recelos estaban justificados. En todas las horas que yo he pasado discutiendo con unos y otros en Madrid, apenas he encontrado verdadera receptividad, deseos sinceros de entender el problema. Gentes como Abril Martorell, P¨¦rez-Llorca y compa?¨ªa se planteaban la cuesti¨®n siempre en t¨¦rminos de mercachifles -yo te doy y t¨² me das aquello-, pero sin intentar siquiera elevarse sobre la coyuntura del momento para entender cu¨¢l era el problema. Para serjusto debo, sin embargo, se?alar una excepci¨®n que puede resultar quiz¨¢ sorprendente: Otero Novas, cuando era ministro de la Presidencia, hizo ese esfuerzo de comprensi¨®n, de acercarse al fondo de la cosa.
P. ?Y cu¨¢l es el fondo de la cosa?
R. El problema es que en Euskadi existe una fuerte conciencia de identidad nacional y que esa identidad est¨¢ en peligro desde hace m¨¢s de un siglo. Por tanto, el problema s¨®lo puede resolverse mediante un gran pacto hist¨®rico entre el Estado espa?ol y el Pa¨ªs Vasco. Un pacto basado en la mutua confianza y que establezca garant¨ªas de respeto de esa identidad vasca. Creo que lo mismo puede decirse respecto a Catalu?a.
P. ?El problema es, pues, la soberan¨ªa?,
R. Si por soberan¨ªa se entiende exclusivamente la creaci¨®n de un Estado nacional, como se entend¨ªa a fines del siglo XIX, cuando Sabino Arana elabor¨® su doctrina, pues no. Es de ciegos no ver, a la hora del Parlamento Europeo, de la unidad de cuenta (ECU) en la econom¨ªa continental y dem¨¢s, que ese concepto de soberan¨ªa como equivalente a Estado-naci¨®n est¨¢ en crisis. Yo creo que Arana acert¨® en su planteamiento, porque, frente al unitarismo del constitucio.nalismo espa?ol de su tiempo, no hab¨ªa otra f¨®rmula de salvaguardar la identidad vasca que la de oponer a ese Estado unitario otro, Estado: Euskadi independiente. Pero, en mi opini¨®n, hoy habr¨ªa que hablar m¨¢s bien de c¨ªrculos conc¨¦ntricos de soberan¨ªa, y buscar aquella f¨®rmula, de varias posibles, que posibilite aquel nivel de soberan¨ªa que garantice la pervivencia de la identidad y singularidad vascas. Nosotros no queremos crear fronteras, sino eliminar las que existen, siempre que se reconozca el derecho al autogobierno.
P. Las dificultades actualmente existentes respecto a transferencias pendientes y otros problemas no impiden que hoy pueda hablarse de un proceso auton¨®mico en marcha, con un Gobierno vasco asentado, que dispone de su propia hacienda, polic¨ªa, aparato adm¨ªnistrativo, etc¨¦tera. ?Est¨¢ usted .de acuerdo? En tal caso, ?es usted de los que piensan que ha llegado la hora de que el nacionalismo vasco se replantee su espacio pol¨ªtico en t¨¦rminos que vayan m¨¢s all¨¢ de la permanente reivindicaci¨®n "contra Madrid"?
R. Con el Estatuto se ha avanzado en el terreno del autogobierno, evidentemente. Pero no faltan motivos de preocupaci¨®n, que, a mi juicio, no residen tanto en esta o aquella transferencia como en el manten¨ªmiento de la posibilidad permanente de sabotaje del Estatuto mediante leyes armonizadoras, recursos sistem¨¢ticos a esa tercera C¨¢mara en que algunos pretenden convertir al Tribunal Constitucional, la obsesi¨®n por el uniformismo, etc¨¦tera. Dicho esto -que justifica plenamente nuestra definici¨®n sustancial como nacionalistas-, admito que, efectivamente, el proyecto de consolidaci¨®n de la identidad vasca precisa ir llenando de contenidos espec¨ªficos -en materia de educaci¨®n, sanidad, cultura, etc¨¦tera- las propuestas con las que nos dirigimos a la sociedad vasca.
P. ?Significa eso que el PNV debe buscar su encaje ante proyectos como el que puede significar la llamada operaci¨®n Roca?
R. Quiz¨¢ me equivoque, pero mi impresi¨®n es que tal oper¨¢ci¨®n es s¨®lo coyuntural y no tiene otro objetivo que recuperar los votos prestados al PSOE el 28 de octubre. No creo que vaya m¨¢s all¨¢.
'El radicalismo es una variante de la ingenuidad'
P. Seg¨²n una encuesta del CIS, el electorado del PNV se divide pr¨¢cticamente al 50% entre personas que se consideran a s¨ª mismas progresistas y personas que se consideran conservadoras. ?D¨®nde se situar¨ªa usted? ?Qu¨¦ opina de la imagen de persona muy conservadora que le ha atribuido la Prensa estos d¨ªas?
