Un juego de arte y de inteligencia
Creo que entre todos los espect¨¢culos en que buscan los seres humanos un entretenimiento, una evasi¨®n a las preocupaciones, el trabajo, las diferentes inquietudes que depara el diario vivir, ninguno ha sufrido tanto ataque frontal como las corridas de toros.Personalmente nunca se me ha ocurrido razonar por qu¨¦ se enervan y se conmocionan, comentan y dialogan sin pausa de domingo a domingo cientos de miles de personas sobre esos muchachos que corretean de pantal¨®n corto por el verde c¨¦sped de los campos de f¨²tbol tras un bal¨®n y c¨®mo se llevan las camillas de la Cruz Roja alg¨²n que otro espectador v¨ªctima de un principio de infarto porque la pelota en cuesti¨®n lleg¨® al fondo de las mallas enmarcadas en unos palos.
La gente se divierte como mejor le place. Desde los ya lejanos d¨ªas de la ni?ez he sido espectador de partidos de f¨²tbol, sin buscarme explicaci¨®n de por qu¨¦ iba y sin hacer c¨®mputo de qu¨¦ porcentajes de hombres maduros, de j¨®venes, de mujeres, de ni?os, asist¨ªan conmigo al espect¨¢culo.
Algo parecido me ocurre con los combates de boxeo y los ojos amoratados y las narices ensangrentadas de los p¨²giles sufriendo en las esquinas de un cuadril¨¢tero para volver a pegarse a golpe de campana; o el estoicismo de cientos de personas inm¨®viles para ver pasar ante sus ojos vertiginosamente una motocicleta o un b¨®lido automovil¨ªstico; o el mareante mover de cabeza, derecha-Izquierda, izquierda-derecha, tras la bola diminuta cruzando una
red muy tirante en los campos de tenis... por citar unos ejemplos.
Uno no quiere sentar c¨¢tedra en nada, uno se ha sentido desde peque?ito liberal y democr¨¢tico en eso de que a cada cual le guste lo que m¨¢s le guste y no ofender a los dem¨¢s por lo que les gusta y hacer uno su gusto en todo, sin preocuparse de la opini¨®n ajena: de las diversiones a la pol¨ªtica o el amor.
Pues bien, pre¨¢mbulo aparte y, repito, sin con esta afirmaci¨®n querer sentar c¨¢tedra, las corridas de toros son, para mi gusto, el espect¨¢culo m¨¢s bello, el juego m¨¢s inteligente, don de se conjugan el arte, la imaginaci¨®n, la gracia...
Dec¨ªa Ortega: " ...que la historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos m¨¢s rec¨®nditos de la vida espa?ola". Hasta tal punto configura lo espa?ol la fiesta de los toros.
No voy a hacer una historia de los toreros hist¨®ricos, de Pepe Hillo a Montes, Lagartijo, Frascuelo, El Guerra, Reverte, Fuentes, Pedro Romero, Joselito, Belmonte, Gaona o Rafael el Gallo, por citar algunos toreros desordenadas las ¨¦pocas y el tiempo. Son cosas que me contaron y no vi.
Hace 50 a?os probablemente no se toreaba como se torea hoy. Los toros de anta?o no eran como los toros de hoy. Pero se empe?aban las s¨¢banas y los colchones del sue?o y el descanso en el mundo del trabajo por comprar una entrada para ir a la plaza. Y ayer como hoy, en la plaza estaban algunas veces el valor, la gracia, la agilidad, la inspiraci¨®n. Para Jos¨¦ Bergam¨ªn, el toreo no s¨®lo se hace, se dice.
En todos los caminos del arte lo que se dice tiene poes¨ªa.
Claro que para que la p¨¢gina de arte se escriba en una corrida de toros tiene que estar en la plaza un artista, y eso solo no basta, tiene que estar con ¨¦l en el ruedo un toro. Frente a frente toro y torero, y a la espalda el p¨²blico, viejos y j¨®venes, hombres y, mujeres; un p¨²blico que no toma parte mas que cuando la emoci¨®n se transmite, cuando la inspiraci¨®n llega, cuando surge lo que Bergam¨ªn llama "la m¨²sica callada del toreo".
La cabida de las plazas, los precios, los honorarios, los sobres, los apoderados, representan... el dinero; la fuerza del dinero aplastando todo, la impureza del dinero ensuciando todo, y surgen las mixtificaciones. Se mixtifica la edad, los piensos, aumentan las plazas a lo largo y lo ancho del per¨ªmetro espa?ol, suben los precios, las propagandas, y con las propagandas, la fabriciaci¨®n de falsos mitos. La picaresca de siempre, del Lazarillo a Tejero, de Matesa a Rumasa. La peque?a pantalla lleva al ¨²ltimo rinc¨®n pueblerino la corrida importante y un turismo en avalancha invade los tendidos espa?oleando ,sin saber.
En poco tiempo cambian casi de ra¨ªz los tres puntales de la fiesta: el toro, el torero y el p¨²blico.
Pero el juego sigue entre alamares de brillos met¨¢licos, banderillas con papeles de color, serpentinas dibujando quiebros, rosas y amarillos los capotes, rojo sangriento la muleta, paso de ballet y, temblando entre la gracia y el miedo, ?la fiesta!
La tauromaquia: Goya, Picasso; Federico: el Llanto por Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas; Alberti: Verte y no verte; Miguel Hern¨¢ndez: Corrida real; Bergam¨ªn: El arte de birlibirloque y esa Historia de Don Tancredo que Landsberg calificara como un segundo Don Quijote, entre la ver¨®nica y la media ver¨®nica de Gerardo Diego...
Dicho esto, pienso que no hay que preguntarse si las corridas de toros han prendido o no en la juventud. Joven o viejo, el que no haya visto una faena de Pepe Luis V¨¢zquez o de Antonio Ord¨®?ez, de Curro Romero o de Rafael de Paula en una tarde de inspiraci¨®n, pues se le queda el arte incompleto. De la pintura a la escultura y de la poes¨ªa a la m¨²sica.
No hay animal salvaje m¨¢s atendido que el toro: toda la dehesa para ¨¦l. Y si la muerte es el final. para todos, hombres y animales, la muerte del toro es la m¨¢s digna de cuantos constituyen su especie.
En esta ¨¦poca de torturas en las c¨¢rceles, de armas qu¨ªmicas, de misiles, este lacrimear de los detractores de una corrida de toros cuando, frente a frente el hombre y la fiera, surge la muerte es, por lo menos, una hipocres¨ªa.
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