El clavec¨ªn es la voz
"A distinguir me paro", dice Machado, "las voces de los ecos". Pero si los ecos se acercan a las voces, todo son voces: si las cuerdas se acercan a los dedos, el teclado desaparece y todo son dedos. As¨ª son los dedos de Puyana, que hacen del instrumento un ¨®rgano -en sentido anat¨®mico- de su m¨²sica: el clavec¨ªn es el ¨®rgano, no en el sentido figurado de artefacto para sonar, sino en el sentido real. El clavec¨ªn es la voz.Puyana -que inaugur¨® la nueva sala del Museo del Prado que se comenta en esta misma p¨¢gina- ha superado los compromisos de la disciplina t¨¦cnica y los imperativos del alarde de memoria y prefiere releer sus partituras como se relee un diario de familia, no para recordar lo que por supuesto se sabe y se recuerda, sino para evocar, al hilo del recuerdo, cosas nuevas y para crear otras desde ellas.
Ciclo '?pera y Solistas'
Suite en re menor, J. S. Bach; tocata en mi menor, BWV, D. Scarlatti; sonatas K. 240, 241, 54, 33, 8 7, 443, 503, 159 y 175. Int¨¦rprete: Rafael Puyana.Teatro Principal de Valencia. D¨ªa 31 de mayo.
Domenico Scarlatti, el napolitano prodigioso que se jugaba los emolumentos de la reina en los garitos de Madrid, es autor de un universo que permanece a¨²n hoy pese a los trabajos del recientemente fallecido Kirpatrick y del propio Puyana, apenas conocido y gozado: centenares de sonatas no s¨®lo diferentes todas ellas, sino llenas de diferencias en s¨ª mismas imaginativas, inagotables. Se sabe que la invenci¨®n y la f¨¢brica son dos momentos irreconciliables de la producci¨®n art¨ªstica: Scarlatti los acerca d¨¦ tal suerte que, si no los confunde, confunde en ellos. Por eso, el trabajo de Puyana y su relectura aciertan en el secreto de esta m¨²sica para la cual todas las veces son primeras veces. Puyana se atiene a la partitura, que lee, como descifrando, porque la partitura es la prenda de la primera vez.
Si Scarlatti es el mundo en donde Puyana habita con m¨¢s inefable comodidad casera, su Bach humanizado, m¨¢s cotidiano que c¨®smico, con respiros peri¨®dicos, no es menos admirable en su estilo de cr¨®nica sin espect¨¢culo. Al lado del inmenso Bach, Puyana pone al rival que a ¨²ltima hora opt¨® por no rivalizar: el organista Louis Marchand, contempor¨¢neo de Couperin.
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