R. Al electorado -sobre todo a la base militante del PNV- le veo en posiciones de centr¨®, sin m¨¢s diferencias ideol¨®gicas que las que derivan de un talante m¨¢s o menos radical (que no es lo mismo que m¨¢s o menos progresista). Yo me veo en una posici¨®nde centro-centro, y me definir¨ªa como pragm¨¢tico, m¨¢s bien esc¨¦ptico, escasamente dogm¨¢tico y, desde luego, nada radical. Para m¨ª, el radicalismo es una variante de la ingenuidad, del infantilismo: alguien que cree en soluciones fulgurantes y repentinas. En cuanto a que yo sea o deje de ser conservador, lo que m¨¢s gracia me hace son los puntos de referencia que habitualmente se emplean para adjudicarme tal posici¨®n. Porque, si algunas personas con las que se me compara son progresistas, yo debo de ser de extrema izquierda.
P. Al margen de posibles factores personales, la crisis interna del PNV que algunos acontecimientos recientes han puesto de relieve parece basarse en dos divergencias esenciales: los criterios respecto a la distribuci¨®n territorial del poder entre el Gobierno vasco y las diputaciones y la orientaci¨®n respecto a una eventual pol¨ªtica de alianzas. ?Cu¨¢l es su posici¨®n respecto a estos problemas?
R. Si por lo primero se refiere usied a la ley de Territorios Hist¨®ricos, lo fundamental de mi posici¨®n es que hay que tender a evitar una superposici¨®n sin fin de aparatos administrativos. Las diputaciones ya exist¨ªan antes del Estatuto de Autonom¨ªa, y adem¨¢s hab¨ªan logrado un nivel de eficacia y un engarce en la sociedad vasca hab¨ªa hecho que parte de su stigio se conservase incluso durante el franquismo. Por tanto, no veo raz¨®n para aniquilarlas o vaciarlas de competencias, si desempe?an bien su misi¨®n. Por otra parte, hay que ser prudentes a la hora de enlazar lo nuevo con lo asentado en la tradici¨®n hist¨®rica. ?ror qu¨¦, sin beneficio tangible alguno, ofender a esas personas que quiz¨¢ incluso han votado al PNV con buena voluntad, pese a no sentirse identificadas totalmente con la ideolog¨ªa nacionalista? Pero, ojo, no se trata de poner en cuesti¨®n el papel primordial del Gobierno vasco, sino de buscar un punto de equilibrio que parta de lo que ya existe y ha demostrado su eficacia, para asentar sobre ello el porvenir de las nuevas instituciones. La actual ley de Territorios Hist¨®ricos no me parece del todo satisfactoria. Yo hubiera ido a algo a la vez m¨¢s flexible y m¨¢s simple. Hay inc¨®gnitas en el escenario pol¨ªtico que deben demostrar su viabilidad, como la ley de R¨¦gimen Local, el pleno desarrollo de las competencias del Estatuto, etc¨¦tera.
P. ?Y respecto a la l¨ªnea de alianzas? ?Es cierto que la diferencia fundamental entre la c¨²pula del Ejecutivo aut¨®nomo y el aparato del PNV reside en el rechazo por parte de este ¨²ltimo a la l¨ªnea de aqu¨¦l, tendente a favorecer un acuerdo con el PSOE? ?Cu¨¢l es su opini¨®n al respecto?
R. Como posici¨®n general, yo soy partidario de intentar mantener las mejores relaciones posibles con el partido que ostente el poder en Madrid. Esto es algo en lo que, frente a ciertos radicalismos propios de novatos, siempre nos insistieron Irujo, J¨¢uregui y Ajuriaguerra, etc¨¦tera, los l¨ªderes nacionalistas de los a?os treinta. Yo suscribo esa posici¨®n, y por ello he sido escasamente partidario de ciertos gestos m¨¢s o menos dram¨¢ticos. Ahora gobierna el PSOE y creo que hay que esforzarse por mejorar las relaciones con el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez.
Ahora, bien, un m¨ªnimo realismo debe hacernos comprender que, a diferencia conla situaci¨®n existente en tiempos de Adolfo Su¨¢rez, el Gobierno central no necesita hoy de nuestro apoyo para hacer aprobar tal o cual ley. Por tanto, con el PSOE hay que intentar avanzar hacia ese pacto hist¨®rico respecto al problema vasco como tal, pero entendiendo que acuerdos puntuales sobre esto o aquello son improbables. Un partido como el nuestro tiene que estar abierto a pactar con unos y con otros, tanto en Vitoria como en Madrid, siempre que ello no hipoteque lo esencial de nuestro proyecto pol¨ªtico. En cuanto a mi pretendida propensi¨®n a pactar con la derecha, -propensi¨®n o inclinaci¨®n que yo niego-, creo que todo viene de mis contactos con Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n a ra¨ªz del bloqueo del Parlamento vasco por el boicoteo que protagoniz¨® la oposici¨®n. Ante ese problema concreto, se me comision¨® para buscar una salida, y yo me limit¨¦ a informar del resultado al pleno del Consejo Nacional del PNV, que estuvo de acuerdo con la gesti¨®n.
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