El primer ministro de Sur¨¢frica se entrevist¨® ayer con Margaret Thatcher en una breve visita al Reino Unido
Unas 20.000 personas se manifestaron ayer pac¨ªficamente en el centro de Londres para protestar por la visita del primer ministro surafricano, Pieter W. Botha, y contra el r¨¦gimen racista de aquel pa¨ªs. Botha, que es el primer dirigente de Africa del Sur que visita oficialmente Gran Breta?a en los ¨²ltimos 23 a?os, lleg¨® al aeropuerto de Heathrow a mediod¨ªa y fue trasladado en helic¨®ptero a Chequers, residencia de fin de semana de la primera ministra, Margaret Thatcher, con quien almorz¨®. En total, su visita dur¨® menos de seis horas y oblig¨® a un gran despliegue de medidas de seguridad tanto en torno al aeropuerto como frente a la residencia de Thatcher.
La visita del primer ministro surafricano Pieter W. Botha a Londres constituye la etapa m¨¢s importante de su gira europea, la primera que realiza un l¨ªder de ?frica del Sur desde hace 23 a?os. Londres es importante no s¨®lo por las conexiones econ¨®micas de Pretoria con Gran Breta?a y por la repercusi¨®n internacional que tendr¨¢ el almuerzo con Margaret Thatcher, sino tambi¨¦n, y muy especialmente, por sus consecuencias internas en ?frica del Sur.El primer ministro surafricano, que intenta presentarse ante la minor¨ªa blanca de su pa¨ªs como el pacificador, est¨¢ siendo objeto de fuertes presiones por parte de la comunidad blanca de origen holand¨¦s, los afrikaner, que representan dentro del espectro pol¨ªtico de Sur¨¢frica el sector m¨¢s ultraderechista. Pieter Botha ha tenido que apoyarse sobre todo en la minor¨ªa angloparlante para llevar a cabo su pol¨ªtica exterior y su modesta reforma constitucional y desea que Gran Breta?a respalde de alguna forma estos esfuerzos. Su entrevista con Margaret Thatcher constituye, antes que nada, una gran operaci¨®n publicitaria cara a sus propios compatriotas.
Pieter Botha, l¨ªder del Partido Nacional, ha puesto en marcha desde su llegada al poder, hace seis a?os, una amplia operaci¨®n destinada a suavizar el aislamiento internacional de ?frica del Sur, puesto de relieve por el hecho de que hasta ahora el primer ministro surafricano s¨®lo ha podido visitar un pa¨ªs extranjero: Taiwan. Los planes de Botha culminaron el pasado oto?o con la reforma de la Constituci¨®n de ?frica del Sur a fin de conceder derechos pol¨ªticos limitados a las minor¨ªas hind¨² y mestiza y, hace s¨®lo dos meses, con sendos acuerdos de paz y alto el fuego con Mozambique y Angola.
Desde el punto de vista interno, la reforma constitucional no var¨ªa un ¨¢pice los fundamentos del apartheid. la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, que es en su 75% de raza negra, sigue sin disfrutar de derechos pol¨ªticos y se encuentra recluida bien en barrios extremos de las grandes ciudades, como mano de obra barata, bien en los llamados homelands, diez peque?as reservas para negros que representan s¨®lo el 14% del territorio nacional. Sin embargo, Botha estima que la paulatina incorporaci¨®n de las otras minor¨ªas raciales puede afianzar el apartheid. el r¨¦gimen pasar¨ªa a ser de una dictadura de blancos contra no blancos a una dictadura de no negros contra negros.
Margaret Thatcher tiene que tener en cuenta a la propia minor¨ªa brit¨¢nica de raza no blanca y sus relaciones con los pa¨ªses de la Commonwealth. El mero hecho de recibir a Botha le ha acarreado ya las cr¨ªticas p¨²blicas del Secretario general de dicha organizaci¨®n, sir Shridath Ramphal, quien acept¨® repentinamente inaugurar una exposici¨®n antiracista organizada por el ayuntamiento de Londres.
Los grupos antiapartheid brit¨¢nicos han acogido la llegada del primer ministro surafricano como un insulto a los habitantes negros de este pa¨ªs", seg¨²n palabras de un l¨ªder laborista, y han organizado una campa?a de protesta destinada a impedir que Pieter Botha entre siquiera en la capital inglesa. Tanto es as¨ª que las autoridades brit¨¢nicas estudiaron la f¨®rmula para trasladar directamente a su invitado en helic¨®ptero desde el mismo aeropuerto hasta la residencia de fin de semana de Margaret Thatcher, en las afueras de la ciudad.
El Gobierno brit¨¢nico insiste en que la entrevista con el primer ministro surafricano no supone un reconocimiento de la pol¨ªtica racista de aquel Gobierno, pero que la negativa a recibirle tampoco hubiera ayudado a la poblaci¨®n negra ni a los intentos internacionales para garantizar la independencia de Namibia.
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